Me gusta el latín. Sí, me gusta, y ya tengo más que superadas las bromitas de aficiones viejunas y lo último en tecnología punta. Me dan alergia las videoconsolas y no juego a nada en el móvil. Pero recuerdo con añoranza las declinaciones y las tardes con mi padre descifrando la Guerra de las Galias, como si de un crucigrama o un puzle se tratara, encajando acusativos y nominativos con sujetos y predicados. Y si habéis acabado de reíros, o de juzgarme por trasnochada, vamos a lo que nos ocupa.
Habréis visto, por obligación o por devoción, y unos más que otros, el extraño debate de investidura, con navidades y alevosía, que se supone culmina el día que se publica este artículo. Tranquis, que no voy a hablar de eso más que lo imprescindible para colocaros en situación. Ya sabemos que se rompe España, que vuelven los terroristas, que estamos en manos de delincuentes desalmados, que el rey y la Constitución van a acabar malamente…
Y que ante todo eso, sólo cabe rezar. Oremus. Justamente el latín que no me gusta, el de las misas en las que no entendía nada, porque el cura de turno tenía un ataque de megalomanía y le daba por sacar a paseo sus conocimientos del seminario (no los de Julio César o Cicerón).
Pues eso, que el arzobispo de Valencia, ante tanto horror desatado, sólo ha encontrado esta solución. Esta recomendación: Oremus. Antonio Cañizares ha hecho un llamamiento a “orar por España” mientras “no se aclare el futuro incierto” del país, que a su juicio se encuentra en “una situación crítica” y “de verdadera emergencia”. Bueno, tampoco es tan raro. Opina como buena parte de la Cámara. Y en latín, que tiene un plus.
Pero en este caso, me interesa mucho más el “román paladino” de Javier Baeza, cura del madrileño Centro Pastoral San Carlos Borromeo en Entrevías, que ha replicado con contundencia a la cúpula de la Iglesia, tan preocupada por la situación política de España: “Yo sí que rezaré: para que se acaben los desahucios, que no haya devoluciones en caliente, que todos podamos acceder a una educación pública de calidad, que se acabe la privatización médica, que los refugiados sean acogidos, que el odio no habite los corazones… claro que rezo!!!”
Y lo ha escrito en Twitter, no en una Pastoral leída en todas las iglesias de las respectivas diócesis.
Me gusta imaginarme a Dios traduciendo. Volviendo a los orígenes y pasando al lenguaje de la solidaridad, de la justicia, de la igualdad, de la comprensión, de la misericordia, los pomposos “oremus” que se pronuncian envueltos en ostentosas capas pluviales, con el cáliz de oro en las manos y desde lo alto del altar.
Conectado con los tiempos y recomendando el latín como el Candy Crush. Para los ratos libres.
María de los Ángeles Santos Martínez