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La nueva cruzada

Benedicto XVI parece extrañar a la España beata del franquismo, la que era “reserva espiritual de Occidente” y que ya no existe. Las encuestas recientes dan cuenta de la acelerada reducción del número de fieles católicos aquí, por lo que el Papa inició su viaje pastoral –pagado por el gobierno– con duras declaraciones contra el “laicismo agresivo” que, según cree, podría contagiarse a las naciones latinoamericanas. Sus temores tienen sustento pues no es poco lo que perdería la Iglesia en este país: además de los 10 mil millones de euros anuales que los gobiernos autonómicos le dan para “gastos en educación” o mantenimiento, la administración central saca una tajada de 0.7% del impuesto de la renta para regalárselo a las arcas eclesiásticas.

Benedicto XVI aprovechó la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que reunió en esta ciudad a más de 1 millón de peregrinos de 193 países, para reforzar su cruzada contra el “laicismo agresivo” de España, antes “reserva espiritual de Occidente”. En opinión de la jerarquía católica, esta secularización de la sociedad española contagiará al resto de Europa y América Latina.

Por eso Benedicto XVI no perdió tiempo: el mediodía del jueves 18, apenas bajó del avión que lo trasladó de Roma, pidió a los jóvenes que no se avergüencen “del señor”. “Es urgente ayudar a los jóvenes discípulos de Jesús a mantenerse firmes en la fe y asumir la bella aventura de anunciarla y testimoniarla abiertamente con su propia vida”.

Subrayó que “no pocos, por causa de su fe en Cristo, sufren en sí mismos la discriminación que lleva al desprecio y a la persecución abierta o larvada” que padecen en países laicistas.

“Se les acosa queriendo apartarlos de Él, privándolos de los signos de su presencia en la vida pública y silenciando hasta su santo nombre. Pero yo vuelvo a decir a los jóvenes que nada ni nadie les quite la paz ni se avergüencen del señor”, los exhortó.

En su primer acto litúrgico en la plaza de Cibeles, ante miles de jóvenes, lanzó duros ataques contra el aborto, la eutanasia y la selección embrionaria, a los que la jerarquía eclesiástica española siempre se ha opuesto. “Hay muchos que desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias”.

Pidió a los jóvenes que escuchen el evangelio, no sucumban “a las tentaciones” y “eviten parecerse a muchos que creyéndose dioses desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto” o a los que “se contentan con seguir las corrientes de moda y se cobijan en el interés inmediato, olvidando la justicia verdadera o se refugian en pareceres propios en vez de buscar la verdad sin adjetivos”, a los que “piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos”.

El escenario donde habló el jefe de la Iglesia católica estaba repleto de la autodenominada “juventud del Papa”, que del 16 al 21 de agosto prácticamente tomó la capital española procedente de los cinco continentes.

Cada vez menos

Sin embargo el desapego a la religión en España la hace distanciarse mucho del “bastión católico” que fue durante la dictadura de Francisco Franco (1936-1975), con quien la Iglesia tuvo las mejores relaciones.

Francisco Delgado, presidente de Europa Laica, considera que los datos son “devastadores” para la Iglesia, porque la población española que se considera católica bajó a 71.7%, después de que en 1992 era de 87%, según la encuesta más reciente del Centro de Investigaciones Sociológicas.

No obstante, precisa que “los católicos practicantes son sólo 25%. El resto son católicos sólo por el hecho de haber sido bautizados, por tradición familiar”, sostiene.

La diferencia se ahonda entre los jóvenes: De 77% que se definía católico practicante en 1967, hoy es sólo 9%. “Nueve de cada 100 jóvenes es católico practicante.

“España fue católica durante siglos por razones políticas, como en la época de Franco, cuando eras católico desde el nacimiento porque no te aceptaban en la escuela si no llevabas tu libro de bautismo. Los dogmas del cristianismo no tienen vigencia en el siglo XXI, sobre todo en temas de sexualidad, familia o investigación genética. Por lo tanto la gente se aleja de las comunidades religiosas”, dice Delgado a este semanario.

