Hoy día, la batalla por la laicidad en la sociedad está perdida, como tantas otras batallas, pero durante la Segunda República fue una de las banderas más enarboladas por el republicanismo de izquierda y por los sindicatos y partidos obreros de todo tipo, especialmente antes de los momentos revolucionarios del verano y otoño de 1934. Las líneas que vienen a continuación son una pincelada sobre ese amplio movimiento teniendo al personaje de Sixta Carrasco como excusa e inspiración.
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PRÓLOGO: Durante la Dictadura de Primo de Rivera cesó toda actividad anticlerical que había sido muy intensa y continuada en las dos primeras décadas del siglo XX. En El Socialista del 31 de diciembre de 1929, a menos de un mes de la dimisión del Dictador, el dirigente Luis Araquistain Quevedo escribía en primera plana «Necesidad de una Liga Laica». Desde ese momento, se emprendieron los trabajos para organizar dicha Liga que se materializó en marzo del año siguiente en una Asamblea magna en la Casa del Pueblo donde se aprobaron las bases y reglamento de la nueva sociedad. Como ya se estaba conformando la Conjunción Republicano-Socialista en las continuas crisis de la «dictablanda» del general Berenguer, a pesar de la iniciativa del PSOE, en la Junta Directiva de la «Liga Laica» conformada el 23 de mayo de 1930, van a predominar los elementos republicanos de distintas tendencias. Así, la presidencia recayó en la figura del pedagogo y catedrático Manuel Bartolomé Cossío, y otros primeros cargos fueron para Ramón Pérez de Ayala, Álvaro de Albornoz y Pedro Rico; los socialistas Antonio Mairal Perallos (contador) y Antonio Fernández Quer (secretario de actas) concluían la lista de cargos directivos de la Liga, reservándose el iniciador Luis Araquistain la 2ª vocalía, si bien muy pronto se convertirá en presidente. Un detalle: la única mujer de la Junta directiva fue la abogada republicana Victoria Kent, con el cargo de Vocal 1ª.
Esta «Liga Laica», con filiales en numerosas provincias, fue muy activa antes de la Segunda República, pero al proclamarse esta y seguros de un Parlamento republicano-socialista, la lucha por sus objetivos anticlericales se fue dejando en manos de las nuevas instituciones y del Gobierno Provisional, tan alejados desde el primer momento de las masas trabajadoras y tan moderadas en su programa anticlerical que su tibieza y la reacción de círculos católicos liderados por el cardenal y arzobispo de Toledo Pedro Segura, propició las quemas de conventos de los días 11 y 12 de mayo de 1931, principalmente en Madrid, Valencia y varias ciudades andaluzas como Málaga.
Este desengaño de los elementos laicos y anticlericales más radicales, va a propiciar en los días siguientes la creación de otros colectivos que querían dar un paso más en el sentido de ser contrarios a todas las religiones, no solo a la católica, comenzando por «Los Sin Dios».
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Había transcurrido poco más de una semana desde la conmoción que causó el incendio de más de cien edificios religiosos en varias ciudades, cuando Pedro de Répide, que escribía con regularidad en La Libertad (Madrid) la columna de primera plana «Espejo de las horas», en el ejemplar del 20 de mayo de 1931 daba la primicia de la constitución de la sociedad «Los Sin Dios» en un artículo titulado «La emancipación de las conciencias». Aseguraba que la citada sociedad «Los Sin Dios» no trataba de «estridencias» ni de «amenazas», y que solo obedecía en España a un «legítimo anhelo que ha tenido ya su expresión no solo en los elementos del Partido radical socialista y de otras organizaciones, sino entre los estudiantes», y que ya habían circulado algunos manifiestos propugnando la constitución de dicha Sociedad. Afirmaba que Sociedades «Los Sin Dios», además de en Rusia, existían en Suecia o en los Estados Unidos de América, de tan distintos regímenes económicos, pero que la de España no era calco de ninguna, «pues se organiza de forma independiente sin obedecer a extraños influjos ni someterse a imitaciones».
