Comentarios del Observatorio
La administración anterior había dado algunos pasos hacia la laicidad institucional, y ahora esta nueva corporación deshace todo el camino. En este caso, la alcaldesa vuelve a retomar la participación institucional en actividades religiosas, de una religión particular, asistiendo en calidad de alcaldesa y no a título particular.
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María José Catalá ha devuelto el protagonismo a los actos religiosos después de que el dirigente de Compromís los descafeinara alegando una supuesta neutralidad de las administraciones
La gestión que el anterior equipo de gobierno municipal en la ciudad de Valencia, conformado por Compromís y el PSPV-PSOE, tuvo como una de sus principales características el sectarismo, dividiendo así a los vecinos. Como consecuencia, el ateísmo promocionado por el exalcalde Joan Ribó se llevó a extremos antes inimaginables.
Solo así, por ejemplo, se entiende, que el antiguo regidor impidiera que la procesión cívica del 9 de Octubre, Día de la Comunidad, entrara en la Catedral levantina. El argumento esgrimido era que tanto la Señera como el Ayuntamiento no tenían carácter religioso y, por ende, debían mantenerse al margen de la celebración activa de actos católicos.
En cambio, con María José Catalá al frente de la alcaldía de Valencia, la capital del Turia ha recuperado el respeto por las tradiciones. Ya lo hizo y se demostró el pasado 5 de enero con la Cabalgata de los Reyes Magos, pero en la Semana Santa este aspecto se ha visto reforzado.
Ribó, en un balcón y no como alcalde
Durante los ocho años del nacionalista al frente del Consistorio, la presencia del primer edil en días tan importantes como emotivos para buena parte de la sociedad valenciana como son los de Semana Santa ha sido poco menos que residual. En un par de años Ribó estuvo. Pero, eso sí, marcando perfil propio y dejando entrever que los actos de la Iglesia Católica, como buen ateo que es, le representan entre cero y nada.
De hecho, no acudió como alcalde, en calidad de autoridad, al lugar que le tocaba. Como el que no quiere la cosa, en un ‘sí pero no’, presenció una de las procesiones desde el balcón de un particular. No quiso estar representando al millón de valencianos que, entre la capital y pedanías, habita la tercera capital de España. Ahora bien, en 2023, y con todas las encuestas en contra, el dirigente de Compromís vio la luz, no se sabe si al nivel de San Pablo, y se fotografió en diversas cofradías. Hubo gente que le llamó milagro. Otros, urgencias demoscópicas.
Por el contrario, Catalá ha querido recuperar la relación entre la ciudad de Valencia y la Semana Santa. No solo lo la hecho promocionando las distintas procesiones en particular y todos los días festivos en general, sino que ha sido ella la que se ha puesto a pie de calle para dar buena muestra de ello: «Toda Valencia estamos volcados en la Semana Santa de todos, que es la Marinera. El Ayuntamiento siempre va a proteger el protagonismo principal que tiene el Cabañal, Cañameral y el Grao en la Semana Santa porque es la de Valencia. No hay otra. Esa es a la que venimos los valencianos a ver y a vivir, con sus procesiones y sus actos religiosos», comenta Catalá.
Naturalmente, esos términos se alejan sideralmente del discurso que Ribó y sus socios del PSPV-PSOE pronunciaron entre 2015 y 2023, siempre evitando cualquier mención a la religión católica. En cambio, la alcaldesa se ha distanciado de esa postura sectaria y aboga por el mantenimiento de lo tradicional. Es más, la ‘popular’ no solo está siendo parte activa de las procesiones de la Semana Santa al igual que otros miembros de su equipo de gobierno, sino que, además, ha sido nombrada la primera primera edil en desfilar con los Granaderos del Cabañal, un colectivo que, siguiendo lo anterior, le ha condecorado por ser «una defensora de las tradiciones valencianas y de la Semana Santa Marinera».
Cabe destacar que, ya el pasado 9 de Octubre, Día de la región, Catalá retomó que la Real Señera, después de los ocho años de Ribó, volviera a entrar en la Catedral durante el Te Deum. En tal hecho, los concejales y diputados de la izquierda se negaron a entrar al templo y lo rodearon, esperando a que la enseña autonómica saliera.