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Opinión LJA

[México] Salman Rushdie y los Sentimientos Religiosos/ Memoria de espejos rotos

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 Y aunque ahora escupo una oración,

helado de terror, ningún dios responde aún

¿Soy yo el que no ve, o es que todavía no se hizo la luz?

Ocho y medio– Nacho Vegas

 Salman Rushdie es un escritor nacido en la India dentro de una familia de credo musulmán, y luego naturalizado británico. Este pasado viernes, Salman daba una conferencia en Nueva York sobre la libertad de expresión. Al inicio del evento, un agresor subió al estrado, y atacó a Rushdie con un cuchillo.

Rushdie publicó en 1988 su libro Los Versos Satánicos. Ahí, el escritor hace una narrativa de ficción con elementos de la historia en la que Medio Oriente pasó del politeísmo al monoteísmo. Esta narrativa de ficción fue considerada blasfema por el mundo musulmán.

Como respuesta, la teocracia islámica de Irán, a través del ayatolá Khomeini, emitió en 1989 una fatua que sentenciaba a Rushdie a la pena de muerte por blasfemo, y se incitó a la población musulmana a asesinarlo, con la promesa de una recompensa que al tiempo ascendió a más de 3 millones de dólares.

A partir de la fatua, Rushdie vivió escondido, con una identidad protegida, y custodiado por guardaespaldas, y sobrevivió a varios ataques. También, editores, traductores, agentes literarios que trabajaron en Los Versos Satánicos fueron atacadas, y algunas asesinadas. Luego de 33 años de la fatua que lo sentenció a muerte, el escritor fue apuñalado antes de dar una charla sobre la libertad de expresión.

El tema de la ofensa contra los “sentimientos religiosos” es menos complejo de lo que las iglesias pretenden presentar ante la opinión pública para, de manera estrambótica y chantajista, influir en la agenda pública y añadir su propia agenda al ejercicio del poder político.


Los llamados “sentimientos religiosos” son la serie de afectos colectivos que despiertan diversos símbolos de la fe. Es decir, no se refieren a nada tangible, sino al mero mundo de las ideas y las creencias. No se refiere a las personas y sus derechos, sino al apego emocional que las personas le obsequian a ciertos símbolos.

Por ello, ofender los “sentimientos religiosos” (es decir, cometer cualquier tipo de blasfemia, o de crítica pública, o de escarnio y burla ante ese tipo de símbolos) forma parte irrenunciable de la libertad de expresión. Limitar la libertad de expresión para que la gente no sienta lastimado el apego emocional que voluntariamente le regala a ciertos símbolos de fe es –a toda luz- un sinsentido. Si alguien no quiere que los demás se burlen de sus creencias; pues, en principio, no deberían sostener creencias chistosas.

Cuando un modelo de organización política de Estado (desde el ejecutivo, el legislativo, o el judicial) protege a los “sentimientos religiosos”, y los pone en el mismo nivel que a las personas; esa organización del poder político del Estado se asemeja mucho a la teocracia. 

La teocracia es la forma de gobierno en la que se emparejan las leyes civiles con las religiosas, y el poder real lo ejerce la autoridad eclesiástica. En la teocracia, el pecado se iguala con el delito, y las fuerzas del Estado trabajan desde y para la iglesia.

Así, hay teocracias declaradas, como las naciones islámicas de Medio Oriente; pero también hay teocracias de facto en las que -aunque tienen leyes civiles y una supuesta separación entre el Estado Laico y las iglesias- en los hechos la política y la legislación mantienen un sesgo de credo confesional. De este modo, es obvio que los gobiernos contaminados por la religión atentan contra todos los derechos humanos.

Por ello, la teocracia y el empoderamiento político de los liderazgos religiosos es detestable. En Los Versos Satánicos, Salman Rushdie escribió una frase contundente: Desde el principio, los hombres usan a dios para justificar lo injustificable.

Correo electrónico: alan.santacruz@gmail.com

Twitter: @_alan_santacruz

Facebook: /alan.santacruz.9

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