Répide afirmaba que la Comisión encargada de redactar un Proyecto de estatutos ya se había reunido en su sede de la calle Pizarro y que los fines de la Sociedad de «Los Sin Dios» eran breves y concretos:
«- Tiene por fin la emancipación total de las conciencias, liberándolas de los prejuicios y supersticiones de las religiones positivas.
– Es una organización que actuará aun después de establecidas la libertad de cultos y la separación de la Iglesia y el Estado.
– Su misión es la de un apostolado constante para desvanecer por medio del raciocinio los errores conducentes al fanatismo que establecen en sus dogmas todas las confesiones religiosas.
– No es ni puede ser apolítica, dado que sería un crimen de lesa ciudadanía y de leso progreso mantenerse al margen de la intensa lucha planteada por la liberación humana.
– Es una organización que trabaja para implantar los postulados de la justicia social».
Para terminar, Répide manifestaba que la emancipación total de las conciencias era indispensable «para el progreso político y social a que debe aspirar un Estado revolucionario», y recordaba que «la revolución no se ha hecho por completo entre nosotros».
No puede ser casualidad que menos de un año antes, el 26 de junio de 1930, Pedro de Répide emprendiese un viaje a Moscú y Leningrado, deteniéndose antes varios días en París y Berlín.
A principios de agosto de 1930 comenzó a publicar en La Libertad las crónicas de su viaje, tituladas genéricamente «La Rusia de Ahora». En el ejemplar del 11 de septiembre de 1930 escribía su crónica «Un club obrero y un Sanatorio nocturno», donde narraba su visita a un Club ferroviario que tenía 25.000 socios. En el edificio del Club había varias salas, y se detuvo en una que se llamaba «Sala de los Ateos», y que aseguraba que era el espacio de encuentro de una filial de la «Sociedad de los Sin Dios», añadiendo: «a la cual habré de dedicar en su lugar el correspondiente espacio…».
Y así fue. En el ejemplar del 2 de noviembre de 1930, cuando ya había vuelto de Rusia, abordó en su columna «La Rusia de Ahora» el tema anunciado de «Los sin Dios». Narraba su visita al local social de los «Bezbozhnik», o literalmente la «Sociedad de los Sin Dios», o «Unión de los Ateos Militantes». Informaba que la agrupación entraba en el sexto año de su existencia. «El primer Congreso se celebró el domingo de Pascua de 1925 y contaba entonces con 25.000 socios; el segundo año tenía más de un millón, y en la actualidad tiene tres millones y medio». «Los Sin Dios» trataban de unir la propaganda antirreligiosa con la socialista, editaban 17 periódicos y revistas en diez idiomas diferentes en toda la URSS y el periódico central sobrepasaba las 400.000 suscripciones. Según contaba Répide en su crónica, fue obsequiado con la insignia de la Sociedad que colocó inmediatamente en su solapa, y se trataba «de una rueda dentada cubierta en más de una tercera parte por una bandera roja» (como se ve en la imagen que ilustra el artículo).
En realidad, fue el 21 de diciembre de 1922 cuando apareció en la URSS el periódico titulado Bezbozhnik («Los Sin Dios» o «El Ateo»), y un año más tarde se publicaba la revista Bezbozhnik u Stanca («Los Sin Dios en el banco de trabajo») dirigida a los obreros industriales. Este movimiento ateo y antirreligioso propició que se creará en agosto de 1924, inspirado por el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, la «Liga o Unión de los Ateos Militantes» o «Sociedad de los Sin Dios», cuyo primer Congreso de la Unión Soviética tuvo lugar en abril de 1925, y desde entonces publicarán la revista ilustrada del mismo nombre, Bezbozhnik.
Esta experiencia soviética de Répide no cayó en el olvido, y en cuanto se proclamó la Segunda República, este escritor y periodista republicano, que había sido uno de los fundadores del diario La Libertad, lideró esta organización de ideología anticlerical y antirreligiosa inspirada en la de igual nombre de origen soviético, aunque desde el principio remarcó que no era una rama española de ella.
