El asesinato de Mahsa Amini, una joven kurda originaria de la ciudad de Saqez, ubicada en la provincia del Kurdistán iraní, exhibe la interseccionalidad de la discriminación de género, la violencia contra las minorías étnicas y la represión a la disidencia política que es histórica, estructural y sistemática, en la República Islámica de Irán.
Las manifestaciones sociales en protesta por la detención de Mahsa Amini por la Gasht-e-Ershad, las patrullas morales del régimen iraní, y su posterior muerte en una comisaría de policía, se han extendido a muchas ciudades del país y han logrado una visibilidad internacional que, de nuevo, exhibe las entrañas de un régimen iraní basado en la violencia, intimidación y represión de toda forma de disidencia, especialmente de lo que más teme: una revolución feminista.
Época pre revolucionaria
El movimiento de lucha por los derechos de las mujeres en Irán comenzaría en 1906 durante la Revolución Constitucional que sacudió al país, en ese entonces gobernado por la dinastía Qajar (Qayar), y durante la cual huelgas, marchas y demostraciones públicas mostraron los reclamos sociales, económicos y políticos de la sociedad, incluidos los de las mujeres que en ese momento se centraban en el uso del velo, contra la poligamia y el divorcio por repudio, así como la lucha por el matrimonio consensuado y la exigencia en la mejora e incremento en el apoyo del gobierno a la educación científica para niñas.
Uno de los resultados duraderos de estas movilizaciones fue la tendencia a crear asociaciones de mujeres. Quizá la primera de ellas, la Sociedad por la Libertad de las Mujeres (Anjuman-i Azadi-yi Zanan), se crearía como un espacio en el cual hombres y mujeres podrían discutir libremente temas políticos y sociales relacionados a los derechos de las mujeres.
Estas asociaciones primigenias serían agredidas violentamente por el estamento religioso, especialmente por clérigos de los bazares (élite de poder importante) por estar en contra de los objetivos feministas de estas agrupaciones. Las agresiones de los clérigos y sus fanáticos no se limitaron a las organizaciones sociales, niñas y maestras de escuelas para mujeres fueron agredidas y algunas asesinadas en las calles, por lo que varias de ellas tuvieron que cerrar sus puertas permanentemente.
Una de las primeras activistas iraníes, Sediqeh Dowlatabadi, sufriría la violencia de la turba en la ciudad de Isfahan, cuando fanáticos religiosos arengados por clérigos destruirían su escuela para niñas. Las autoridades acabarían encarcelando y golpeando a la misma Dowlatabadi como resultado de esta situación.
Otro ejemplo de la agresión y misoginia iraní pre-Revolución fue cuando clérigos conservadores exigieron a las autoridades el arresto de Mohtaram Eskandari por haber fundado en 1922 la Liga Patriótica de Mujeres, asociación que buscaba combatir el analfabetismo femenino y ayudar al empoderamiento de las mujeres con talleres, seminarios y conferencias.
Con Eskandari en prisión, los fanáticos incendiaron su casa, lugar en donde se llevaban a cabo las reuniones de la Liga Patriótica de Mujeres, lanzando así un mensaje intimidatorio y violento a las mujeres que quisieran organizarse y pelear por sus derechos.
La llegada al poder de Reza Pahlavi, en 1925, prometía inaugurar una nueva etapa en la lucha por los derechos de las mujeres iraníes. De hecho, muchas demandas feministas fueron incorporadas en el proyecto modernizador del nuevo Sha, quien, inspirado por el proyecto de Atatürk en Turquía, entendería que había que controlar desde el Estado el movimiento feminista.
En ese contexto, se entiende la prohibición del Sha, en 1932, de las actividades de la ya citada Liga Patriótica de Mujeres para crear en su lugar, con dinero y patrocinio del gobierno, e incluso dirigido por la hija del Sha, el llamado Centro Femenino. En ese mismo tenor se fundaron escuelas secundarias y vocacionales exclusivas para mujeres, y en 1936 se admitieron mujeres en la nueva universidad de Teherán.
