Por Real Orden del 6 de noviembre de 1930, después de haber superado la oposición, Fernando de los Ríos fue nombrado catedrático de Ciencia Política y Derecho Político en la Facultad de Derecho. Fernando de los Ríos había sido catedrático en la Universidad de Granada desde 1911. En 1926 estaría en la Universidad de Columbia.
A los pocos días, el periódico católico El Debate cargó contra esta disposición y contra el intelectual y político socialista. Las razones estribaban en que era un enemigo de la Monarquía y, como miembro de la Masonería, un enemigo de la Iglesia. Justo en aquel verano había estado cerca del Pacto de San Sebastián, aunque sin representar al PSOE, y en 1926 ingresaría en la Masonería en Granada.
Los socialistas salieron en defensa de Fernando de los Ríos a través de las páginas de El Socialista (número 6814) y arremetieron contra el periódico católico. Los socialistas opinaban que El Debate consideraba que las cátedras solamente debían adjudicarse a hombres monárquicos y amantes de la Iglesia. La tradición conservadora que defendía el periódico católico, siempre según El Socialista, era la responsable de haber llenado de mediocridades los centros educativos españoles, y la que había preferido la “filiación política” a la competencia, y la religión a la formación científica. En el artículo se aludía a los casos de Joaquín Costa y Alfredo Calderón como ejemplos de intelectuales que no habían podido acceder a cátedras, y también a cómo se había preferido a Antonio Maura para presidir la Real Academia de la Lengua frente a Menéndez y Pelayo, aunque no deja de llamarnos la atención este ejemplo, porque, aunque al final de sus días el polígrafo santanderino atemperó su beligerancia religiosa, no fue, precisamente un ejemplo de liberalismo, aunque, indudablemente, con muchísimos más méritos intelectuales para presidir la Academia que el político Antonio Maura.
Los socialistas valoraban que la cátedra ganada por Fernando de los Ríos había sido muy bien valorada por los estudiantes, y por la de la mayoría del profesorado. Por fin, pedían paciencia al periódico católico porque pensaban que se compensaría este nombramiento en la Universidad Central con algún otro de personajes afines.
Eduardo Montagut. Historiador