Como siempre ocurre, aquí y en otros lugares, los aspirantes están dispuestos a ceder con la finalidad de obtener más sufragios
En medio de una crisis de seguridad en el país, condiciones económicas inciertas y crisis del modelo político, arrancan las precampañas de quienes aspiran a dirigir los destinos de la nación. Hay muchos candidatos federales y locales con posibilidades de obtener algún cargo.
Como siempre ocurre, aquí y en otros lugares del orbe, los aspirantes están dispuestos a ceder y a conceder mucho de sus discursos con la finalidad de obtener más sufragios en las urnas, pero ahora vemos un fenómeno nuevo.
Los candidatos más importantes están dispuestos a ceder todas sus ideas frente a religiones que resultan influyentes y que calculan les pueden brindar los suficientes votos para gobernar.
En el fondo del argumento se encuentra una actitud mezquina y traidora que, por supuesto, los integrantes de las religiones no aprecian en su justa dimensión; basta con sentir que los toman en cuenta en un país que, por ley, debe tener un gobierno laico, para que se sientan orgullosos y honrados por la deferencia del candidato.
El tema es especialmente sensible en mi área, la salud sexual y reproductiva, porque muchas de las religiones más importantes tienen principios totalmente antagónicos con la ciencia médica, y cito como ejemplos conocidos, la regulación de la fertilidad con pastillas, dispositivos intrauterinos, y no se diga del tema del aborto, que necesita urgentemente de la despenalización a nivel nacional para terminar con la mortalidad materna y con el atropello a los derechos humanos de mujeres que están en prisión por ese “delito”.
Por supuesto, en este campo resulta indispensable una actitud laica, respetuosa de todas las religiones y principios éticos de todas las personas para articular políticas públicas acordes a la mejoría de la salud general y al respeto a los derechos sexuales y reproductivos de las personas.
Los candidatos se están comprometiendo hacia el mal y hacia la muerte de la población, con el establecimiento de compromisos puntuales con los jerarcas de las diversas religiones.
Los sexenios previos se caracterizaron por el “pago de facturas” a grupos de poderes fácticos, como sindicatos o mafias políticas, pero nunca como hoy, tuvimos candidatos comprometidos desde el arranque con perspectivas religiosas.
Incluso, el que se ostenta como candidato de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, resulta ser también el candidato de un partido religioso. Lamentable panorama, que resulta alarmante, porque al final, sin importar quién obtenga la Presidencia de la República, tendremos la certeza de que va a caminar el mismo sendero de Donald Trump, quien ya ha causado estragos.
La Unión Americana está presentando un incremento en la mortalidad materna, quizá relacionado con el manejo de los recursos que deberían ser destinados a la atención de las mujeres. No cabe duda que seguimos siendo rehenes de la economía mas allá del río Bravo.
Raimundo Canales de la Fuente
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