Asóciate
Participa

¿Quieres participar?

Estas son algunas maneras para colaborar con el movimiento laicista:

  1. Difundiendo nuestras campañas.
  2. Asociándote a Europa Laica.
  3. Compartiendo contenido relevante.
  4. Formando parte de la red de observadores.
  5. Colaborando económicamente.

La Fiesta laica de la Juventud en Reims (1890). Documentos para la historia del laicismo

Las ligas de librepensamiento en los siglos XIX y XX solían hacer actos y celebraciones festivas de signo laico como alternativa a las ceremonios que se tradicionalmente se celebraban y que tenían en muchas ocasiones un evidente cariz religioso. Era algo parecido a lo que el movimiento obrero hacía por su parte como alternativa al orden burgués.

En este caso nos acercamos a la fiesta laica de la juventud que se celebró en la localidad francesa de Reims en el verano de 1890.

El texto que planteamos se publicó en el número del 23 de agosto de 1890 de Las Dominicales del Libre Pensamiento. Se informaba que, aunque Francia tenía todavía un gran lastre clerical, el mundo intelectual era esencialmente librepensador. Pero, al parecer, según el semanario español, ese mundo no se estaba preocupando de difundir la secularización. Por eso llamaría la atención este acto.

Se había recogido el testimonio de la Federation Française de la Libre-Pensée:

“«La sociedad de libre-pensadores de Reims ha celebrado el 6 de Julio último la fiesta laica de la juventud. El éxito ha sobrepujado todas las esperanzas. La vasta sala del Circo estaba literalmente inundada; una multitud enorme que no habla podido penetrar estaba aglomerada en las Inmediaciones.

A las dos y media el ciudadano Carlos Arnould, acompañado de los ciudadanos Courmeaux, antiguo diputado; Wiet et Laurent Déramez, consejeros de distrito, abrió la sesión.Sobre el estrado se velan igualmente los ciudadanos Werquin, diputado por Lila; Damide y Macquart-Leroux, concejales; PetitFrenet, presidente; Hiblot, secretario de la sociedad de libre-pensadores de Ay; varios miembros de las sociedades de Epernay, Firmes y Saint Martin-d’Ablois, y toda la comisión administrativa del libre pensamiento de Reims.

Después de la lectura de varias cartas excusando la asistencia, el ciudadano Ch. Arnould, presidente, pronuncia una ardorosa alocución, de la cual tomamos estas ligeras notas:

“Ya veis, ciudadanos, cómo ganan terreno las ideas que nosotros defendemos y vulgarizamos. El número de los niños que van á participar de nuestros modestos regocijos crece incesantemente y se ha duplicado desde el año último. Nuestros adversarios más encarnizados se ven obligados á respetar una sociedad de creación reciente cuyos progresos son tan rápidos y la cual tantas adhesiones y tantos concursos desinteresados se prestan.

Y es que en efecto, las ideas de que somos los campeones, son el resultado de la lógica y de la razón. En un siglo en que la ciencia está puesta al alcance de todos, en que el solo cuidado del buen ciudadano debe ser mejorar la suerte da sus semejantes desgraciados, no hay lugar para las fantasías sobrenaturales, y si es permitido á los espíritus amigos de lo maravilloso entretenerse con leyendas, debe ser prohibido imponerlas á los niños, y abusar asi de su inocente credulidad.

«El mayor respeto es debido á los niños», dice un proberbio de la antigüedad; nosotros queremos obedecer ese precepto. Al mismo tiempo que sus fuerzas materiales, veremos desenvolverse sus fuerzas morales, y en lugar de enseñarles la obediencia pasiva al dios desconocido, les enseñaremos a ser honrados y laboriosos á fin de cumplir más tarde su puesto de útiles ciudadanos en la gran comunidad humana.

Y para llegar á ese resultado glorioso, nos es á las clases directoras á las ue nosotros nos dirigimos principalmente; es á vosotros, labradores y artesanos, á vosotros, honrados obreros á quienes dirigimos nuestro llamamiento; es al humilde padre de familia que no se separa jamás de sus hijos, á quien perdimos que eduque en nuestros principios á sus hijos, y colabore á nuestro lado en esta grande obra de libertad y emancipación.

Nuestros filósofos del siglo XVIII se dirigieron al pueblo para lograr emancipar la nación, y librarla del yugo de la monarquía. i También nosotros nos dirigimos al pueblo para emanciparle del fanatismo religioso.»

El ciudadano Tony Révillon, el elocuente diputado por París, toma en seguida la palabra. Hablando de la patria y de la revolución, el orador resume en términos salientes su carácter y sus principios.

«Cuando nuestros soldados—decía—pasaban la frontera en tiempo de la revolución, algunos decían: «hé aquí los ateos.» Pues bien, aquellos ateos eran los misioneros de la civilización. Cuando se trabaja por su li-‘ bertad, se trabaja por la libertad de ios demás. Lo que debemos á la revolución, es la libertad del pensamiento. El ciudadano pasaba de tutela en tutela; tutela del sacerdote sobre el fiel, del rey sobre el subdito, del señor sobre el vasallo. La revolución, dijo: «en lugar de depender del clérigo, tú dependerás de tu conciencia. En lugar de depender del rey, tú dependerás de la ley.» Hoy, en lugar del rey, tenemos la República; en lugar del sacerdote, tenemos el libre pensamiento.

«El amor al prójimo, tal debe ser nuestro ideal.»

Tony Révillon habla á este propósito de los héroes desconocidos que es preciso admirar tanto como á los Víctor Hugo y á los Lamartine.

El orador habla en seguida de la grandeza de la Francia:

«La patria francesa, dice, está por cima de todas las patrias; nosotros no somos los soldados de una frontera, somos los soldados de una idea.»

Agrega:

«En el momento de hacerse festejos á Juana de Arco en Reims, es bueno que haya, no solo obispos y curas, sino ciudadanos que les puedan decir: «Fué una patriota; nosotros los libre-pensadores la honramos; los obispos la hicieron quemar.»

Una bella peroración del orador excita el entusiasmo de todos los concurrentes:

“La moral, dijo, no está ligada á ningún dogma de la Iglesia; ella existe en todos los tiempos, aun en los pueblos que ignoran el catolicismo. Ella está contenida en estos dos axiomas: «No haced á otro lo que no queráis que se os haga»: hé ahi la justicia. «Haced a otro lo que queráis que se os haga á vosotros mismos»: hé ahí el amor…»

Lo que nosotros librepensadores traducimos por estas palabras: «amémonos, ayudémonos.»

Aplausos frenéticos acogieron este discurso.

Se procedió en seguida á repartir á los niños libretas de la Caja de Ahorros. Cada uno de los 106 recibió la suya. La fiesta se terminó por una abundante distribución de pasteles á los niños. A propuesta de M. Arnould se hizo una cuestación en favor de los obreros en huelga.”

Total
0
Shares
Artículos relacionados
Total
0
Share