Pocos días después, el 23 de mayo de 1931, el diario madrileño La Tierra publicaba una columna de la «Guía Societaria» que llevaba por título «SOCIEDAD LOS SIN DIOS», y que confirmaba lo escrito por Répide:
«Ha quedado constituida en España esta Sociedad que tiene por objeto la emancipación total de las conciencias, liberándolas de los prejuicios y supersticiones de las religiones positivas…. Esta Sociedad no puede ser apolítica pues trabajará siempre para implantar los postulados de la justicia social».
También informaba el diario que se había nombrado una Comisión Organizadora que propondría un reglamento a los afiliados, y que mientras se celebraba una nueva reunión, se podían solicitar adhesiones que debían enviarse a la Calle Pizarro nº 14, sede del Partido Republicano Radical Socialista (PRRS), o a las sedes del «Ateneo Republicano Radical Socialista de la Guindalera» y del «Ateneo de Divulgación Social» de la calle San Marcos. Esta Comisión Organizadora estaba formada por Pedro de Répide, Rafael Cortés del Rosal, Luis de Tapia, José Antonio Balbontín, y a continuación se mencionaban a Sixta Carrasco y a su marido Críspulo Ruiz.
La única mujer de esa Comisión era la veterana maestra laica y feminista Sixta Carrasco (Nota 1), con más de treinta años de militancia librepensadora y anticlerical -pues ya fue vocal de la junta directiva de la «Unión Anticlerical» de Facundo Dorado en septiembre de 1902-, y que formaba parte, al igual que su marido Críspulo Ruiz, de la Junta directiva del PRRS de su barrio madrileño de La Guindalera.
La mayoría de los miembros de la Comisión organizadora de la Sociedad «Los Sin Dios» eran miembros dirigentes del Partido Republicano Radical Socialista de Madrid. Ya conocemos a Pedro de Répide, escritor y periodista, uno de lo fundadores del diario La Libertad, y de ideología republicana, siendo miembro del «Ateneo Republicano Radical Socialista de la Guindalera», que según la nota de El Socialista del día 24 de mayo, había sido el responsable de redactar el Reglamento de la Sociedad anticlerical. Rafael Cortés del Rosal era secretario del PRRS de Madrid, y debía ser también el secretario de «Los Sin Dios», pues firmaba la referida nota de El Socialista; en marzo de 1937 y hasta el final de guerra será locutor y delegado sindical de la CNT en la Emisora de radio «Unión Radio de Madrid». Luis de Tapia era poeta satírico, colaborador en varios diarios, entre ellos La Libertad («Coplas del Día»), y había estado preso en la Modelo por su defensa de la libertad de expresión durante la Dictadura de Primo de Rivera. El poeta, escritor y abogado José Antonio Balbontín no solo era miembro del PRRS, sino que poco antes, el 24 de marzo, asumió la presidencia de la Agrupación de Madrid de dicho Partido; después de fundar el Partido Social Revolucionario se integrará en el Partido Comunista de España (PCE), como pronto veremos. El escritor Antonio Hierro Muriel era otro dirigente del PRRS de Madrid y seguirá a Balbontín en su escisión y en su nuevo Partido Republicano Social Revolucionario, formando parte de su Junta Directiva; al igual que Balbontín ingresó en el PCE en 1933. Otros miembros de la Comisión también vinculados al mismo Partido eran Pascual Méndez Cuesta (uno de los hermanos de la conocida escritora y poetisa Concha Méndez), perteneciente a las Juventudes del PRRS de Madrid y al «Ateneo Republicano Radical Socialista de la Guindalera» y que se integrará en el Partido Social Revolucionario de Balbontín en 1933; durante la guerra será fotógrafo del periódico de la CNT de Madrid, Castilla Libre. Otros dos miembros de la Comisión Organizadora eran Juan Isern Romá, litógrafo, y vicepresidente del PRRS del distrito madrileño de Universidad; y Ramón Álvarez Delatte, joven abogado de la Directiva de las Juventudes del PRRS.
