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Las Pascuas de Najmanides, Gramsci y San Agustín

Moisés es portador de la nueva ideología, y los sacerdotes egipcios los sostenedores de la ideología del viejo régimen.

El cordero pascual tiene su origen en la noche que antecedió al éxodo de Egipto.

Ese día, Dios ordenó que cada hogar judío en las tierras egipcias sacrificara un cordero como ofrenda sagrada y con su sangre se pintaran los pórticos de cada casa para permitir que durante la noche el ángel de la muerte identificara los hogares hebreos y sólo matara a los primogénitos de las casas egipcias.
 
Un cordero sacrificado que, con su vida y su sangre, salvaría de la muerte a los esclavos a punto de ser liberados.
 
La muerte como puente entre la servidumbre y la liberación.
 
No sólo la muerte del cordero, sino la de miles o millones de primogénitos constituirían el sendero que llevaría a un grupo de esclavos hacia los horizontes de la libertad.
 
La muerte como renacimiento de la vida, reconvertida en esperanza.
 
Hasta aquí, la interpretación más difundida del cordero pascual que los hebreos sacrificaron la noche anterior a la salida de Egipto.
 
Pero para mí no es suficiente, como no lo fue para Najmanides, el exégeta judío que vivió en España y murió en Israel durante el siglo XIII.
 
Sigamos la interpretación de este sabio para ver hasta dónde nos lleva.
 
El sacrificio del cordero es precedido por la orden divina que instruía a los judíos en el Libro del Éxodo, Capítulo 12, versículo 21: "Y Moisés convocó a todos los ancianos de Israel, y les dijo: 'Sacad y tomad los corderos por vuestras familias, y sacrificad la pascua." 
 
La tradición judía se preguntó por siglos por qué Dios utilizó las dos palabras y no una.Es decir, por qué no bastó con "tomar" el cordero y agregó "sacar". Cabe recordar que para la exégesis hebrea, ninguna palabra sobra en el texto, por lo cual es imperativo encontrarle una explicación.
 
Najmanides, recogiendo una antigua interpretación talmúdica, nos dice que el sacrificio del cordero es el retorno del pueblo judío a la observancia de los mandamientos de Dios, pues durante su estancia en Egipto la mayoría había asumido la cultura imperante de adoración a los dioses egipcios. Por ello la palabra "sacar" se refiere a sacar y abandonar las prácticas paganas, y el término "tomar" se aplica a volver a tomar las prácticas judías. Alejarse del Paganismo Egipcio y recuperar el Monoteísmo Hebreo.
 
Sin duda la opresión en Egipto no había sido solamente física. Las clases dominantes necesitan, para adueñarse de la vida y producción de los explotados, una condición previa: adueñarse de sus conciencias. Esto es lo que Gramsci llama "hegemonía". Este concepto es para el pensador italiano del siglo pasado la descripción de cómo las clases dominantes ejercen su poder sobre las clases explotadas. Según su pensamiento, la hegemonía es obtenida por una combinación de medios políticos e ideológicos. Aunque la coerción –máxima expresión de los medios políticos con los que cuentan los explotadores– es un factor fundamental a la hora de construir las situaciones de subordinación, el rol de la ideología para conseguir el consentimiento de las clases dominadas juega un papel relevante y en algunas ocasiones puede ser incluso más determinante. Las dosis combinadas de  coerción y consentimiento mutan de una sociedad a otra, pero tanto para Gramsci en el siglo XX como para Najmanides en el siglo XIII, cumplen una función central. En Gramsci, el Estado es el instrumento central que coordina las fuerzas coercitivas, mientras que el consentimiento por la dominación ideológica es llevado adelante por medio de las instituciones de la sociedad civil encargadas de construir los modelos de vida, ideales y paradigmas de entendimiento. Las organizaciones religiosas, la estructura familiar y los dispositivos sindicales son para ese pensador las principales correas de transmisión de esa dominación ideológica aparentemente no coercitiva. Por ello, cuanto más exitosa sea la tarea de esas instituciones de la sociedad civil, la hegemonía requerirá de menos coerción y violencia física.
 
Al leer a Najmanides desde Gramsci podemos dilucidar que el consentimiento del culto pagano que los egipcios impusieron sutilmente sobre los hebreos constituyó la faz ideológica de su esclavitud. Por ello, con la llegada de Moisés lo primero que se le reclama a este grupo de esclavos es una interpelación crítica hacia una cultura que, deificando una multiplicidad de dioses, unos más fuertes que otros, justificaba la dominación de unos hombres sobre los otros. El Monoteísmo hebreo, al proclamar la unicidad de Dios y al aceptarlo como el único creador de los hombres, establece la completa igualdad entre ellos. Como dice el Midrash: ¿por qué fue creado un solo hombre y no muchos? Para enseñarnos que todos somos hijos de un mismo Dios e iguales en nuestros derechos.
 
Ese cambio cultural que permitió comenzar a desatar las cadenas de la esclavitud física que impuso la coerción del Estado egipcio exige un salto que puede parecer irracional como lo son las ideas que les son presentadas a los pueblos oprimidos cuando estos aún se encuentran bajo la hegemonía ideológica del conquistador.
 
