Repaso imprescindible a la Liga de la Enseñanza Libertaria, un proyecto de 1898 muy citado en la historiografía sobre anarquismo pero que, curiosamente, no ha sido investigado a fondo, dando por sentadas certezas que no son tales, como la autoría e iniciativa de la misma.
El domingo 30 de mayo de 1897, los anarquistas de París, una comunidad en su mayoría residente en la orilla izquierda (la rive gauche) del Sena y en los suburbios del sur, fueron convocados a une grande soirée familiale, una reunión, a celebrar en el café-restaurant de la rue Geoffrey-Marie, muy cerca del Folies-Bergere, a las tres de la tarde. La convocatoria, aparecida en el periódico Les Temps Nouveaux de la semana anterior[1], iba firmada por el Grupo de iniciativa de la Enseñanza libertaria. En ella se solicitaba a los grupos que tuvieran actividades o reuniones para esa fecha y hora por otros motivos, se sirvieran aplazarlas, con el fin de que “todos puedan venir para aportar a esta obra esencialmente libertaria una participación personal y eficaz”. La obra no era, ni más ni menos, que la de crear una escuela, L’Ecole Libertaire.
La reunión era tan importante que justo un día antes volvió a aparecer en el mismo periódico otro llamamiento para recordarla, esta vez bajo el epígrafe o titular de LIGA DE LA ENSEÑANZA LIBERTARIA, en mayúsculas, dirigido A tous, a todos, y firmado por E. Janvion[2].
Pragmáticos y activistas de La Idea, los convocantes agradecían en el breve del diario los parabienes y la enhorabuena dados por la camaradería anarquista parisina a la intención de crear una escuela, si bien aclaraban que con la buena voluntad no bastaba. Señalaban que el principal obstáculo era el de siempre, l’argent, el dinero, y por ello abrían una suscripción económica, en la convicción de que tanto los camaradas de París como los de las provincias realizarían “todos los esfuerzos” posibles para recaudar los fondos necesarios para esta obra “de primera utilidad”. Tales suscripciones se podían realizar en el domicilio de quien era director-gerente del diario L’Humanité Nouvelle, Charles-Albert (1869-1957), sede también del mismo, en el 120 de la rue Lafayette.
Señalaban que el principal obstáculo era el de siempre, l’argent, el dinero, y por ello abrían una suscripción económica, en la convicción de que tanto los camaradas de París como los de las provincias realizarían “todos los esfuerzos” posibles para recaudar los fondos necesarios para esta obra “de primera utilidad”
La reunión fue todo un éxito. Un gran número de compagnons acudió a la llamada[3]. Después de recoger las opiniones de todos, aquel 30 de mayo de 1897 la Liga de la Enseñanza Libertaria quedó constituida, a la vez que se adoptaban diversos acuerdos, que iban desde hacer circular las listas de suscripción por París y provincias, publicando las aportaciones en los periódicos ácratas (Temps Nouveaux, Père Peinard, Libertaire…), hasta la impresión de 100.000 folletos de propaganda para repartir en la calle, en el café, en la oficina, en la escuela, en el taller, etc. En aquella primera reunión preparatoria se logró recaudar 35,25 francos, y en solo dos días el diario Le Libertaire publicó una lista de suscripción encabezada por personas tan significadas como Louise Michel, con un total recaudado de 330,60 francos[4].
También se acordó hacer una llamada a la implicación de escritores y oradores de tendencia ácrata que, bien mediante la palabra, comentarios o sus propios medios de publicidad, pudieran ser de gran utilidad propagandística. Con el tiempo, la firma de renombrados autores anarquistas del momento, tales como Kropotkin, Tolstoi y Reclus (Elisée), haría que sus nombres eclipsaran a los dos verdaderos autores de la idea e impulsores de la creación de la Liga de Enseñanza Libertaria: Emile Janvion y Jean Degalvès.
Janvion[5] (1866-1927) era le cuisinier (el cocinero) del diario Le Libertaire, nombre dado al secretario de redacción de un periódico. Reconocido orador en los mítines anarquistas, tras pasar por el ejército fue profesor en la Escuela de Comercio de París y en los círculos literarios conoció a Sébastien Faure. Después, a partir de 1902, trabajó para el ayuntamiento de París, como lector de los contadores de agua, y participó en la fundación de la CGT francesa. A pesar de que acompañó a Louise Michel en una gira propagandística entre 1902 y 1903 y que dirigió el periódico L’Ennemi du peuple hasta 1904, con el tiempo sus sentimientos devinieron en una profunda misantropía, declarada en actitudes antimasónicas y antisemitas, que hicieron que fuera repudiado por sus compañeros anarquistas de otros tiempos, tildándole de propagador de actitudes protofascistas.