Por último, en representación del «Ateneo de Divulgación Social» estaban los obreros Adolfo Barea Pérez, que formaba parte de la Comisión Pro-Amnistía de dicho Ateneo y que poco después, al ser detenido en el mes de septiembre, se le mencionará en la prensa como «significado comunista», y el obrero grabador Antonio Calderón, de militancia sindicalista.
Como puede comprobarse, ninguno era un miembro de primera fila del Partido Radical Socialista, y casi todos tenían simpatías obreristas, comunistas o sindicalistas, ya en aquellos momentos o en los siguientes años. Recordemos que Sixta Carrasco y Críspulo Ruiz terminarán militando en el Partido Comunista.
Son muy escasas las noticias posteriores relativas a esta Sociedad anticlerical que debió tener una vida muy corta. Según La Tierra del 20 de julio de 1931 en su nota titulada «Los sin Dios» se comunicaba que «el próximo martes día 21 en la calle San Marcos n.º 3 (sede del «Ateneo de Divulgación Social») se iba a celebrar una Asamblea de esta Sociedad para elegir una Mesa de Discusión, aprobar el Reglamento de la Sociedad y la elección de la Junta Directiva». Y este mismo periódico informaba brevemente en su ejemplar del 7 de septiembre de 1931 que «Los Sin Dios» convocaban una Asamblea Extraordinaria para informar de las Gestiones del Comité, y los nombramientos de cargos de la Sociedad.
Por último, quizás en relación con la Sociedad «Los Sin Dios», en El Heraldo de Madrid y en La Tierra del 28 de noviembre de ese mismo año, se hacía mención a un Comité organizador de la Asociación de Estudiantes universitarios «Sin Dios» de Madrid que había protestado por la maniobra de la Asociación de Estudiantes Católicos -«una docena de estudiantes, no más»- pidiendo estar representados en el Claustro de la Universidad. En el comunicado que hicieron público, los estudiantes «Sin Dios» alegaban que si se concedía esa representación a los estudiantes católicos, también debería concederse tal derecho a su colectivo y a las asociaciones representativas de «estudiantes protestantes, espiritistas, budistas o mahometanos», «próximas a crearse», y que, además, tenían un mayor número de afiliados que la «seudocatólica».
Ahora quiero comentar dos hechos relevantes que con total seguridad influyeron en la vida tan efímera de «Los Sin Dios». El primero es el cisma que se produjo en la Agrupación del PRRS de Madrid protagonizado por José Antonio Balbontín durante el primer Congreso del Partido el 24 de mayo de 1931. Allí llevó la posición casi unánime de la Agrupación de Madrid en el sentido de romper lazos con la Derecha liberal republicana de Alcalá-Zamora por su política reaccionaria llevada a cabo en los primeras semanas de gobierno republicano. Cuando su propuesta fue derrotada por la fuerte oposición de sus lideres Marcelino Domingo y Álvaro de Albornoz -que también formaban parte del Gobierno Provisional con Alcalá-Zamora-, Balbontín abandonó el Congreso y el Partido, arrastrando consigo a varios centenares de militantes, entre ellos a Sixta Carrasco. Balbontín fundó a la semana siguiente un nuevo Partido, el Social Revolucionario, que se presentó a las elecciones generales a Cortes Constituyentes de junio de 1931, pero no todos los militantes que se fueron del PRRS ingresaron en este nuevo partido. Por ejemplo, Sixta Carrasco se mantuvo independiente y se presentó por Madrid en la fallida «Candidatura del Pueblo», participando en mítines electorales donde desarrolló reivindicaciones anticlericales de la candidatura. Finalmente, la «Candidatura del Pueblo» se disolvió; el periodo que se vivía en esos ambientes de defraudados radicales-socialistas tan próximos a los intereses obreros, era de una gran incertidumbre.
