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Mamá del Año

Hace menos de dos semanas fue lo de Bárbara Castro García, una católica española de 31 años que rechazó abortar para tratarse un cáncer y murió, a consecuencia de ello, poco después de que su bebé cumpliera el primer año. Ahora nos llega la noticia de un caso mucho más feliz, el de Maria Pitman, una canadiense que dio a luz a su séptimo hijo, una niña llamada Johannah, rechazando tratarse de un cáncer de mama para no abortarla.

Decimos que el caso de Pitman es mucho más feliz porque eventualmente los médicos pudieron hacer lo que tenían que hacer y Pitman se curó. Por su lucha recibió de la tienda Walmart, donde trabajaba, un premio a la “Mamá del Año” de 10 mil dólares, más 100 mil dólares para donar a una organización caritativa de su elección. (Pitman eligió un campamento de adoctrinamiento cristiano donde asiste su hija Jocelyn.)

Los dos casos, por los demás, se parecen mucho, no sólo por el conflicto entre el consejo médico y las creencias religiosas de las pacientes, sino por la utilización de los mismos como medio propagandístico por parte de los fanáticos antiabortistas, para quienes no puede haber nada más sublime para una mujer que ser madre todas las veces que su dios quiera, sea que viva o muera en el proceso.

No tuve ocasión de escribir sobre el caso de Castro García aquí, pero comenté la noticia brevemente en la página de Facebook de Alerta Religión, donde se suscitó una breve discusión. A mí me resultó y me resulta repugnante la glorificación del dolor y el sacrificio, y aunque respeto el derecho a negarse a recibir tratamiento médico, ese respeto no me obliga a callar las críticas que puedo hacerle a las razones de esa negativa. Razones que parten de unas creencias que pueden hacer horriblemente insensibles a quienes las profesan. Decía Maria Pitman:

“Sabíamos desde el principio que Dios no nos daría esta vida y luego nos pediría que la quitemos.”

Desde el punto de vista de un creyente esta frasecita tan ingenua, tan sentimental, debería ser una blasfemia. ¿Cómo sabían ellos algo sobre Dios? ¿Cómo presumen conocerlo, en vista de sus equívocas indicaciones? ¿Quién le dio un bebé a Bárbara Castro García y luego la puso en la disyuntiva de abortarlo o morir? El supuesto Dios de Pitman le da a incontables mujeres, cada día, embarazos que se pierden, bebés deformes o inviables, y partos que matan a la madre.

En su ingenua alegría, Pitman suena exactamente igual que esos sobrevivientes de accidentes aéreos que, parados en medio de los cuerpos destrozados de los demás pasajeros, aseguran a los rescatistas que Dios los salvó, a ellos específicamente, por alguna misteriosa razón. No la culpo; sólo quisiera que por una vez alguien les pusiera en frente, a ella y a quienes creen como ella, un par de muestras de la vida real, en la que “Dios” no es más que la suerte esporádica de unos pocos.

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