Y en efecto, el llamado de Moisés a organizarse para salir de Egipto con el fin de servir a Dios es percibido en principio como imposible e irracional. Dice el Libro del Éxodo en el Capítulo 6, versículo 9: "De esta manera habló Moisés a los hijos de Israel; pero ellos no escuchaban a Moisés a causa de la congoja de espíritu, y de la dura servidumbre." 
 
Los sacerdotes del pueblo se niegan y los propios esclavos lo rechazan pero Moisés insiste en proclamar el servicio a un solo Dios como el elemento fundante de una sociedad de iguales. Quebrar la ideología del paganismo egipcio que veía en el Faraón a un Dios y no a un hombre fue el paso inicial de la revuelta.
 
La idea de Moisés era "irracional" en el marco de la "racionalidad" egipcia, pero como afirma Gramsci en el tomo I de los Cuadernos de la cárcel (Quaderni del carcere): "El hecho de que un tipo de vida o pensamiento resulte irracional para algunos es importante porque está ahí el germen del cambio. Hay que propagarlo con todos los medios que se tengan y de este modo se empiezan a modificar las costumbres y el modo de pensar."
 
Por ello, si se lee con atención todo el texto bíblico que narra los acontecimientos previos al éxodo, lo que se observa es la disputa entre Moisés como portador de la nueva ideología y los sacerdotes egipcios como los sostenedores de la ideología del viejo régimen. Dice el texto en Éxodo, Capítulo 7, versículos 20 al 22: "Y Moisés y Aarón hicieron como Jehová lo mandó; y alzando la vara golpeó las aguas que había en el río, en presencia de Faraón y de sus siervos; y todas las aguas que había en el río se convirtieron en sangre. Asimismo los peces que había en el río murieron; y el río se corrompió, tanto que los egipcios no podían beber de él. Y hubo sangre por toda la tierra de Egipto. Y los hechiceros de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos; y el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó; como Jehová lo había dicho." 
 
Los sacerdotes egipcios a los que enfrenta Moisés convierten el agua en sangre después que Moisés lo hace; o aquellos que logran transformar sus bastones en serpientes al igual que lo hace Moisés, son los intelectuales de la clase dominante tal y cual los define Gramsci en su texto sobre los intelectuales. "Los intelectuales son los 'empleados' del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político, a saber: 1) del "consenso" espontáneo que las grandes masas de la población dan a la dirección impuesta a la vida social por el grupo fundamental dominante, consenso que históricamente nace del prestigio (y por lo tanto de la confianza) que el grupo dominante deriva de su posición y de su función en el mundo de la producción. 2) del aparato de coerción estatal que asegura "legalmente" la disciplina de aquellos grupos que no "consienten". 
 
La disputa que narra el texto se da primariamente en el ámbito de la faz ideológica de la hegemonía. Lo que Moisés necesita derrotar es el paradigma ideológico, pues siguiendo a Gramsci: "cuando la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es ‘dirigente’, sino sólo ‘dominante’, detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían". La batalla central de Moisés es esclarecer al pueblo y aclarar la contradicción fundamental: las ideas del monoteísmo contra las ideas del paganismo egipcio, que conllevaban la idea de un Faraón Dios como cúspide de la pirámide de poder. Desde esa perspectiva en que un líder se erige como divinidad es inevitable el surgimiento de un régimen totalitario. Por ello, la esclavitud es la consecuencia de esa forma de religiosidad en la que el totalitarismo es su reverso político. Y tal como explica Hannah Arendt en las conclusiones de su libro Los orígenes del totalitarismo, lo más terrible que producen los regímenes totalitarios es la idea de que los hombres son superfluos, es decir, no existen como tales en una dimensión ética. La esclavitud es la muestra más vívida de esa superflualidad. En el paganismo los hombres no poseen un valor por sí mismos sino que son el juguete de los dioses.
 
En el monoteísmo judeocristiano el hombre es el centro del universo del cual Dios es creador. La libertad es la conclusión más inmediata de esa afirmación. Cada hombre y cada mujer son libres desde el mismo momento de su creación para optar entre el paraíso o el abismo. El destino prefijado y glorificado como inevitable es patrimonio de la cultura pagana. El libre albedrío es la piedra angular de la tradición judeocristiana. Tal como afirma San Agustín en su libro II parágrafo 7 sobre el libre albedrío: "Por otra parte, si el hombre careciese del libre albedrío de la voluntad, ¿cómo podría darse aquel bien que sublima a la misma justicia, y que consiste en condenar los pecados y en premiar las buenas acciones? Porque no sería ni pecado ni obra buena lo que se hiciera sin voluntad libre. Y, por lo mismo, si el hombre no estuviera dotado de voluntad libre, sería injusto el castigo e injusto sería también el premio. Más por necesidad ha debido haber justicia, así en castigar como en premiar, porque este es uno de los bienes que proceden de Dios. Luego era preciso que Dios dotara al hombre de libre albedrío." 
 
Sin embargo, para el obispo de Hipona, el libre albedrío hace que el hombre tienda a escoger con más frecuencia el mal, por ello distingue ese término del de libertad. Y a la libertad, entendida como gracia divina, la hace depositaria de saber elegir el bien. La gracia, para San Agustín, es depositar la fe en Jesús, el cordero de Dios. Y estamos de regreso con los acordes del cordero Pascual, pero esta vez en su versión cristiana. 

Un cordero que da la libertad en la acción espiritual, tal y como el cordero pascual hebreo da la libertad en la acción cotidiana de los hombres construyendo historia.

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