Una investigación basada en cinco experimentos demuestra una religiosidad significativamente mayor en cristianos y musulmanes que se sienten aislados
Un equipo de científicos de la Universidad de Muchich, en Alemania, ha realizado diversos estudios en los que se ha analizado el efecto de la exclusión social en las tendencias religiosas. Los resultados obtenidos han demostrado que los sentimientos de aislamiento propician niveles significativamente más altos de afiliación religiosa. La religión podría establecerse como una solución para estas situaciones porque proporciona una comunidad para aquéllos que se adapten a la ideología grupal, explican los investigadores.
n equipo de científicos de la Universidad de Muchich (LMU), en Alemania, ha realizado diversos experimentos en los que se ha analizado el efecto de la exclusión social en las tendencias religiosas de los humanos.
Los resultados, según publican los investigadores en un artículo aparecido en el Personality and Social Pychology Bulletin, demuestran que las personas que se sienten socialmente excluidas presentan niveles significativamente más altos de afiliación religiosa.
Por otra parte, este tipo de individuos tienden a implicarse más en comportamientos religiosos (como seguir rituales o relacionarse con otras personas religiosas) que las personas que no se sienten excluidas.
Por último, los experimentos realizados demostraron que la religiosidad puede funcionar como inhibidora del estrés, reduciendo las reacciones agresivas que puede generar la exclusión social.
Hipótesis inicial
La hipótesis inicial de la que partieron estos estudios, dirigidos por la doctora Nilüfer Aydin, del departamento de psicología de la Universidad de Munich, fue la de que a los humanos, como a otros primates, les preocupan en gran medida sus iguales y la pertenencia grupal. Esto se debe a que el aislamiento social puede conllevar consecuencias letales.
La religión podría establecerse como una solución para estas situaciones porque proporciona una comunidad para aquéllos que se adapten a la ideología grupal, e incluso ofrece la compañía de Dios u otras entidades divinas, en función de las creencias de cada religión.
En la revista Epiphenom se explica en qué consistieron los experimentos realizados por Aydin y sus colaboradores con el fin de comprobar la veracidad de esta hipótesis.
Un primer estudio fue realizado con emigrantes turcos que vivían en Alemania y que, por esa razón, se sentían más excluidos socialmente que turcos que vivían en Turquía, independientemente de su edad y riqueza.
En este experimento se comprobó que los turcos emigrantes eran más religiosos que los otros turcos, y que cuanto más excluidos se sentían los primeros, más religiosos eran.
Comprobaciones experimentales
En un segundo estudio, los investigadores analizaron a un grupo de cristianos a los que se les pidió que escribieran acerca de un momento de sus vidas en que se hubieran sentido excluidos socialmente.
Después de hacer este ejercicio, los participantes afirmaron sentirse más religiosos que otros cristianos participantes, a los que se les había pedido que escribieran acerca de un momento de sus vidas en el que se habían sentido aceptados o integrados.
En otro experimento similar, los investigadores constataron que aquellos cristianos que habían escrito sobre su exclusión social tendían más a aprobar toda una serie de comportamientos religiosos, como hablar con Dios o los encuentros con otras personas religiosas.
En un cuarto experimento, los psicólogos descubrieron que el malestar social podía relacionarse con un aumento de la religiosidad, más que con cualquier efecto de dicho malestar sobre la autoestima.
Por último, los científicos hicieron un experimento más: de nuevo se pidió a un grupo de cristianos que escribieran sobre la exclusión social, mientras que a otro grupo, también de cristianos, se les pidió que escribieran acerca de ser aceptados.
A algunos de los participantes se les pidió, además, que escribieran sobre religión (con el fin de que estuvieran “condicionados” por la religión durante el estudio). Posteriormente, con todos ellos se hizo una tarea aparentemente no relacionada, bajo la excusa de pedirles ayuda para otro estudio.
Dicha tarea consistió en que los participantes introdujeran sus manos en agua helada durante poco más de 30 segundos, lo que ocasiona un gran dolor. Los participantes reaccionaron ante esta prueba de formas diversas.
Aquéllos que habían escrito sobre la exclusión social se mostraron más agresivos, desahogándose con el extraño que les había pedido hacer la prueba.
Sin embargo, dentro de este mismo grupo, aquellos participantes que, además de escribir sobre exclusión, habían escrito sobre religión no mostraron ese comportamiento agresivo. Esto sugiere que la religiosidad puede servir para reducir el estrés, señalan los investigadores.
Otras ideas
Los resultados de estos estudios inciden en la idea de que la religiosidad podría ser un recurso cognitivo humano que propicia la supervivencia.
El antropólogo Lionel Tiger y el neurocientífico Michael McGuire lo han enfocado recientemente desde la perspectiva neurológica.
En su libro God’s Brain, estos científicos sugieren que la religión es un fenómeno presente y persistente en todas las sociedades humanas porque el propio cerebro crea y necesita la religiosidad, dado que ésta permite reducir el estrés propio de la vida cotidiana.
El ser humano encuentra alivio en las creencias y los rituales religiosos, lo que ayuda al cerebro a apaciguarse y, en consecuencia, a gastar menos energía y recursos, afirman Tiger y McGuire.
El doctor Andrew Newberg, especialista en el estudio de la relación entre el funcionamiento del cerebro y las experiencias místicas y religiosas de la Universidad de Pensilvania, afirma, por su parte, que la religión y las prácticas espirituales, generalmente, tienen un efecto positivo en la salud física, emocional y neurológica de la gente.