El coautor de la propuesta, Joseph Degalvès[6] (1863-¿?), -de nombre de pila León, que nunca utilizó- era un profesor de retórica que había sido despedido de varios colegios por sus métodos, no acordes con la dirección. Quienes le conocieron le describían como un hombre sumamente distraído, que rara vez comía y que iba siempre sin rumbo fijo, pero que nunca se separaba de su paraguas. Se había enfrentado varias veces a los tribunales, por desacato a los jueces, a quienes solía injuriar en los artículos que publicaba en la prensa libertaria parisina. Entre 1898 y 1899 fue director e impresor del L’Anticlerical, donde publicó en octubre de 1898 un artículo por el que fue condenado a tres meses de prisión y 500 francos de multa. Sus últimos artículos datan de 1902 en Le Libertaire. También se relacionó con Sébastien Faure.
Se había enfrentado varias veces a los tribunales, por desacato a los jueces, a quienes solía injuriar en los artículos que publicaba en la prensa libertaria parisina. Entre 1898 y 1899 fue director e impresor del L’Anticlerical
Apenas unos días después de aquella soirée familiar anarquista convocada en el café de Geoffrey-Marie por Janvion y Degalvès, el periódico L’Humanité Nouvelle publicó un extenso artículo a modo de manifiesto titulado L’Ècole Libertaire y firmado por ambos[7]. En este escrito denunciaban al Estado, la burguesía y la Iglesia, así como a las clases dirigentes, por su inmovilismo y despotismo ante la pobreza del pueblo, y abogaban por una educación racional e integral que permitiera la emancipación del ser humano.
El manifiesto y la campaña llevada a cabo surtieron efecto y en poco tiempo se recaudaron nuevos fondos, si bien el mayor impulso vino de la publicación, en abril de 1898, de un suplemento de 12 páginas de Les Temps Nouveaux, con el título de La liberté par l’Enseignement. El folleto se vendió al precio de 5 céntimos y de aquella primera edición se sacaron 20.000 ejemplares. El suplemento, que se inscribía en las Publicaciones del grupo Iniciativa por la Escuela Libertaria, estaba firmado por el Comité de la iniciativa, integrado, en este orden, por Elisée Reclus, Louise Michel, J. Grave, J. Ardouin, Ch. Malato, E. Janvion, L. Matha, J. Degalvès, Tolstoi, A. Girard, P. Kropotkine, J. Ferrière y L. Malquin.
Este fue el manifiesto que dio lugar a que siempre se haya considerado que Reclus, Kropotine, Tolstoy y los otros grandes nombres fueran los impulsores de la Liga de la enseñanza anarquista. Aunque su aportación a la idea y a la propaganda fue esencial, es necesario atribuir la iniciativa a Janvion y Degalvès, a quienes apenas se cita.
La escuela de principios y métodos libertarios ya se había hecho patente en diversas experiencias, tanto anteriores como contemporáneas a esta iniciativa, tales como las de Yasnaia Poliana de Lev Tolstoi, el orfelinato Prevost en Cempuis, a cargo de Paul Robin o las escuelas libres de Louise Michel en Audeloncourt, Clefmont y Millères[8]. Después vendrían otras experiencias como La Ruche (La Colmena) de Sebastián Faure, el orfelinato Avenir Social (porvenir social) en Épone, de Madeleine Vernet, o la Escuela Moderna de Ferrer i Guarda en Barcelona, quien conoció y compartió los principios de aquella Liga de la Enseñanza Libertaria. De hecho, en su agenda personal, el catalán Ferrer, luego mártir del racionalismo, guardaba los nombres, direcciones y anotaciones de buena parte de quienes firmaron el manifiesto por L’Enseignement Libertaire. Su relación con los principios pedagógicos anarquistas inspirados en Francia ha quedado documentada de sobra.