El segundo hecho se inició justo a los pocos días de fundarse «Los Sin Dios», y sin relación aparente con la misma. El 25 de mayo de 1931 llegaba a Madrid Hans Meins al frente de una Delegación de la Internacional de Librepensadores Proletarios (ILP), cuya sede estaba en Berlín, con el fin de organizar en España una filial de esta Internacional que desde noviembre de 1930 se había escindido en dos ramas, una comunista y otra socialdemócrata con sede en Viena. La ILP comunista, de la que Meins era el Secretario General, dependía de la Internacional Comunista y donde los «Sin Dios» (Bezbozhnik) de la Unión Soviética tenían el papel más influyente y relevante.
Es decir, Meins venía a España a entrevistarse con miembros del Partido Comunista para crear una «Sociedad Sin Dios», como en Rusia y que en tantos otros países ya existía, ¡pero en España se acababa de crear una sociedad con ese mismo nombre sin relación con el PCE! La sorpresa debió ser mayúscula. Por eso, la sociedad que se fundó en las tres semanas que estuvo la Delegación de la ILP se llamó «Liga Anticlerical Revolucionaria», y aunque se formaron núcleos en ciudades como Madrid, Córdoba, Sevilla y Málaga, fue en Bilbao donde, según Meins (2), se constituyó en junio de 1931 el primer grupo a partir de los elementos obreros más conscientes de la «Liga Laica», que en Asamblea habían decidido convertirse en la «Liga Anticlerical Revolucionaria», elaborando una plataforma reivindicativa, orientados por la Delegación de la ILP, y constituyéndose en filial de la misma. En el folleto de Meins donde informaba de su visita a España, se muestra una foto suya rodeado de obreros agrícolas y del redactor de La Bandera Roja (órgano de la Federación comunista Vasco-Navarra). Es importante retener las reivindicaciones que se elaboraron en Bilbao:
a) separación integral de la Iglesia y el Estado. Expropiación sin indemnización de los bienes de aquella y de los de las congregaciones religiosas; reparto gratuito de las propiedades rústicas de la Iglesia entre los obreros españoles y campesinos pobres. Creación de un fondo de seguro para los obreros parados, inválidos y enfermos, con las riquezas confiscadas a la Iglesia.
b) disolución y expulsión de los jesuitas y demás órdenes religiosas.
c) separación integral de la Iglesia y de la Escuela, supresión de la enseñanza religiosa, escuela única y laica.
d) supresión de toda subvención del Estado a la Iglesia.
e) incorporación del movimiento anticlerical a la lucha de clases revolucionaria de los trabajadores españoles.
f) propaganda a favor del «ateísmo consecuente» y del «marxismo científico». Creación de escuelas obreras marxistas y de centros culturales para acabar con el analfabetismo del campo. Organizar la expulsión en masa de la Iglesia Católica.
g) creación de una organización anticlerical revolucionaria, de obreros, campesinos e intelectuales en toda España.
Meins escribía que en dos o tres meses se celebraría un Congreso fundacional de la «Liga Anticlerical Revolucionaria» a partir de los primeros grupos organizados, pero no fue así. Meins se marchó de España cuando comenzaba la campaña de las elecciones generales constituyentes de junio de 1931, donde el Partido Comunista presentaba candidaturas en numerosas capitales y provincias, y, ya después, por la nueva situación política que se había abierto, por la represión continuada sobre el Partido Comunista, o por otros motivos, los planes de Meins no se cumplieron.
