En el año 1996 se cerró definitivamente el último Hogar de la Magdalena en Irlanda. Estos hogares estaban bajo la vigilancia de las Hermanas de la Misericordia y por ellos pasaron 30.000 mujeres que eran recluidas en ellos por la comisión de terribles crímenes.
El escritor y director de cine escocés Peter Mullan nos sitúa en su película-documento “The Magdalene Sisters” treinta años antes. Dublín 1964. Tres jóvenes han cometido unos execrables delitos.
Margaret es violada por su primo. Este acto no puede quedar impune ante la sociedad y la criminal (la violada) debe ser castigada convenientemente. Debe ser recluida en el convento para que expíe sus pecados, que son de tal gravedad que fácilmente pasará el restos de sus días recluida.
Bernadette es una bella joven que recluida en un orfanato (ya tiene el pecado de ser pobre) es admirada por los muchachos de su localidad. No puede ser un mal ejemplo ante los ojos de esa pacata población y para evitar “males mayores” debe pudrir esa belleza y jovialidad en el convento.
Rose es una madre soltera cuyo padre no puede sufrir la afrenta de tal trasgresión. El niño debe ser dado a una familia que le cuide convenientemente y le preserve del pecado de su madre. La “donación” de la criatura es aceptada por la joven, seguramente con la intervención mediadora de las hermanas (el robo de bebés y el negocio que de ello se derivaba no es una invención de la dictadura argentina), y a la muchacha se la envía al hogar para la curación de su alma pecadora.
Este Hogar se nutre de esta mano de obra gratuita para obtener pingues beneficios con el negocio de una lavandería. Las jóvenes son obligadas a tener un ayuno, a soportar el castigo físico, a rezar a deshoras, etc.. con el fin de resarcir sus faltas. Los beneficios del negocio son una fuente importante de ingresos para la Iglesia, así como para la manutención de las monjas que, por cierto, no comen el mismo menú que las “esclavas”.
Lógicamente al Convento asiste un sacerdote para oficiar los actos litúrgicos. Este es un hombre/de Dios, y como tal atiende en esta ambivalencia.
Hay un aspecto inquietante y es que el cierre de este negocio eclesiástico no se produce por un cambio en la forma de pensar de una sociedad, sino por el avance en la mecanización del lavado y la incorporación de lavadoras en los hogares.
Esta situación de clara ideología esclavista la vemos con la lejanía de los años (el siglo pasado, 1996), de la distancia geográfica (Irlanda) o de un movimiento religioso fundamentalista (el ultracatolicismo). En nuestro país y en nuestros días es impensable que algo similar o parecido pueda acontecer.
Nuestras normas jurídicas no permiten este tipo de desmanes. Las sectas destructivas son perseguidas y a nadie se le puede obligar a trabajar de forma esclava. Hay libertad religiosa y a nadie se le puede perseguir por razones de sexo, religión o pensamiento político. Nuestras autoridades velan por que en las instituciones religiosas se dé un trato justo a las personas que allí habitan. Hay responsables de las administraciones que visitan conventos para dar fe de la labor incansable que hacen las hermanas en la atención a personas con problemas.
Las noticias que llegan sobre algún centro donde se pueda haber dado casos de intentos de huidas, agresiones hacia algún familiar, problemas de alimentación, castigos corporales, maltrato psicológico o analogías son, sin lugar a dudas, invenciones de la judeo-masonería-roja-radical-atea.