La escuela de principios y métodos libertarios ya se había hecho patente en diversas experiencias, tanto anteriores como contemporáneas a esta iniciativa, tales como las de Yasnaia Poliana de Lev Tolstoi, el orfelinato Prevost en Cempuis, a cargo de Paul Robin o las escuelas libres de Louise Michel en Audeloncourt, Clefmont y Millères
La intención de la creación de una escuela de educación racional e integral ya es tratada en los congresos de la Internacional de Laussane de 1867 y de Bruselas de 1868. En el de Lausanne se aprobó una quinta resolución que abogaba por una educación científica, profesional y productiva, organizada en escuelas-taller, de carácter gratuito, en la que se excluyera cualquier tipo de enseñanza religiosa y en la que se le concedía al Estado la capacidad de sustituir al padre de familia cuando este último fuera incapaz de cumplir con su deber de educar a los hijos e hijas. También se abogaba por la creación de una lengua universal y una reforma de la ortografía, lo cual contribuiría a la unidad de los pueblos y a la fraternidad entre las naciones[9].
Sin embargo, en su tercer congreso, celebrado al año siguiente en Bruselas, entre el 6 y el 11 de septiembre de 1868, la Internacional reconoció que por el momento era imposible[10] organizar una enseñanza racional, y por ello se instaba a las secciones a organizar cursos públicos siguiendo un programa de educación científica, profesional y productiva, para remediar en lo posible la deficiente instrucción que recibían los trabajadores. Para ello se consideraba la reducción de la jornada laboral como condición esencial[11].
Jean Maitron, en su historia del movimiento anarquista en Francia, a la hora de narrar la relación de los anarquistas con la enseñanza, manifiesta la necesidad de insistir en una idea: la desconfianza que para estos suscitaba la escuela laica, controlada por el Estado[12], tanto como las escuelas confesionales, controladas por la Iglesia. Unas y otras eran contrarias al sentido de la libertad de enseñanza que se pretendía, hasta el punto de que algunos autores publicaron en la prensa ácrata del momento artículos bajo el título “¡Abajo la laicidad!”.
Jean Maitron, en su historia del movimiento anarquista en Francia, a la hora de narrar la relación de los anarquistas con la enseñanza, manifiesta la necesidad de insistir en una idea: la desconfianza que para estos suscitaba la escuela laica, controlada por el Estado
El suplemento por La libertad de enseñanza publicado por Les Temps Nouveaux en abril de 1898 y firmado por el elenco ácrata del momento, definía la escuela como la antesala del cuartel, donde se perfeccionaba el último adiestramiento para la servidumbre. Todas las injusticias sociales se derivaban de la triple iniquidad que subyacía en la reglamentación escolar: la disciplina, los programas y la clasificación, entendida esta última como la diferenciación entre listos y torpes mediante los exámenes. Apenas tres cuartos de siglo después, otro francés señalaría la coincidencia en estos términos con el sistema punitivo, comparando de forma indefectible la escuela y sus métodos con las cárceles y los cuarteles[13].
La Liga de la enseñanza anarquista proponía una escuela integral, racional, mixta y libertaria. De aparición simultánea al suplemento citado, en un artículo firmado por uno de los miembros del comité de la iniciativa, Jean Grave[14], se abogaba por la reducción de los libros de texto y de las técnicas memorísticas en el aprendizaje. No obstante, dado que sería necesario utilizar algunos libros, se invitaba a la participación de compañeros en la elaboración de los mismos, y a la hora de hablar del adoctrinamiento de las clases, se decía textualmente:
“Debe ser entendido -y no ha de ser necesario explicarlo de otro modo- que no queremos abolir en la escuela el dogma de la autoridad para introducir el dogma de la anarquía; que no es una escuela doctrinaria lo que queremos hacer, donde se rellenen las cabezas de los estudiantes con ideas hechas. Nosotros queremos algo más grande”.
De lo que se trataba era -continuaba- de fomentar en los individuos el desarrollo del librepensamiento, enseñarles a reflexionar, a pensar por sí mismos, a actuar por si solos. Esta sería, decía Grave, “la propaganda anarquista indirecta más efectiva, porque las convicciones más sólidas son las que surgen del individuo mismo”[15].
El artículo de Grave volvía a poner el dedo en la llaga: no se podría emprender un proyecto de tal envergadura sin dinero que lo sostuviera. Informaba de que la llamada hecha a firmas significadas del momento había dado su fruto. Desde el primer llamamiento se llevaban recaudados 1.300 francos, centavo a centavo, y otros 500 más aportados por autores de renombre que apoyaban la iniciativa: Emile Zola, Octave Mirbeau, Jean Ajalbert, Maurice Barrès y otros. El director de Les Temps Nouveaux animaba a continuar con la suscripción y anunciaba que harían falta aún 15.000 francos para iniciar “algo serio”. Confesaba la dificultad de la tarea para recaudar dicha cantidad, si bien decía que no había prisa y que no importaba si se tardaba 2, 3 o 5 años. Concluía con un “¡El futuro es nuestro!”.