La Fundación Santa María, de origen religioso, señala en un informe sobre la juventud católica de 2010 que 62% no asiste “nunca o prácticamente nunca” al templo, sólo 7% cumple con el precepto de ir a misa los domingos y 60% jamás reza.

Ese mismo informe señala que 76% de los jóvenes piensa que la Iglesia es “demasiado rica”, 64% concluye que esa institución se entromete en política y 63% dice que se mete demasiado en la vida privada.

Aun así el pontífice se lanzó de lleno, pese a que el ministro de la presidencia, Ramón Jáuregui, pidió que se limitara a su labor pastoral y no hiciera críticas a las leyes españolas: “No sería aconsejable ni oportuno que el Papa tuviera que decir algo sobre España”, afirmó antes de la llegada de Benedicto XVI.

Pero el tono rijoso de los mensajes papales ya lo había definido uno de los personajes más cercanos a Joseph Ratzinger, el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, presidente de la Comisión Episcopal Española y responsable de organizar la JMJ: “Los españoles tenemos un ADN católico”, aseguró en entrevista con el diario El Mundo el domingo 14.

En esa entrevista, Rouco se refirió a su muy particular consideración de la política. “A veces tenemos que expresar nuestra opinión sobre asuntos que van más allá de la política. Porque hay que preguntarse si la política no ha invadido campos de la vida personal y de la vida social que no le pertenecen y los ha regulado sin tener que regularlos”.

Rouco ha encabezado el rechazo de la jerarquía eclesiástica española a las leyes promovidas por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, como las de divorcio, de matrimonios homosexuales, del aborto, la aprobación de la asignatura Educación para la Ciudadanía –que suple la enseñanza religiosa con clases de civismo y derechos humanos– y la de muerte digna.

Por ello desde hace años, gracias a los informes de los obispos españoles, el Vaticano ve a España como un territorio religioso en peligro, con riesgo de contagio a América Latina.

Por ejemplo, en el vuelo de Roma a Santiago de Compostela, en noviembre pasado, durante su segunda visita pastoral a España, Ratzinger aprovechó una charla con los periodistas para señalar que acudía a un país afectado por un “laicismo agresivo”.

Dijo que el “problema del secularismo y la laicidad del mundo occidental” tienen en España su epicentro. Señaló que “España siempre fue un país generador de fe”, pero es también cierto “que aquí nació una laicidad, un secularismo fuerte y agresivo, como vimos en los años treinta”.

Juan José Tamayo, director de la cátedra de teología y ciencias de las religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, sostuvo que este viaje, nueve meses después del anterior, “demuestra la importancia estratégica que el Papa concede a España en el conjunto del catolicismo mundial para el desarrollo de su programa de restauración de la cristiandad”.

En un artículo escrito el domingo 14 en El País, el también autor del libro Juan Pablo II y Benedicto XVI. Del neoconservadurismo al integrismo (RBA, 2011), señala: “El viaje de noviembre pasado no logró el objetivo previsto, que era la presencia multitudinaria en torno a la figura del Papa como baluarte de un catolicismo beligerante con la modernidad, el laicismo, la progresiva secularización de la sociedad española y el avance de la increencia, sobre todo entre la juventud”.

“… Al Papa, cero”

Francisco Delgado encabezó las firmas del manifiesto que reprobó el financiamiento público de la visita de Benedicto XVI. “De mis impuestos, al Papa cero”, se llamaron el manifiesto y la manifestación del miércoles 17 en la que participaron 140 organizaciones laicas, ateas, de homosexuales, sindicatos y partidos de izquierda. Aunque no se sumaron formalmente, muchos contingentes de indignados del movimiento 15-M participaron.

“Ni Dios, ni Dios, ni Dios nos representa” y “No somos la juventud del Papa”, eran las consignas más repetidas. “Que Benedicto se financie sus vacaciones” o “clericalismo agresivo”, escribieron en las pancartas.

Al llegar a la Puerta del Sol la manifestación laica fue violentamente dispersada por la policía, luego de que hubo incidentes y roces con los peregrinos papistas a quienes, sin embargo, la policía no desalojó y les permitió increpar a los opositores.