A pesar de estos avances, siempre de la mano y control del Estado, el Sha nunca se atrevió a prohibir legalmente la poligamia o el matrimonio temporal (una forma de legalizar la prostitución), prácticas sociales muy extendidas en el país. Hay que destacar también que a diferencia del caso turco, que dio el voto a la mujer en 1934, en Irán el Sha no lo hizo para no provocar al estamento religioso radical.
El tema del uso del velo resultó ser más complejo de abordar para el gobierno, pues hay diversas prácticas tradicionales en Irán sobre su uso, que van desde lo rural, en donde se suele utilizar velos de colores, hasta lo urbano, en donde las mujeres citadinas usan el chador y algunas agregan el rubandeh (pequeño velo que cubre la cara) a su indumentaria callejera.
En 1936, y con el objetivo de crear una identidad iraní moderna inspirada en los patrones occidentales, el Sha ordenaría la prohibición del velo (Kashf-I hejab) para las mujeres y obligaría a vestirse con ropa occidental a los hombres.
La resistencia a esta proscripción resultó en varias mujeres golpeadas y encarceladas por usar el velo en público, la negativa de permitirles usar baños y transporte público, e incluso venderles comida a mujeres sin velo. Esta situación se mantendría durante el reinado de Mohammed Reza Pahlavi (1941-1979), aunque en la década de 1950 ya muchas organizaciones de mujeres pedían y luchaban por la igualdad derechos políticos e individuales, y de hecho el velo (chador) reaparecería como objeto de debate público pues muchas mujeres pedían usarlo por razones diferentes. Para analizar estas ambigüedades y contradicciones, recomiendo el libro de Jasamin Rostam-Kolayi y Afshin Matin-Asgari “Unveiling ambiguities: revisiting 1930s Iran’s kashf-i hijab campaign”.
La década de 1960 fue testigo de la obtención del derecho a voto para las mujeres (1963) y la creación de la Organización de Mujeres de Irán (OMI), la cual se convirtió en un paraguas de diferentes grupos y movimientos femeninos del país, bajo control estatal. La OMI estableció una red de centros educativos y vocacionales, así como asesoría jurídica en materia de matrimonio, herencia y divorcio, como también servicios de salud (incluyendo planeación familiar) y guarderías en algunos casos.
Época revolucionaria
En muchos sentidos, la revolución iraní de 1979 fue una revolución secuestrada. De ser un movimiento masivo, horizontal y con voces diversas, se islamizaría rápidamente bajo el liderazgo y represión del sistema teocrático instituido por el Ayatollah Ruhollah Musavi Khomeini. Las mujeres, así como homosexuales, socialistas, comunistas y minorías étnicas y religiosas, fueron rápidamente puestos bajo control y vigilancia estatal creando rápidamente un ambiente cultural y legal discriminatorio hacia las mujeres que, sin embargo, han logrado algunos avances significativos en espacios profesionales y académicos iraníes.
Hay que entender que mientras en la sociedad y élites académicas y culturales iraníes hay una gran variedad de opiniones y posturas en relación con las mujeres y sus derechos, la misma estructura y el sistema iraní promueven sistemáticamente políticas discriminatorias contra las mujeres.
El Gobierno no ha dudado en reprimir violentamente manifestaciones pacíficas de mujeres, utilizando para ello a la ya mencionada “policía moral”, a las milicias basiji y elementos de la Guardia Revolucionaria.
La llegada a la presidencia de Mahmud Ahmadinejad, en 2005, indicaría un incremento en la represión contra las mujeres, que fueron cruelmente intimidadas, interrogadas y arrestadas de manera sistemática. A la creación en 2006 de la campaña “Por un millón de firmas” que estaba destinada a obtener firmas de mujeres contrarias a las desigualdades e injusticias del sistema político iraní, el gobierno de Ahmadinejad contestó en 2008 con una enmienda a la Ley de Protección Familiar haciendo la poligamia más fácil, el divorcio más difícil para la mujer y criminalizando el matrimonio entre un hombre no iraní con una mujer iraní sin permiso del gobierno.
