Las acusaciones francesas sobre una posible injerencia turca en las elecciones presidenciales del año próximo y la disputa política sobre la mezquita de Estrasburgo, impulsada por una asociación proturca, complicaron este miércoles de nuevo la ya delicada relación entre París y Ankara.
Tras varios meses de crecientes desencuentros entre los dos presidentes, con Recep Tayyip Erdogan diciendo a finales del año pasado que Emmanuel Macron necesita “terapia mental” y es una “calamidad”, la tensión se había calmado en las últimas semanas.
Esos epítetos formaron parte de la disputa sobre la publicación o difusión en Francia (Estado laico) de caricaturas de Mahoma, pero tenían un trasfondo de las diferencias entre ambos países por el intervencionismo turco en conflictos como los de Siria, Libia o Nagorno Karabaj, o sus prospecciones energéticas en aguas cuya soberanía reclaman Grecia y Chipre.
Macron afirmó, en unas declaraciones televisivas en la noche del martes, que “habrá tentativas de injerencia” turca en las presidenciales francesas de 2022, en las que él aspirará a un nuevo mandato.
El portavoz del Gobierno francés, Gabriel Attal, explicó hoy que habrá una vigilancia especial en las próximas citas electorales, y lo justificó “a la vista de lo que hemos podido constatar”, ya que en comicios recientes hubo “presiones de asociaciones” relacionadas con Turquía.
Esas presiones se habrían dirigido a la orientación del voto y también a contactos con candidatos a la hora de defender ciertas reivindicaciones.
En Francia viven unos 800.000 turcos, una parte de los cuales pueden votar en el país.
El Gobierno galo está alerta por la posibilidad de que profesores o funcionarios enviados para atender a esa comunidad puedan realizar una acción política.
París también ha detectado injerencia a través de las informaciones contra Francia de medios turcos, oficiales o inspirados por el poder, en los que se califica a este país como islamófobo o no amigo de los musulmanes, como ocurrió con la defensa del laicismo que hizo Macron durante el homenaje al profesor Samuel Paty, asesinado por un islamista en octubre.
En un país que ha sufrido numerosos atentados islamistas en los últimos años, preocupa también el llamado “islamo-nacionalismo” inspirado por Erdogan.
POLÉMICA POR UNA MEZQUITA
El Gobierno turco o asociaciones financiadas por Ankara envían a imanes o financian mezquitas en este país, y precisamente uno de esos templos, todavía en construcción, ha complicado hoy un poco más la situación.
Se trata de la mezquita que construye en Estrasburgo (este) la asociación proturca Millî Görüs, vinculada a Erdogan.
Cuando esté terminado el edificio, con 7.000 metros cuadrados de instalaciones para biblioteca, aulas y otros servicios, será la mayor mezquita de Europa, según sus promotores, que calculan un presupuesto de unos 32 millones de euros.
El ministro del Interior francés, el conservador Gérald Darmanin, recurrió ante un juez administrativo la decisión del Ayuntamiento de la ciudad de conceder una subvención de 2,5 millones a la construcción de la mezquita.
El portavoz del Gobierno recordó hoy, al término de la reunión del Consejo de Ministros, que esa asociación “recibe financiación extranjera” y no ha reconocido la carta de valores de la República Francesa, como sí han hecho otras organizaciones musulmanas para mostrar su respeto a los principios nacionales de democracia y laicismo.
La alcaldesa de Estrasburgo, la ecologista Jeanne Barseghian, aseguró hoy en unas declaraciones televisivas que la mezquita es un “proyecto antiguo” con un apoyo “global” de las fuerzas políticas locales.
Barseghian añadió que el Gobierno central nunca les transmitió ninguna alerta sobre la asociación Millî Görüs, por lo que acusó a Darmanin de hacer una “instrumentalización política” del asunto.
Para las autoridades francesas, esa asociación no tiene vínculos terroristas pero sí es ultrarreligiosa y contraria a los valores laicos de la República.