La dificultad para recaudar el dinero obligó al comité a cambiar de estrategia. En el mes de julio Les Temps Nouveaux publicó una convocatoria para aquellos padres y madres que quisieran llevar a su hijos e hijas durante el mes de agosto a unas “vacaciones libertarias”, que se desarrollarían fuera de París, en alguno de los poblados en mitad del campo. La convocatoria se dirigía a niños y niñas entre 9 y 14 años que quisieran participar, quienes vivirían en régimen de pensión individual o por parejas con las familias de la villa elegida. Su jornada se dividiría entre actividades al aire libre, de carácter educativo según los principios establecidos por L’École libertaire, y una ayuda en las tareas domésticas y de labor prestada a las familias con las que se conviviera. Debido a que la escuela no tenía fondos suficientes, se veía obligada a cobrar a los niños y niñas que participaran siete francos por semana[16].
Su jornada se dividiría entre actividades al aire libre, de carácter educativo según los principios establecidos por L’École libertaire, y una ayuda en las tareas domésticas y de labor prestada a las familias con las que se conviviera
Las vacaciones libertarias se desarrollaron con relativo éxito. Una veintena de niños y niñas acudieron a la villa de Pontorson, en La Mancha, baja Normandía, cerca del mar. Intervinieron como educadores Janvion y Degalvès, con Jules Ardouin en calidad de tesorero[17]. Grave valoró en positivo la experiencia, si bien admitía que se habían cometido errores -que prefería no detallar- que era necesario subsanar en adelante si se quería seguir con el proyecto de la escuela libertaria[18]. Según narra Maitron, durante la experiencia surgieron desavenencias entre Janvion y Degalvès. Este último, en un momento de impaciencia, le dio una bofetada a uno de los niños y Janvion convocó una asamblea, en la que Degalvès fue condenado por su conducta contraria a la escuela libertaria. Finalmente, Degalvès abandonó la escuela.
Tras pagar los gastos, quedaron como beneficios de las vacaciones 1.190 francos, de modo que, en tanto se lograban los fondos necesarios para establecer una escuela permanente, se proponía organizar cursos nocturnos para adultos y paseos o excursiones para los niños los jueves y los domingos[19].
El liderazgo del proyecto pasó a manos de Jean Grave y Paul Quillard. Paul Quillard (1864-1912) fue secretario de la Liga de los derechos del hombre y un firme defensor de la causa armenia, tras haber vivido varios años en Turquía. Colaboró en los medios de prensa anarquista de la época y también se implicó en la defensa y acusación de corrupción en el caso Dreyfus. Solía traducir textos del griego para los periódicos libertarios.
Les Temps Nouveaux[20] publicó una nueva convocatoria para una sesión preparatoria de los cursos nocturnos para adultos, realizada para el domingo 12 de febrero en el Hotel des Societes Savantes de París, a las dos del mediodía. Grave y Quillard explicarían a los asistentes el programa del curso, consistente en ofrecer en ese mismo lugar los lunes, miércoles, jueves y sábados, cada quince días, clases de historia, mecánica, fisiología, dibujo y literatura, a cargo de diversos profesores.
Esta primera tentativa duró solo dos meses[21]. Es de suponer que la falta de dinero hizo que no se pudiera pagar al profesorado que intervino y las clases tuvieron que suspenderse. Sin embargo, se volvió a reemprender el curso en noviembre de 1899, en un local de la rue Montmorency, 6, con un programa similar, con clases los lunes (diseño razonado, por Charpentier), martes (química, por Bloch), jueves (literatura antigua, por A. F. Hérold) y sábado (literatura de Diderot por Quillard). Estas clases serían gratuitas, con una colecta de aportación voluntaria en cada sesión para cubrir los gastos. El curso se abriría con una sesión inaugural el domingo 5 de noviembre a cargo de Domela Nieuwenhuis, fundador del partido socialista y del movimiento anarquista en Holanda. La sesión inaugural, de dos horas, tenía un precio de entrada de 50 céntimos[22].