Sin embargo, en San Sebastián, y muy probablemente teniendo alguna relación con los grupos formados en mayo por Meins, el 9 de octubre de 1931 salió a la luz una Sociedad anticlerical, solo de ámbito vasco, que se llamó «Liga Anticlerical Revolucionaria». No podía ser casualidad que se llamara igual. Pero por su programa y su manifiesto fundacional no cabía duda de que se trataba de otra cosa, aunque tuvieron un mismo origen. Estaba firmado por cien influyentes personalidades e intelectuales de la vida vasca, encabezados por los hermanos Pío Baroja y Ricardo Baroja, el músico Pablo Sorozábal o Remigio Peña Cendoya, concejal de Donostia de la Conjunción Rep-Socialista, y se dirigían a los «obreros, campesinos e intelectuales de Guipúzcoa». Esta Liga, denominada muchas veces «Liga Anticlerical Revolucionaria de Guipúzcoa», fue muy activa en los meses siguientes en los pueblos de dicha provincia, pero nunca como organización de masas. Y la confusión que ha generado por llamarse igual a la de los «Sin Dios» de la ILP ha sido grande entre algunos investigadores.
Todavía surgió otra sociedad clerical desencantada de la inútil deriva de la «Liga Laica» que se estaba disolviendo como un azucarillo al calor de las insuficientes medidas anticlericales del nuevo gobierno republicano. Se llamó «Izquierda Republicana Anticlerical» (I.R.A.), teniendo una apreciable presencia mediática y una mayor actividad de propaganda y proselitismo, creándose agrupaciones y comités en numerosas provincias. Entre los firmantes del manifiesto fundacional fechado el 3 de noviembre de 1931 solo estaba un miembro destacado de «Los Sin Dios», Pedro de Répide, que se convirtió en vicepresidente 2º de la Junta Directiva que encabezó Augusto Vivero -convertido desde junio de 1931 en presidente del Partido Republicano Federal de Madrid- y que tenía como vicepresidenta 1ª a la escritora Carmen de Burgos (Colombine).
El presidente Augusto Vivero tomará la bandera de «Los Sin Dios» y unos meses después, el 19 de mayo de 1932, comenzaba la publicación del primer folleto anticlerical de la «Biblioteca de los Sin Dios», titulado «Jesucristo, mala persona», escrito por Vivero, al igual que el resto de los 23 folletos que publicó la colección, aunque cinco de ellos denunciados por el gobierno y retirados de la distribución. ¡Parecía que a los comunistas le estaban quitando el nombre de los «Sin Dios», que por derecho «soviético» les pertenecía!
Por eso, cuando por fin el Partido Comunista pudo organizar una Sociedad anticlerical, la denominó «Liga Atea», declarando que era la filial en España de la Internacional de Librepensadores Proletarios a la que añadían «Revolucionarios», pues era la facción comunista escindida el 30 de noviembre de 1930. Esta «Liga Atea» se constituyó en octubre de 1932, con una Comisión Nacional formada por dirigentes comunistas de segunda fila como José de La Fuente Álvarez, José Tébar Cifuentes o Rafael Ochoa Carrasco y al mes siguiente veía la luz su órgano de prensa que, ¡ahora sí!, se tituló Sin Dios (3). Para que no hubiera duda de su carácter comunista, en la cabecera del semanario se podía leer: « ¡Proletarios de todos los países, uníos!», «La religión es el opio del pueblo» y «Luchar contra la religión es luchar por el socialismo», consignas todas, a su vez, de la ILP comunista.
En esos meses finales de 1932 y principios de 1933, coexistieron la «Liga Atea» y su semanario Sin Dios, la «Izquierda Republicana Anticlerical» con los folletos de la «Biblioteca de los Sin Dios», y la «Liga Laica»; y además, en Euskadi, la «Liga Anticlerical Revolucionaria» de los hermanos Baroja, y en Barcelona los «Grupos Nakens» que editaban desde el 5 de enero de 1932 la revista El Ateo (4). Tal era el abrumador panorama del anticlericalismo y laicismo en el Estado español antes de que el auge del fascismo, la crisis capitalista y las luchas obreras y campesinas pusieran en primer plano la verdadera revolución que iba a desencadenarse en octubre de 1934, queriendo hacer realidad la letra de la nueva Constitución: España era una «República democrática de trabajadores». ¡Cuántas veces se mofaron los anarquistas y comunistas de este cínico Artículo primero del Título Preliminar de la Constitución del 9 de diciembre de 1931!
