Asóciate
Participa

¿Quieres participar?

Estas son algunas maneras para colaborar con el movimiento laicista:

  1. Difundiendo nuestras campañas.
  2. Asociándote a Europa Laica.
  3. Compartiendo contenido relevante.
  4. Formando parte de la red de observadores.
  5. Colaborando económicamente.

La sotana del Estado laico. La difícil separación Iglesia – Estado el caso de Chile

Desde hace más de 100 años que la Iglesia no era espetada de manera tan fuerte por un ministro de Estado como cuando Rodrigo Hinzpeter le dijo, hace unos días, que una propuesta de indulto estaba fuera de su competencia. ¿Qué pasó con la sempiterna influencia de la Iglesia Católica en el Chile del 2010?
 
Sebastián Piñera, el 11 de marzo de 2010, en momentos en que era investido con la banda presidencial frente al Congreso Pleno y le correspondiera hacer su juramento dijo, expresamente, “Lo juro” y  no, “Lo prometo”. Esta simple frase denotó la profesión de una fe religiosa por parte del recién investido Presidente, a diferencia de sus antecesores en el sillón presidencial que de manera expresa demostraron su prescindencia a una iglesia en particular.

Ese “Lo juro”, no fue indicativo, por cierto, de que nuestra República se sostenga en una comunión Iglesia-Estado, a la manera de los Estados integristas islámicos, pero sí da cuenta de una estrecha relación entre el poder temporal y espiritual y cuya separación es muy reciente en la larga historia de la humanidad.

El laicismo: una negociación constante

La Historia de Chile de la construcción de un Estado laico fue un proceso paulatino que se dio durante el siglo XIX con hitos, como  las denominadas “leyes laicas”, que crearon un Registro Civil, el Matrimonio Civil y los Cementerios Laicos, que datan de 1883-1884. “Después de la Guerra del Pacífico, el país se abocó al tema de la laicización de la sociedad que, si bien, no era una demanda inminente ni general, fue emprendida por los liberales de la época ante la necesidad de generar espacios públicos vitales para construcción de una sociedad civil”, dice la académica de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile e historiadora Sofía Correa Sutil.

El Presidente Santa María, impulsor de las leyes laicas, evita una separación expresa Iglesia –Estado en ese momento, “porque teme una revolución y además, requiere del apoyo de la Iglesia en otros flancos, como es la integración y unidad nacional, a través de una Iglesia también nacional, de los territorios recién conquistados en el norte de Chile producto de la reciente guerra”, explica.

La separación entre la Iglesia y el Estado en Chile,  finalmente se produjo con Arturo Alessandri Palma, en un momento en que el Vaticano veía peligrar su poder frente al inminente avance de los sistemas totalitarios en orden internacional. De aquí que negociara con Mussolini un Concordato y se abriera a la posibilidad de ir avanzando en el mismo camino con otros países católicos. “Cuando los militares llaman de regreso de su exilio en Italia a Alessandri, es él quien trae la negociación en las manos y se la impone a la Iglesia chilena. Incluso el arzobispo de ese momento señala su molestia diciendo: El Estado se separa de la Iglesia, pero la Iglesia no se separa del Estado. Lo que se negocia, finalmente, es el financiamiento de la Iglesia por parte del Estado, con exenciones tributarias que se mantienen hasta el día de hoy”, explica la académica y autora del libro Con las riendas del poder. La derecha chilena en el siglo XX . Con estas prerrogativas, la Iglesia tomó a la educación como su arma de lucha y a los pocos años funda la Universidad Católica.

Sin embargo,  la sociedad chilena continúa en un proceso de laicización donde la  Iglesia Católica mantiene un determinante ascendente en materias que van mucho más allá de las cuestiones espirituales. Sus brazos políticos estaban en el Partido Conservador, un partido confesional que asumía la defensa de los intereses y perspectivas de la Iglesia Católica y luego, la Falange Nacional en 1939 y, el posterior, Partido Demócrata Cristiano, en 1957.

Muchos católicos, pocos fieles

Según los datos del Censo Nacional de Población de 2002,  el 91 por ciento de la población mayor de 15 años declara pertenecer a alguna religión organizada y de ellos, un 70 por ciento se declara católico, en tanto, un 15,1por ciento se adscribe a las diversas iglesias evangélicas. Un escuálido 2,2 por ciento dice pertenecer a Iglesias como las Ortodoxas, al Judaísmo, Islam, Testigos de Jehová y Mormones. Estos porcentajes molestan a todo el universo extra católico, cuando es en razón de estos números la importancia y la voz que se les da en la convivencia republicana, muchas veces asignados por los medios de comunicación, donde los más poderosos están en manos de empresarios ligados al conservadurismo católico. De aquí que no sea extraño que durante los siglos XIX y XX, que los evangélicos, en sus diferentes versiones, hayan estado junto a masones y los partidos políticos no confesionales en la lucha por la construcción de una sociedad más laica.

