La cruzada contra el laicismo busca, seguramente, desplazar hacia el laicismo los peligros que precisamente el laicismo trata de conjurar
Si uno, con muy mala baba, escribiese que abundan los curas que han entendido mal la frase «dejad que los niños se acerquen a mí», y que ello se debe a que los católicos tienden a la pederastia, los católicos, con toda la razón del mundo, me acusarían de todo. Y ello porque de la primera premisa -que haya muchos casos de sacerdotes pederastas- no puede jamás desprenderse la conclusión que relacione catolicismo y pederastia. Como no debería jamás desprenderse conclusiones grandilocuentes que relacionen raza gitana y delincuencia, a pesar de la alegría con la que se llegan a tales conclusiones. Pues bien, el Papa ha dicho en Londres, que los nazis y los comunistas que asolaron Europa en el siglo XX eran ateos, y por lo tanto el ateísmo es el culpable de sus masacres. Cualquier profesor de Lógica -incluso cualquier estudiante de Lógica- repudiaría la conclusión. Los ateos en Londres han montado manifestaciones de repulsa -recuérdese que Londres es esa ciudad donde circularon autobuses con eslóganes que decían: No es seguro que Dios exista, así que no tengas miedo y disfruta-. Esta cruzada emprendida por el Papa contra el laicismo -y es raro que en intelectual tan minucioso como él se entremezclen términos que no tienen mucho que ver como laicismo y ateismo- le está llevando a decir cosas muy gruesas con un punto delirante. Pues parece fácil entender que relacionar la condición de ateo de un régimen -habría mucho que discutir sobre el ateismo de los nazis, que tan místicos eran que llegaron a mandar expediciones en pos de la lanza que aguijoneó a Jesucristo y del Santo Grial- con su gusto por la eliminación del enemigo, parece indicar que sólo los regímenes ateos son capaces de esos horrores. Y mirando la Historia no parece que eso sea cierto. Los serbios aniquilaron ciudades bosnias, y eran muy religiosos: de hecho, fue la religión, el hecho de que los enemigos profesaran otra religión en un mismo territorio, una de las razones de la masacre. En una época donde el fervor religioso es uno de los principales trampolines para razonar, si se puede razonar algo así, el atentado indiscriminado, ya sea incrustando aviones en unas torres, ya poniendo bombas en unos trenes, o haciéndose explotar en un mercado, culpar al ateísmo de plantar el horror sobre la tierra, pues cuando se pierde la fe en un Dios, entonces todo está permitido, parece bastante desquiciado e injusto. Pinochet iba a misa todos los días, y no parece que eso le aliviara la necesidad de exterminar al enemigo. Videla y los otros sanguinarios dictadores argentinos también eran muy religiosos, y es evidente que no por eso se libraron de su sed de sangre: es más, estaban convencidos, gracias a la aquiescencia de la Iglesia, de que lo que hacían -tirar a barbudos de aviones, hacer desaparecer a miles de muchachos, ateos casi todos- era bueno y necesario.
La cruzada contra el laicismo busca, seguramente, desplazar hacia el laicismo los peligros que precisamente el laicismo trata de conjurar. Los peligros de que una fe cualquiera salte del ámbito privado para imponerse en la esfera pública, dictar leyes, prohibir cosas. Para ello cualquier arma parece buena: por ejemplo, la incorrección de los términos. Identificar el laicismo con el ateísmo es, así, una trampa retórica que busca, por decirlo poéticamente, echar mierda sobre un modo de organización en el que ningún Dios se meta en nuestras leyes. Lo que se ha conseguido, por cierto, es que el laicismo cada vez sea más edulcorado, y con el argumento de que hay que respetar las creencias religiosas de todos, se llega a que las creencias religiosas no respeten que haya quienes no tienen creencias religiosas, ni respeten que el Estado no tiene por qué profesar ninguna religión ni gastar fondos en ellas. Es cierto que en muchos casos donde el mandatario prohíbe a Dios, cualquiera que profese su creencia, se convierte en enemigo: pero ello no se debe a que el ateo en el poder sea más sanguinario, sino a que parece que cuando se es sanguinario sin el respaldo de un Dios, parece que la violencia está menos justificada. No parece que entre Israel y Palestina haya ningún conflicto relacionado con el laicismo, y sin embargo llevan desde el año 48 enzarzados en una guerra. No parece que el laicismo tenga mucho que hacer ni en Afganistán, ni en Pakistán ni en Irán, y son países en los que se está jugando a diario la guerra de mañana.
No es por frivolizar, o tal vez sí, pero aprovechar el hecho de que Stalin y Hitler -que no era, por cierto, nada ateo- hayan puesto el listón tan alto en el deporte de la masacre, para desprender de él que fue su ateísmo lo que les llevó a convertirse en criminales de masas, es como aprovechar que ambos lucían bigotes para inferir que el hecho de lucir bigote y el de ser asesino de masas tienen alguna relación. Pinochet y Videla también lo lucían por cierto. Así que hay más posibilidades de que la relación entre ser gobernante y criminal, se deba más a lucir bigote, que a las creencias religiosas que se profesen. Creo que ya va siendo hora de que la cruzada contra el laicismo se deje de hacer trampas retóricas para enverforizar a los ya enfervorizados, y alejar cada vez más a los que no tragan con esas trampas. El enemigo de la fe del Papa no está en quienes no creen que la fe tenga participación alguna en el modo de gobernar, sino en quienes consideran que la fe es la única que puede gobernar, imponer sus reglas, elegir sus víctimas.