EPÍLOGO: Aún surge un interrogante que parece interesante: ¿Victoria Kent perteneció a «Los Sin Dios» en algún momento? Es muy probable que así fuera porque militaba en el mismo Partido Republicano Radical Socialista donde se había fraguado esta Sociedad anticlerical, y al mismo Distrito de Buenavista al que pertenecían varios de los miembros fundadores, siendo vicepresidenta de la directiva del PRRS de este distrito en julio de 1930, cuando Sixta Carrasco ostentaba en la misma el cargo de «Contador»; y además por la siguiente anécdota de la medalla con el lema «Sin Dios». Una anécdota que no ha trascendido en ningún momento, ni nadie la ha recordado hasta ahora.
Fue publicaba por varios periódicos de provincias en los primeros días del mes de diciembre de 1931 (5), copiando una nota del diario madrileño Informaciones. Hay que saber que el Gobierno provisional de la República, en el mes de abril de 1931, nombró a Victoria Kent Directora General de Prisiones, estando en el cargo hasta mediados de 1932. En ese tiempo realizó numerosas visitas a penales y cárceles de toda España. El siguiente episodio bien pudo ocurrir en su visita a Granada para comprobar el avance en las obras de la nueva cárcel de la ciudad en noviembre de 1931:
Sección Cotarrillo
Recientemente la señorita Kent y algunos ministros visitaron cierta ciudad andaluza, y fueron invitados a un banquete en el Círculo Mercantil, al que asistieron algunas señoras de conocidos sentimientos católicos.
Dicen que la señorita Kent lleva algunas veces -y afirma nuestro informador que la portaba entonces- una medallita sobre su pecho, con una inscripción única -sin ninguna imagen- que reza llanamente una frase impía: «Sin Dios».
Las timoratas damas andaluzas se apercibieron inmediatamente de tan poco angelicales palabras y acercándose en comisión a la señorita Kent, exclamaron coléricas:
“- ¿Usted dice que «sin Dios»?, pues ¡con Dios!”.
Y dejaron sola a la homenajeada.
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** En el blog de Sixta Carrasco hay una entrada sobre la visita de Hans Meins a España, la Liga Atea y su órgano mensual Sin Dios, con algunas imágenes de interés poco conocidas: https://sixtacarrascopuente.blogspot.com/2024/06/hans-meins-la-liga-atea-y-el-semanario.html
Y otra entrada con los dibujos de Ramón Puyol en la revista Sin Dios: https://sixtacarrascopuente.blogspot.com/2024/06/dibujos-de-ramon-puyol-en-la-revista.html
Notas al pie:
(1) Consultar su biografía «Sixta Carrasco Puente: maestra laica, librepensadora, feminista, republicana, comunista y represaliada por el franquismo» (2024), de Manuel Almisas Albéndiz, en: https://sixtacarrascopuente.blogspot.com/2024/05/biografia-de-sixta-carrasco-puente.html
(2) Hans Meins. «¡Arde España! Informe sobre los resultados del viaje de la delegación de la Internacional de Librepensadores Proletarios a España del 24 de mayo al 15 de junio de 1931» (Verlag f. Arbeiterkultur-Berlín, agosto de 1931). Traducido al francés: «L’Espagne en feu»-Hans Meins- París-1931. Ambas versiones están disponibles en internet.
(3) La colección disponible de Sin Dios (N.º 1-2-3-5) se encuentra en la Hemeroteca de Madrid.
(4) La colección completa hasta julio de 1936 se encuentra en la web del «Arxiu de Revistes Catalanes Antigues».
(5) El Diario de Navarra del 6 de diciembre de 1931, El Avisador Numantino del 9 de diciembre de 1931, y La Región (Oviedo) del 9 de diciembre de 1931, entre otros.