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La Semana Santa jerezana, en los años de la Segunda República

En 1931, la Corporación, presidida por el alcalde Santiago Lozano Carralón, acude a los Divinos Oficios del Jueves Santo, en la Colegial, y las fuerzas militares, visitan los sagrarios. En los años posteriores, las cofradías acuerdan no salir

COMENTARIO: Pese al carácter antirepublicano y procatólico del artículo, se admite que son las propias cofradías las que deciden no salir en procesión durante la semana santa. La II República, a lo único que obliga a la iglesia, es a que se atenga a las normas de orden público previstas para cualquier tipo de manifestación que use la vía pública. En ningún momento se prohiben las celebraciones religiosas, y mucho menos en el interior de sus templos. Sólo las procesiones, al contrario de lo que hoy pasa, dondoe los ayuntamientos ofrecen todo tipo de facilidades y están exentas de cualuier permiso o control sea de tráfico, limpieza de cera, o cualquier otro problema para la ciudad, durante la II República, se les exige la comunicación gubernativa como a cualquier otra organización, sin privilegios de ningún tipo.

El articulista, incluso parece dar a entender como si la República actuase en contra de las creencias religiosas y pese a ello los templos se llenavan de fieles. Y el colmo es del artículo está al final con las famosas quemas de iglesias, que efectivamente en algunos casos se produjeron fruto del clericalismo que pretende mantener su poder. Y no se tienen en cuenta las palabras del el obispo de Cartagena, quien dijo en una misa celebrada con los nacionales: “Benditos sean los cañones si en las brechas que abran florece el Evangelio”, palabras, que al parecer rezuman caridad cristiana.


L a Segunda República Española se declaró el 14 de abril de 1931, tras las elecciones municipales celebradas dos días antes. En la Constitución republicana se declaraba el principio de laicidad del estado español y la separación Iglesia – Estado.

Días antes, el 2 de abril de 1931, Jueves Santo, asisten a los divinos oficios, celebrados en la antigua Colegial – hoy catedral – una representación de la corporación municipal jerezana, presidida por el alcalde Santiago Lozano Carralón, acompañado de los tenientes de alcalde Manuel María González Gordon y Bartolomé Domínguez Romero, del capellán de la ciudad, Bartolomé Orellana, del secretario del Ayuntamiento, José Ríos Flores y del mayordomo, Francisco Mariscal.

Los sagrarios de los distintos templos son visitados, como era costumbre, en aquellas fechas, por miembros de las fuerzas militares, acuarteladas en Jerez, pertenecientes a los regimientos de Cazadores de las Navas y a los Lanceros de Villaviciosa. Así como también visitan los templos, efectivos de la Guardia Civil, lo mismo que las comunidades religiosas y mujeres acogidas en casas de beneficencia. Para el sábado santo se anuncia en el Teatro Villamarta, la actuación del célebre pianista polaco Arturo Rubinstein, con obras de Chopín, Bach, Prokofieff, Albéniz y otros.

La ciudad vive pacíficamente la transición que atraviesa el país que, como alguien dijo, se acostó monárquico y se levantó republicano

Pero la Semana Santa de 1931 transcurre como otros años, sin ningún tipo de problemas. Las procesiones salen a la calle con toda normalidad y las mujeres jerezanas ponen en les calles y templos el acostumbrado tipismo de sus negras mantillas. Una joven y nueva saetera, llamada María Aguilar Barea, asombraría al público, cantando sus hermosas saetas en la calle Larga, a las imágenes más queridas, como las del Cristo y la Soledad. Por cierto que desde un balcón, frente a la iglesia de la Victoria, un sacerdote lanzaría el acostumbrado anual sermón, a la salida de su templo, del paso de la Virgen de la Soledad., "la Virgen de las coronas", como era conocida, por las que anualmente llevaba colgando de los varales de su palio.

Pero todo esto cambia, cuando llega la Semana Santa de 1932, siendo alcalde Francisco Germá Alcina. Ni salió la Soledad, ni el Cristo, ni ninguna otra; cumpliendo acuerdo adoptado por todas las hermandades, debido al clima antirreligioso y de inseguridad que se vivía en nuestro país. Celebrándose, a cambio, solemnes cultos a sus titulares en todos los templos donde radicaban cofradías, con masiva asistencia de sus hermanos y devotos. Como por ejemplo, en San Miguel, la Hermandad del Santo Crucifijo de la Salud reunió a más de doscientos hermanos y numerosos fieles de la parroquia, manteniendo expuestas al público sus veneradas imágenes, que no dejaron en ningún momento de ser visitadas; como ocurrió en las sedes de las demás hermandades con sus venerados titulares.. En la Victoria no faltaron las saetas de Aliaño a la Virgen de la Soledad, ni el canto de parte del Miserere por la Schola Cantorum Carmelitana, que dirigía el maestro Francisco Navarro. Y en San Telmo actuó la Capilla Ceciliana, cantando el Staba Mater, con todas las dependencias de la ermita abarrotada de fieles, predicando el canónigo magistral de la Colegial don Bernardo Martí Raro quien dirigió el rezo de una corona dolorosa. En todos los templos celebrose, también, la ceremonia del rompimiento del velo. Y representaciones de todas las hermandades hicieron guardia en la Colegial, en la vigilia al Santísimo.