Estas clases serían gratuitas, con una colecta de aportación voluntaria en cada sesión para cubrir los gastos. El curso se abriría con una sesión inaugural el domingo 5 de noviembre a cargo de Domela Nieuwenhuis, fundador del partido socialista y del movimiento anarquista en Holanda
Después de esta inauguración del nuevo curso, Jean Grave se ocupó a través de su periódico de comentar las clases impartidas y de anunciar las nuevas durante las siguientes semanas. Aparte de las materias y profesores citados, se trataron también otras como la taquigrafía, a cargo de L. Netter o la higiene, por Luciene Marin. También intervendrían otros activistas como Charles Malato, que impartió varias clases sobre religión y magnetismo animal[23], y se desarrollaron sesiones de hipnotismo, a cargo de August Cosyn.
Hubo también un espacio para el feminismo, con la intervención de algunas reconocidas mujeres de la época, como Avril de Saint-Croix (1855-1939), que solía firmar con el seudónimo de Savioz y trabajó por la abolición de la prostitución y contra la trata de blancas, Caroline Kauffmann, secretaria de Women’s solidarity, un grupo feminista parisino, y Louise Réville[24] (1853-¿?). Todas ellas colaboraban en el periódico feminista La Fronde, cuyo relato conocemos gracias al libro publicado por La Linterna Sorda[25]. Anexo a la escuela, se mantuvo una Biblioteca de educación libertaria, donde se desarrollaron parte de las clases. La biblioteca, que abría sus puertas a las ocho de la tarde, se encontraba en el 26 de la rue Titon. En este sentido, llama la atención la profusión de bibliotecas de educación libertaria que había en ese momento en París, sostenidas por los adeptos a la Idea[26].
El 23 de diciembre de 1899 Jean Grave lanzaba un llamamiento desesperado para mantener la escuela. En un artículo de Les Temps Nouveaux manifestaba que el propósito inicial no era el de dar cursos para adultos, sino crear una escuela permanente para niños. El coste de la misma era de 1.500 francos al año[27], cantidad imposible de asumir. Ni las vacaciones libertarias ni los cursos, que al final resultaban deficitarios, habían logrado recaudar tal cantidad ni conseguir alumnado suficiente. Hacía un llamamiento para que aquellos que creyeran en la bondad de la escuela libertaria, como un lugar donde educar a sus hijos e hijas en la virtud y la libertad, la apoyaran.
Finalmente, el mismo periódico del 7 de julio de 1900 publicó una declaración bajo el título “La Escuela libertaria a los camaradas”, firmada por el Comité de la iniciativa, en el que se manifestaba que, después de haberse reunido sus miembros, concluían que era imposible continuar con el proyecto, dada la falta de dinero. El proyecto inicial, se decía, había sido el de crear una escuela permanente de niños y niñas, y no los cursos que actualmente se estaban dando. Consideraban, además, que en esos momentos se estaban creando bibliotecas y cursos libertarios por todas partes, por lo que era innecesario e inútil seguir haciendo “lo que otros hacen igual de bien, e incluso mejor”. Por todo ello, los miembros del comité decidían liberarse de la obligación de seguir apoyando la escuela libertaria, dedicando sus esfuerzos a otras acciones igual de meritorias y esperando que vinieran tiempos mejores para crear una escuela que acogiera a niños y a niñas. Dado que el alquiler del local estaba pagado, la biblioteca se mantendría abierta mientras durase dicho alquiler y se permitiría que otros compañeros la siguieran utilizando para su formación y reuniones. La declaración finalizaba dando las gracias a los compañeros que habían ayudado durante los dos últimos años.
Sin embargo, poco antes de esta declaración, el 15 de junio de 1900, veía la luz en París el primer número de L’Education Libertaire, revista internacional, órgano de las Bibliotecas de Educación Libertaria. La revista, que tenía su sede en el 26 de la rue Titon de París, donde la Biblioteca de educación libertaria, se publicaría de modo bimestral hasta marzo de 1902, con un total de 10 números. Su secretario, Jules Valleti (1876-1967), que solía firmar en los periódicos con el nombre de Papillon, había sido uno de los que inauguraron los cursos de la Escuela libertaria junto a Jean Grave y Paul Quillard en febrero de 1899. Fue uno de los grandes impulsores del Esperanto, primero, como lengua universal, y del Ido, después, como una simplificación de aquella lengua.