“No creo equivocarme al afirmar que las mayores barreras para que las organizaciones religiosas se adapten a una convivencia y a una participación en la deliberación pública que sea coherente con la realidad de una sociedad laica y plural, se encuentran no tanto en su interior, como en su exterior: una clase política y unos medios de comunicación que no han terminado de adecuarse al país real”, acusa el Pastor Presbítero de la Misión “Iglesia Pentecostal”, Juan Sepúlveda, llamando la atención respecto del rol que juegan otros actores en el escenario democrático.

“Tienen razón  los evangélicos cuando acusan la falta de una configuración de un espacio plural, puesto que es preocupante la distancia entre los representantes de la ciudadanía y la ciudadanía misma. Esto ha producido hoy una crisis de representatividad que está comprimida en el binominal que impide la pluralidad”, acusa la coautora del libro Ciudadanos en Democracia, Sofía Correa. “Son complicadas las relaciones entre la Iglesia y Estado- arremete-,  puesto que implican permanentes negociaciones. Pensemos durante la dictadura, cuando la Iglesia fue fundamental como un espacio para la discusión política y para concertar a los actores del momento, pero al mismo tiempo, tenía un Vicariato Castrense, le daba la comunión a Pinochet y no excomulgó a nadie… por lo que son relaciones muy complejas”.

Indulto Bicentenario

Aunque el cardenal Francisco Errázuriz aparezca sonriente y diga que la negativa presidencial a la propuesta realizada por la Iglesia Chilena sobre el Indulto Bicentenario le parece una buena decisión, a todas luces esconde un enorme fracaso. La que hasta hace pocos años era considerada como la reserva moral de nuestra sociedad dada la dura lucha en favor de los derechos humanos durante la dictadura, se enfrenta con el profundo rechazo que concitó en la población la iniciativa de la Conferencia Episcopal, por su parte, y las Iglesias Evangélicas, por el suyo. La más palpable muestra de que algo cambió en Chile, en muy poco tiempo, tan rápidamente que ni ellos pudieron percatarse de lo impopular que sería abogar por una reconciliación nacional indultando sin distingos a quienes sufren penas de cárcel.

¿Qué sucedió con el prestigio e influencia de la Iglesia Católica? “Yo diferenciaría prestigio de influencia, aunque ambas han sufrido un deterioro por procesos mundiales y locales. Las razones las atribuiría, primero, a un creciente proceso de secularización de la sociedad chilena y luego, al terrible menoscabo producto de las acusaciones por abusos de menores, tanto en Chile como en el exterior”.

La influencia actual de la Iglesia también depende de los ámbitos de los que se trate, puesto que es innegable que su voz cala hondo en temas valóricos, como el aborto. Sin embargo, hay otros en los que los mismos actores políticos no están dispuestos a que participe como lo hizo en el pasado. Fue el mismo ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, en un hecho inédito de nuestra Historia republicana de los últimos cien años, quien le marcó la cancha a la Iglesia diciéndole que el de los indultos era un ámbito fuera no era de su competencia.

“Me gustó mucho la declaración del ministro Hinzpeter –dice el recientemente elegido Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, Luis Riveros-. La Iglesia tiene sus asuntos y eso es naturalmente así”.

“Después de más de 40 años de continuado estudio y meditación sobre la Iglesia (mi campo de especialización) sospecho que ha llegado el momento crucial para ella: o cambia valientemente, encuentra así su lugar en el mundo moderno y metaboliza el proceso acelerado de globalización, y ahí tendrá mucho que decir, o se condena a ser una secta occidental, cada vez más irrelevante y vaciada de fieles”, afirma el teólogo Leonardo Boff, en un reciente artículo titulado Dónde está la verdadera crisis de la Iglesia. Palabras que pueden caer en el vacío si es que la institución no se abre a escuchar ni lo que dice su enorme grey a través del rechazo al indulto. Con todo, el grito que se escucha desde lejos, es como lo sostiene el sacerdote marianista, José María Arnaiz,  en el título original de su columna publicada en la revista religiosa Vida Nueva: Reforma, ya.

El desafío de la Iglesia Católica frente al Estado chileno es cómo realizar estos cambios que parecen tan necesarios sin por ello dar muestras de debilidad que le hagan perder influencia en la sociedad. Queda por verse de qué manera se adecua a los nuevos tiempos y cómo el actual gobierno la recibe.

Total
0
Shares
Artículos relacionados
Total
0
Share