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La religión modela las leyes que se gestan en Washington

Un millar de ‘lobbistas’ religiosos gastan 390 millones de dólares al año para influir en el Capitolio y la Casa Blanca

Washington es la capital de los lobbistas. Se dice que el término se acuñó en el lobby del Hotel Willard de Washington durante la presidencia de Ulysses Grant (1822-1885). Después de una larga jornada en el Despacho Oval, Grant solía ir caminando al Willard, situado muy cerca de la Casa Blanca, para tomar un brandy y fumar un puro. Muchas personas acudían al lobby del hotel para tratar de influir en el presidente, de ahí que se les llamara lobbistas.

Los lobbistas tienen incluso una calle en la capital, donde se concentra la mayor parte de los grupos de presión: la calle K, que se ha convertido en un símbolo de su poder. Este año hay 12.220 lobbistas federales registrados en la capital, ligeramente por debajo de los 12.941 de 2010 y de los 14.861 de 2007, según la ONG Center for Responsive Politics.

Farmacéuticas, bancos, fabricantes de armamentos, inmobiliarias, aseguradoras, constructores e incluso grupos religiosos gastan cada año millones de dólares en tratar de influir en el Congreso, el Pentágono y la Casa Blanca. En su conjunto, los lobbies se gastarán este año unos 2.454 millones de dólares en tratar de marcar la agenda política de Washing-ton, según los datos de la ONG.

En los últimos años se ha registrado un aumento significativo de los lobbies religiosos activos ante el Capitolio y la Casa Blanca. Aunque forman parte del panorama político de Washington desde el siglo XIX, su número se ha multiplicado por cinco en las últimas décadas, pasando de unos 40 en 1970, a más de 200 en la actualidad, según un reciente estudio del Pew Research Center.

Los lobbies religiosos gastan unos 390 millones de dólares al año en tratar de influir en la política estadounidense: en cuestiones nacionales por ejemplo el aborto, la pena de muerte, el matrimonio homosexual, la investigación con células madre o las relaciones entre Iglesia y Estado e internacionales, como la promoción de los derechos humanos, la paz y la democracia.

Un 19% de esos grupos de presión son católicos; un 18%, evangelistas y un 12%, judíos

Un millar de lobbistas religiosos trabajan en el área de Washington. Para influir en política organizan campañas públicas, firman peticiones, escriben cartas a los congresistas, realizan campañas en internet, participan en manifestaciones o testifican ante el Congreso.

Allen Hertzke, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Okla-homa y autor del estudio, se muestra "sorprendido por el número de grupos, su tamaño y su presupuesto, así como la gran diversidad y amplitud de asuntos de sus agendas. El lobbismo religioso es ahora permanente y de un tamaño considerable en la escena política washingtoniana".

El 19% de los lobbies religiosos que tratan de influir en Washington son católicos romanos, el 18% evangelistas, el 12% judíos y el 8% pertenecen a otras iglesias protestantes, según precisa el documento. Los grupos de presión católicos, protestantes y judíos son los más numerosos (124 grupos en total), ya que juntos constituyen el 58% de los grupos religiosos que hacen lobby en la capital.

Sólo un 1% son seglares, pese a que el 10% de la población es no religiosa

El instituto Pew también constata que en los últimos años otros grupos religiosos budistas, bahaíes, hinduístas, musulmanes o sijs han abierto sedes en Washington, conscientes de que si quieren que su voz sea oída en los corredores del poder tienen que estar presentes allí. Por ejemplo, hay 17 lobbies musulmanes en Washington, prácticamente el mismo número que los grupos de presión de otras iglesias protestantes no evangelistas.

Administración accesible a los judíos

Rajdeep Singh, director del Law and Policy for the Sikh Coalition, es consciente de la importancia de tener una sede en Washington: "[Los sijs] no tenemos los votos, no tenemos el dinero y no tenemos a gente dentro [de la Administración]. Por eso tratamos de construir coaliciones con otras organizaciones y utilizar los medios sociales".

Sólo el 1% de los lobbies estudiados por el Pew Research Center defienden intereses seculares, ateos o humanistas, a pesar de que el 10,3% de los estadounidenses se declara no religioso, ya sea ateo, agnóstico o que considera que la religión no es importante en su vida.

El rabino David Saperstein, que lleva tres décadas haciendo lobby en Washington, asegura que la Administración de Barack Obama es una de las más accesibles. "Muchas veces no tenemos que llamarles. Nos llaman ellos porque quieren que apoyemos su política", explica Saperstein. Curiosamente, algunos grupos proisraelíes reprochan a Obama su política con Israel y creen que puede costarle votos entre los tradicionales votantes judíos del Partido Demócrata.

Entre los grupos que más gastan en lobby religioso en Washington destaca el American Israel Public Affairs Committee, que se describe como un "lobby proisraelí en EEUU". Ese AIPAC invirtió en 2008 unos 88 millones de dólares en hacer lobby en Washington.

Los lobbies religiosos en Washington han pasado de ser unos 40 en 1970 a los 200 registrados hoy

Le siguen la Conferencia Episcopal de EEUU, muy activa en su oposición al matrimonio homosexual y al aborto, que se gastó 26 millones de dólares en 2009. En tercer lugar está la organización cristiana conservadora Family Research Council, que hizo uso en 2008 de más de 14 millones de dólares, seguido de cerca por el American Jewish Commi-ttee (Comité Judío Estadounidense) que invirtió 13 millones de dólares en hacer lobby en Washington.

Contra el matrimonio homosexual

El estudio del Pew también revela que el grupo que más ha aumentado proporcionalmente el gasto en lobby en los últimos años ha sido la National Organization for Marriage (Organización Nacional a favor del Matrimonio), fundada en 2007 con el objetivo de promover el matrimonio tradicional. Esta entidad, que se estableció en Washington en 2009, ha multiplicado sus esfuerzos de presión después de que algunos estados de EEUU legalizaran el matrimonio y las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Su presupuesto se ha multiplicado un 161%, pasando de unos 3,2 millones de dólares en 2008 a 8,5 millones en 2009.

Pese a que en Estados Unidos existe una clara separación entre la Iglesia y el Estado, el académico Hertzke considera "muy poco probable actualmente" que un agnóstico o un ateo sea elegido presidente del país, dada la importancia que se le da a la religión en el país. El 49% de los estadounidenses asegura que no votaría por un candidato que fuera ateo, según una encuesta reciente de Gallup. Sólo uno de los 435 miembros de la Cámara de Representantes, el demócrata californiano Pete Stark, es ateo.

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