Lo mismo ocurriría en la Semana Santa de 1933, con las cofradías ausentes de nuestras calles, celebrando cultos extraordinarios en el interior de sus templos, con todas las imágenes expuestas a los devotos. En las Angustias, ante sus sagradas imágenes, con la Virgen luciendo su precioso manto bordado del siglo XVII, hubo corona dolorosa, y canto del Staba Mater y versículos del Miserere por la Schola Cantorum, predicando el ex capellán de la Armada, don José Llauradó Piñol. Fuera, gran parte de la plaza estaba atestada por el enorme gentío que acudió a estos actos religiosos, siguiéndolos desde la calle.

Mientras que en la capillita de la Yedra, el Cristo y la Virgen de la Esperanza estuvieron expuestos todo el Jueves Santo, con el público ocupando casi toda la Plazuela, oyéndose muchas saetas dentro y fuera del templo. En los Desamparados, la Hermandad de la Coronación, además de sus cultos y besamanos a la Virgen, colocada en el suelo, en la sala de juntas ofreció una comida a treinta y tres niños pobres del barrio. Igualmente destacaron los oficios celebrados en los templos de Santiago, San Miguel y San Marcos, así como en las demás sedes canónicas de hermandades. En San Mateo, el día en que salía otros años, la imagen de la Virgen del Desconsuelo estuvo expuesta en su paso con toda la candelería encendida.

En vísperas de la Semana Santa, dimitió el alcalde señor Germá Alsina.

Llegamos a 1934 y Jerez sigue sin tener en las calles sus tradicionales procesiones. Pero en todos los templos se celebran con inusitado esplendor los divinos oficios, propios de esos días. En San Miguel, a la misma hora de su anual salida de madrugada, la Hermandad del Santo Crucifijo celebra un solemne vía crucis por el interior del templo y a las doce del medio día, con la predicación del P. Llauradó Pîñol, los hermanos y fieles asistentes participan en el ejercicio de las tres horas de Santa Agonía de Divino Redentor en la Cruz.

El alcalde señor Narváez Ortega, que había sustituido a Germá Alsina, anuncia que había sancionado a dos individuos que habían manifestado que arrojarían una piedra a la imagen del Cristo de la Expiración, cuya hermandad había contratado esa Semana Santa a la Banda Municipal, para que actuara durante ocho horas, en honor de sus sagradas imágenes titulares. Nuevamente se suceden en San Telmo las grandes afluencias de devotos que abarrotan todas las dependencias de la ermita, ansiosos por contemplar al Cristo y a la Virgen del Valle, ocupando gran parte de la plaza a la hora de su anual salida, cantándose numerosas saetas.

En todos los templos de los que salen procesiones, se celebran igualmente los acostumbrados cultos en homenaje a sus cristos y vírgenes. Un año más tampoco salen las procesiones a la calle, para realizar su estación penitencial a la Santa Iglesia Colegial

Llega 1935 y el ambiente político parece que es algo más propicio para la salida de las cofradías. Don Manuel María González Gordon, presidente de la Hermandad de la Soledad, preside con su directiva los cultos en honor de la Virgen de las Coronas, resultando insuficiente la iglesia de la Victoria, para contener tantos devotos.

Se da la circunstancia que el nuevo alcalde es don Juan Narváez Ortega, el cual encontrándose indispuesto en su domicilio, es visitado por una comisión de las cofradías que ya proyectaban constituirse en federación local, presidida por el arcipreste de las iglesias de la ciudad, P. Juan Ruiz Candil e integrada por los cofrades don Federico Mantaras García Pelayo, don José Esteve Guerrero, don Cristóbal Romero García Pelayo y varios concejales católicos, solicitando del alcalde su apoyo para sacar las procesiones; el cual da su plácet, para que se dirijan al gobernador civil, don Luis de Armiñán, prometiendo apoyarles en todo lo que estuviese en su mano. Los comisionados elevan al gobernador una solicitud de autorización para la salida de las cofradías, al par que le invitan a que pase esos días, en Jerez, y le piden declare festivos el jueves y viernes santo. La autorización de la autoridad gubernativa da lugar a que se restablezcan de nuevo, en nuestra ciudad, los desfiles procesionales, que vuelven a lucir en nuestras calles con todo el esplendor de años anteriores a la prohibición, que dejó a Jerez tres años seguidos sin procesiones.

Estaba la ciudad tan satisfecha que, al llegar al Domingo de Resurrección, el diario "El Guadalete", haciéndose portavoz de todos los jerezanos, publica en primera plana un recuadro, en el que "tributa un aplauso fervoroso a los señores gobernador civil, alcalde, jefes de la fuerza pública y personal a sus ordenes, por el exquisito celo desarrollado en la custodia del orden admirable que ha presidido los magníficos actos religiosos de nuestra brillante Semana Mayor".

Se dio, además, la circunstancia de que esos días, unos desalmados habían intentado incendiar la ermita de San Telmo, rociando con gasolina la puerta de la misma y metiéndole fuego, el cual sería apagado por los propios vecinos del barrio. La policía, por otro lado, había desarticulado, en Jerez, una organización extremista, que proyectaba cometer diversos actos de sabotaje, relacionados con nuestra Semana Santa.

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