La Escuela libertaria no murió. Simultáneamente a la misma e inspiradas en los cursos ofrecidos para obreros por la tarde, surgieron las universidades populares, cuyo programa y métodos se siguen utilizando hoy día. La semilla de la Liga de la Enseñanza libertaria dio sus frutos más allá del suelo galo, con experiencias tan conocidas como la Escuela Moderna de Ferrer i Guarda. La escuela libertaria llegaría a lugares tan insólitos como Extremadura, España, donde en 1913, en un pequeño pueblo minero de Badajoz, Azuaga, surgió una escuela también integral, racional y mixta, inspirada en los principios aquí comentados, cuya historia narraremos en un próximo artículo.
[1] Les Temps Nouveaux (en adelante LTN), 22-05-1897, p 4.
[2] LTN 29-05-1897, p 3.
[3] LTN 05-06-1897, p 5.
[4] Le Libertaire, 3-6-1897, p 1.
[5] Le Maitron, Dictionnaire Biogràphique, consulta en línea JANVION Émile.
[6] Le Maitron, Dictionnaire Biogràphique, consulta en línea DEGALVÈS, Joseph.
[7] L’Humanite Nouvelle, revue internationale, junio 1897.
[8] Tomamos el listado de CORTAVITARTE, Emili, Movimiento libertario y educación en España (1901-1939), Serra de Tramontana, Calumnia Edicions, 2019.
[9] GUILLAUME, James, L’Internationale, Documents et souvenirs (1864-1878), Tome Premier, páginas 35-36.
[10] Tina Tomassi, en su Breviario del pensamiento educativo libertario (Ediciones Madre Tierra, Segunda edición, Cali, Colombia, 1988), página 58, nota 4, suprime en la cita del congreso de Bruselas la palabra “imposible”, quedando como acuerdo de la Internacional organizar dicha escuela racional, a pesar de que el texto de Guillaume señala la imposibilidad de la misma. No sabemos si es una errata en la edición o un error de la traducción realizada del libro de Tomassi por Marta Martín, dado que no hemos podido consultar el original en italiano.
[11] GUILLAUME, páginas 69-70.
[12] “Les anarchistes et l’enseignement”, en MAITRON, Jean, Le mouvement anarchiste en France, I, des origines à 1914, Gallimard, 1975, pp 349-360.
[13] FOUCAULT, Michael, “Los medios del buen encauzamiento”, en Vigilar y castigar, Siglo XXI, 1988, página 175 en adelante.
[14] Jean Grave (1854-1939), anarquista revolucionario, pionero del anarquismo en Francia, muy ligado a Kropotkine y Elisée Reclus, tipógrafo de profesión, director de Les Temps Nouveaux y previamente de La Révolte. Era conocido como “le pape de la rue Mouffetard”, el Papa de la rue Mouffetard, por ser esta última la dirección de La Revolte. El apodo le fue puesto por Charles Malato, con quien mantuvo serias diferencias por ser Grave un firme defensor de la prensa y la cultura como medio esencial de propaganda frente a los métodos violentos.
[15] LTN 16-04-1898, p. 2.
[16] LTN 16-7-1898, p4.
[17] Jules Ardouin (1879-1917), hijo del comunero Alphonse Ardouin, era un admirador de las teorías pedagógicas de Paul Robin. Durante el asunto Ferrer, financió el periódico LÉcho de Montjuich, y en septiembre de 1909 fue detenido en una manifestación cerca de la embajada de España.
[18] LTN 22-10-1898, p2.
[19] LTN 22-10-1898, p2.
[20] LTN 11-02-1899, P2.
[21] MAITRON,Jean, Le mouvement anarchiste en France, I, des origines à 1914, p. 356
[22] LTN 4-11-1899, p4
[23] LTN 20-04-1900, p4.
[24] Savioz y Louise Réville intervinieron en una fecha conjunta, el sábado 24 de febrero de 1900, en una sesión sobre feminismo. LTN, 17-02-1900, p. 4.
[25] PINTADO MIRANDA, Elena, Las periodistas de La Fronde, edición de Ana Muiña, Madrid, La Linterna Sorda Ediciones, 2018. Amplia referencia a Savioz desde la página 96 a la 103.
[26] LTN, 18-11-1899, p4.
[27] Creemos que es una errata del periódico y, en realidad, se precisaban 15.000 francos al año, como inicialmente se había señalado.