El año 2009 señalaría un momento coyuntural, no sólo en la lucha feminista iraní sino en todos los grupos críticos y opuestos al régimen. En las elecciones de ese año, y ante un fraude electoral que daba la victoria de nuevo a Ahmadinejad, explotó lo que se conocería como el “movimiento verde iraní” o “la primavera iraní”, liderado por figuras como Mir-Hossein Mousavi, Zahra Rahnavard y Mehdi Karoub. A las acusaciones de fraude electoral se sumaron rápidamente críticas a la violación de derechos humanos, a la persecución de homosexuales, mujeres y disidentes políticos. Las protestas escalaron en intensidad hasta ser las mayores vistas en Irán desde 1999. Los enfrentamientos entre los manifestantes, muchos de ellos estudiantes, y las fuerzas de seguridad, se saldaron con varios muertos, cientos de detenidos y muchos ciudadanos y ciudadanas iraníes torturadas. Entre las muertes destacó la de Neda Agha Soltan, una estudiante universitaria que sería asesinada por un francotirador con un tiro en la cabeza. La imagen, subida a redes sociales, daría la vuelta al mundo.
La internacionalización de las protestas se constata por la gran cantidad de publicaciones académicas, como el libro de Maral Karimi “The Iranian Green Movement of 2009. Reverberating Echoes of Resistance”, o el informe del Iran Human Rights Documentation Center “Violent Aftermath: The 2009 Election and Suppression of Dissent in Iran”, que nos permiten entender los intentos de resistencia en Irán así como el desmantelamiento de la lucha feminista orquestado por el régimen, que no ha dudado en encarcelar o incluso ejecutar a mujeres parte del movimiento.
Actualidad
Algunas cifras que nos ayudan a dimensionar la gravedad de la situación de género en Irán nos indican que desde la fundación de la República Islámica en 1979, entre cuatro mil y seis mil homosexuales han sido ejecutados. Sólo desde 2013 a 2022, 139 mujeres han sido ejecutadas legalmente en Irán mientras más de 180 esperan su ejecución en prisiones.
El mismo 2022 nos muestra el grado de violencia y represión a las mujeres. El 4 de enero, Zara Mohammadi, una maestra de idioma kurdo, fue detenida y encarcelada; el 27 de julio se ejecutó a Soheila Abedi y Faranak Behshti, y el 8 de septiembre se sentenció a muerte a Zahra Seddiqi Hamedani y Elham Choubdar, acusadas de “promover la homosexualidad”.
A esta represión a las mujeres y homosexuales se suma la marginación y discriminación a las minorías étnicas del país. Sobre el tema kurdo en Irán llama especialmente la atención su opresión, y sobre el mismo ya he escrito al respecto.
El asesinato de Mahsa Amini, figura en la cual convergen el ser mujer, kurda y disidente, así como las protestas sociales y la represión gubernamental, son sólo una parte de un amplio, complejo y trágico rompecabezas en el cual, si colocamos correctamente las piezas, veremos la naturaleza del régimen iraní, su persecución a toda disidencia y expresión identitaria, libre e individual que desafíe esa ingeniería social establecida por Khomeini durante una década y que su sucesor, el actual Líder Supremo, Alí Jamenei y la élite religiosa y política iraní han sedimentado.
Las grietas estructurales del régimen están a la vista de todos, no hay forma de ocultarlas en falsas reivindicaciones revolucionarias ni llamadas hipócritas a la liberación de los pueblos por parte de la élite iraní en el poder. Las calles del país, llenas de hombres, pero especialmente de mujeres, la ha desnudado una vez más.FUENTE: Manuel Ferez Gil / Informe Oriente Medio