“A matar maricones”

El martes 16, la policía detuvo a José Albano Pérez Bautista, mexicano becado en el Instituto de Química del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, supuestamente por planear un atentado contra los manifestantes laicos. El ultracatólico originario de Puebla fue puesto a disposición de la Audiencia Nacional porque en foros en internet llamó a “matar maricones en nombre de Dios”, de acuerdo con documentos judiciales.

Voluntario de la JMJ, Pérez Bautista aseguró que echaría mano de sustancias químicas para “matar maricones durante sus manifestaciones en contra de la Iglesia católica”.

Señaló que durante la marcha “antipapa es un buen momento para agarrarlos a todos juntos y quemarlos”. El jueves 18, por disposición judicial, fue puesto en libertad provisional, pero se le impidió salir de España, se le recogió el pasaporte y tendrá que ir a firmar dos veces diarias antes de que se decida su situación judicial.

Por su parte, Francisco Delgado señala que las descalificaciones de los obispos y los políticos contra la marcha “alientan a (esta) gente, que no está bien de la cabeza”.

No obstante, señaló: “No nos oponemos a que el Papa venga a España o que participen miles de peregrinos, eso es un asunto de convicción religiosa y, por tanto, un tema privado. Nuestra protesta se centra en que vivimos en un Estado aconfesional, en un país que enfrenta fuertes recortes por la crisis y no podemos ni debemos sufragar con dinero de las arcas públicas un evento que sólo concierne a una parte de la sociedad”, explica Delgado.

“Nos oponemos y reprobamos el desbordante apoyo institucional”, dice este exlinotipista, quien sintetiza los reclamos: “No a la visita del Papa financiada con el dinero de todos, separación del poder civil y del religioso, y defensa de los derechos democráticos frente a la injerencia confesional”.

Europa Laica ha denunciado que, pese a los 30 años de democracia y una constitución que acredita a España como un Estado aconfesional, prevalece el uso de la Biblia y la cruz en actos donde las autoridades electas democráticamente juran lealtad al rey Juan Carlos y a la Constitución o que persisten las ceremonias católicas en los funerales de Estado.

El lunes 15, un día antes del inicio de la JMJ, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) envió una carta a los obispos españoles pidiéndoles un “gesto simbólico” de condena a la dictadura franquista en el marco de esos actos religiosos.

Esa asociación de víctimas refiere que dada la cercana relación de los miembros de la Iglesia con los militares que se sublevaron contra el gobierno de la República el 18 de julio de 1936, la visita del Papa es una “buena oportunidad” para que la jerarquía española “asuma con madurez y responsabilidad las consecuencias de su apoyo a la dictadura y su colaboración en la constitución de un régimen que causó enormes daños a miles de ciudadanos.

“La Iglesia trabajó con los golpistas en la guerra, ayudó localmente a planificar la represión”, dice la carta escrita por Emilio Silva, presidente de la ARMH.

La separación del poder civil y religioso que demandan las organizaciones laicas quedó en entredicho con el carácter de la visita de Benedicto XVI, porque a pesar de ser anunciada como pastoral se convirtió en una visita de Estado de facto por el recibimiento oficial en el aeropuerto: encabezó la recepción el rey Juan Carlos en su calidad de jefe del Estado español, y lo acompañaron el presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, los titulares del Congreso de los Diputados, José Bono, y del Poder Judicial, Carlos Dívar, quien en su reverencia ante Benedicto XVI se hincó para besarle el anillo.

Lo mismo hicieron autoridades autonómicas y municipales de Madrid emanadas del conservador Partido Popular (PP).

Además de que el gobierno sufragó buena parte de los gastos del viaje (Proceso 1815), el rey recibió al Papa en el Palacio de La Zarzuela, como se hace con los jefes de Estado que visitan España oficialmente. El presidente Zapatero se reunió con él en la nunciatura.

Otro encuentro de Benedicto XVI que causó polémica fue el que habría tenido el sábado 20 con el líder de la oposición, Mariano Rajoy, presidente del PP y quien se perfila como el candidato a las elecciones generales que se celebrarán el 20 de noviembre.

El hecho no tendría nada de extraño si se toma en cuenta que Juan Pablo II se reunió con Zapatero, cuando era jefe de la oposición, en su visita de 2003.

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