Si estamos viendo el interés de la derecha en recortar gastos relacionados con los servicios asistenciales de los sectores sociales más vulnerables, como ancianos, discapacitados o enfermos mentales, nada relacionado con los animales nos puede sorprender a estas alturas. Sin embargo, la solidaridad y la humanidad de algunos ciudadanos que socorren a animales callejeros y abandonados es algo que a los gobernantes no debiera afectarles lo más mínimo. ¿Qué es lo que puede llevarles a una medida que denota tanta insensibilidad y tanta crueldad gratuita? ¿Acaso puede un político prohibir dar de comer a un animal hambriento? ¿Pero en qué mundo vivimos?
¿Qué hay detrás de esta cruel medida?
El tema de la salubridad que se lo cuenten al vecino de enfrente. Si les preocupara la salubridad ciudadana cuidarían los índices de contaminación y de ruido en las ciudades, respetarían los bosques y los espacios verdes, plantarían árboles, en lugar de talarlos, o controlarían los productos transgénicos y los químicos cancerígenos en conservas y productos alimentarios. Los felinos son, por otra parte, una fuente de salud para los humanos porque controlan y limitan la población de roedores, verdaderos transmisores de enfermedades graves para las personas.
La histórica persecución de los gatos
¿Hay algo más tras esta absurda y aberrante decisión política? Pues no sé si consciente o inconsciente, pero parece fiel reflejo de la secular relación de abuso y crueldad de los ámbitos de poder totalitario (religioso y político) con respecto a la vida animal y natural. El caso de los felinos es muy gráfico para entender esto que digo. Considerados símbolos sagrados en las culturas mesopotámicas, en la tradición celta y en la mitología nórdica, los gatos fueron literalmente perseguidos por el cristianismo en su afán de acabar con cualquier atisbo de deidad que no fuera la suya propia.
Les hizo considerar un símbolo pagano y demoníaco
A mediados del siglo XIII la Iglesia comenzó, de hecho, una implacable persecución animal al relacionar a los gatos con las “brujas” y al alentar la idea de que eran un símbolo del diablo; incitó de tal manera a su exterminio que llegó a convertir en espectáculo la quema de estos pobres animales, que alentó a que fueran considerados un símbolo pagano, en las hogueras de la noche de San Juan, y posteriormente en las de la Inquisición.
La peste negra, producto del exterminio de los gatos en Europa
En el siglo XIV el papa Clemente decidió acabar con la orden de los Caballeros Templarios, alegando como coartada una acusación de homosexualidad y de ser adoradores del demonio en forma de gato. A finales de ese siglo, hacia 1.400, en Europa los gatos habían casi desaparecido. La llegada de la peste negra, transmitida por los roedores, asoló el continente causando en Europa 25 millones de muertos; la intensidad de la plaga fue producto, en gran parte, de la multiplicación de la población de ratas ante la ausencia de felinos. En el siglo XVII su valía empezó a reivindicarse de nuevo, y en el XVIII los felinos volvieron a conquistar su antiguo prestigio, a repoblar de nuevo el continente europeo y a ser embarcados en las naves hacia América para evitar pestes y enfermedades en los tripulantes.
Desprecio de los animales por parte del cristianismo y la derecha
Sin embargo, los animales en general, y los gatos en particular, siempre han sido objeto de irrespeto y desprecio por parte del cristianismo; hay quien dice que el motivo es la enorme intuición, la independencia y el amor a la autonomía y a la libertad de estos animales exquisitos. Los felinos nunca se someten a nadie, como mucho conviven y comparten afecto con las personas que les ofrecen cobijo, y su enorme intuición les lleva a huir de los hipócritas y a unirse a las personas sensibles y de sentimientos nobles y honestos. La historia de la tiranía no es ajena al universo animal, que, por carecer de inteligencia racional (que no solidaria ni intuitiva) han sido históricamente sufridores de la estupidez y la crueldad humana.
La moral universal aboga por el respeto a todo ser vivo
La espiritualidad universal y la moral natural propugnan como objetivo fundamental el respeto y la solidaridad hacia todo ser vivo. La vida es una, con múltiples manifestaciones, y el ser humano es sólo una de ellas. Las ideas o creencias que sitúan al hombre como “el rey de la creación” son una falacia irreal y un modo insensato e ignorante de alejar al ser humano de su comunión con el mundo y con la vida. Como decía en un artículo el periodista italiano, y gran defensor de los animales, Vittorio Menassé, “ningún ejército de predicadores podrá convencerme de que no es trascendente ni espiritual esa pequeña gata que un día llegó a mi vida para llenarla de ternura y de amor incondicional”. La derecha y sus auspiciadores ideológicos, al parecer, no entienden nada de estas cosas, o sí lo entienden y por eso lo quiere aniquilar.
Coral Bravo es Doctora en Filología