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Milagros Riera Tejón

La conocí hace años, en un encuentro racionalista y laicista, y quiso hablar conmigo. Me habló de la importancia en España de hacer frente a la irracionalidad religiosa como único modo de acceder a la democracia en un país tan confesional y dogmático.
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”, decía Bertolt Brecht en uno de sus poemas.
Milagros Riera Tejón era una mujer imprescindible. Aunque nos haya abandonado la noche del pasado viernes, a los setenta y ocho años, en la Francia que le dio cobijo casi toda una vida de exiliada de un país que renegaba y perseguía a todos aquellos comprometidos con la razón, con el progreso y la libertad. Nació en Valencia, en medio de la guerra civil. Con un abuelo que fue un alto cargo del Partido Socialista valenciano, y con un padre comprometido activamente con la República, la huida, el exilio y la disgregación familiar fueron las notas cotidianas que marcaron su infancia.
Descendiente de aristócratas, sin embargo, los boatos, el poder o la gloria de ningún tipo fueron aliciente alguno para ella a lo largo de su vida; vida que dedicó, además de a su familia, a la lucha antifascista, al compromiso activo por la democracia, a la restitución de la dignidad de los muertos en la dictadura, a la defensa de los Derechos Humanos, a la lucha por los derechos animales, y a todos los valores que promueven el progreso hacia un mundo más humano y más justo. Atea, republicana, animalista, racionalista, ecologista, hasta que ha enfermado, a sus casi ochenta años, ha seguido asistiendo a manifestaciones, ha luchado como activista en organizaciones contra la impunidad de los crímenes del franquismo, ha cogido trenes o aviones y se ha presentado allí donde se clamaba por los derechos humanos, o contra los fascismos y los fanatismos.
La conocí hace años, en un encuentro racionalista y laicista, y quiso hablar conmigo. Me habló de la importancia en España de hacer frente a la irracionalidad religiosa como único modo de acceder a la democracia en un país tan confesional y dogmático. Nos hicimos amigas desde el primer instante, y ambas percibimos esa afinidad profunda que nos llevó a ser grandes amigas, casi hermanas, a pesar de ser de generaciones muy diferentes. Mantenía un blog que, desde Francia, respondía a su compromiso profundo con el progreso y la democracia española. Fuimos juntas a varias manifestaciones, una de ellas contra la financiación pública de la visita del Papa católico a Francia, en tiempos de Sarkozy, visita que indignaba a muchos franceses. Ese día recorrimos juntas las calles parisinas, ella con la bandera republicana en la mano. Después dimos un paseo por el parque de Belleville, con un crêpe que compramos en un puesto callejero, y hablamos de muchas cosas, pero sobre todo de espiritualidad. De la verdadera.
Y es que, cuando surge la ocasión pertinente, siempre digo que la persona más espiritual que he conocido en mi vida, Milagros Riera, es atea; lo cual puede parecer una contradicción, pero sólo a los ignorantes. Milagros era sabia, sabía muy bien de la esencia de las cosas.
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En la imagen Milagros Riera de pequeña. Foto tomada de su blog.
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