En artículos anteriores hemos abordado el estudio de dos visiones muy críticas de la Revolución Francesa: la teoría conspirativa masónica y la postura conservadora de Edmund Burke. Nos quedaba la tercera postura contraria a este capital proceso que dio comienzo a la Edad Contemporánea: la interpretación tradicionalista o legitimista, en la que destacaron Joseph de Maistre y Louis Bonald.
Joseph de Maistre (1753-1821) fue un teórico político y servidor de la administración del reino de Saboya, que planteó en su obra Consideraciones sobre Francia (1797), escrita en Suiza al tener que exiliarse por la ocupación francesa de Saboya, una profunda crítica de la Revolución Francesa. Maistre fue uno de los máximos ideólogos de la Restauración.
El pensamiento de Maistre parte de una concepción providencialista de la historia. Los hombres estarían ligados a Dios, pero a los que no sojuzgaba. Los hombres actuarían libremente pero bajo la mano divina. Serían “libremente esclavos”, es decir, que actuarían de forma voluntaria pero sin poder perturbar los planes generales establecidos por Dios. Así pues, la Revolución Francesa sería un designio de la Providencia. No serían los hombres los que dirigirían la Revolución, sino que ésta los dirige y utiliza por voluntad divina. El fin de la Providencia era castigar a Francia. Los franceses eran un pueblo elegido que tenía una misión que cumplir. Pero dicho pueblo se había desviado de ese camino, por lo que la ira divina había recaído sobre él. Esa desviación tenía un precedente en la historia con la Reforma protestante al haber alejado a sus seguidores de la verdad original. Pero sería la Ilustración la causa inmediata que había desencadenado la Revolución, ya que era una filosofía subversiva, que había alejado al pueblo de la religión y contra las que el autor consideraba las “leyes fundamentales del Estado”. Pues bien, como hemos señalado, el castigo por el camino emprendido por los franceses era la Revolución. Dios empleaba, según el autor, “los instrumentos más viles”, pero obraba así porque castigaba para regenerar. De una forma nada dolorosa, Francia regresaría al orden con el retorno a la senda correcta de la religión y con la restauración de los Borbones.
Posteriormente, Joseph de Maistre publicó, Sobre el Papa (1819), en la que estableció el papel del papado en la lucha contra la supuesta decadencia histórica de la humanidad. El autor defendía la vuelta al orden, a la unión del Altar con el Trono.
Louis de Bonald (1754-1840) pasó de aceptar la Revolución -fue reelegido alcalde de Millau en 1790 y formó parte de la Asamblea departamental- a ser un feroz crítico de la misma. El desencadenante de su cambio de postura fue el momento en el que se tomaron las medidas revolucionarias contra el clero francés. En 1791 dimite de su cargo y emigra a Heidelberg, donde se encontraba el ejército del príncipe de Condé. Allí escribe su primera obra, Teoría del poder político religioso (1796), donde pretende demostrar que el hombre no puede dar una constitución a la sociedad religiosa o política. Al año siguiente, regresó clandestinamente a Francia donde comenzó a colaborar en el “Mercure de France”. En 1800 publicó el Ensayo analítico sobre las leyes naturales del orden social y, al año siguiente, una obra donde condenaba el divorcio. Napoleón le ofreció reeditar su primera obra si retiraba el nombre del rey de la misma pero Bonald se negó. La Restauración de los Borbones fue su mejor época. Fue nombrado caballero de San Luis, elegido diputado y consiguió que saliera adelante una ley que prohibía el divorcio. También fue miembro de la Academia Francesa. Bonald estaba, pues, claramente identificado con la época de la Restauración, con la defensa de la unión del Altar y el Trono. Para el autor el poder era de origen divino y la monarquía era anterior a la propia sociedad.
Por Eduardo Montagut Contreras. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea.