Los judíos opinan que iguala a todos los ciudadanos al margen de su religión
Sabido como es que la comunidad musulmana no habla con una sola voz, que no son indiscutidas las opiniones de sus representantes y que lo que dice tal hay que cotejarlo siempre con lo que dice cual, no sorprende que frente al tema de la laicidad no haya una opinión sólida común, y que haya que hacer un esfuerzo de lectura de las declaraciones de unos y otros para llegar a una conclusión. ¿Hay conclusión? La hay. En términos generales, y subrayando generales, los musulmanes temen el avance de la laicidad por la sencilla razón de que sospechan o saben que esta no distingue entre religiones, y que no tiene miramientos ni con católicos ni con musulmanes ni con judíos, y porque entienden que el retroceso de la nomenclatura católica solo puede significar una cosa: que jamás habrá en este país nomenclatura musulmana. Eso, en general. Pero los matices pululan.
«Los gobiernos pueden hacer lo que quieran, pero lo más seguro es que la gente siga llamando las vacaciones igual –dice Mohamed Iqbal, secretario y portavoz del centro cultural islámico Camino por la Paz–. En ese sentido creo que no afecta demasiado a la mayoría católica, pero sí a las minorías, la musulmana, por ejemplo. Porque, ¿cómo vamos a pedir ahora que reconozcan nuestras fiestas? Nos dejan sin argumentos».
El imán de Vilanova del Camí (Anoia), Nourredine Ziani, una de las voces representativas del islam en Catalunya, no está por definición en contra de la laicidad, pero sostiene que eliminar los referentes religiosos de las fiestas no favorece a nadie, «y en cambio sí perjudica el conocimiento de la historia entre las nuevas generaciones». «Y de todas maneras –y en eso coincide con Iqbal– sí que dificulta el reconocimiento de las fiestas musulmanas».
DELICADEZA EMPRESARIAL / Ese reconocimiento, pactado en el Acuerdo de Cooperación del Estado Español y la Comisión Islámica firmado en 1992 (hasta ahora no reglamentado), es una de las principales reivindicaciones de los musulmanes. Y algunos, como el teólogo islámico Taufik Chedadi, no descartan que la corriente laica sirva para satisfacerla. «Cambiar el nombre de las fiestas es positivo, permite ampliar el abanico, pero es tan solo un primer paso. Lo que importa es seguir adelante».
La comunidad judía, por su parte, celebra la laicidad porque, dice, hace iguales a todos los ciudadanos. «Y en todo caso estamos en una sociedad tolerante –dice Jorge Burban, del Centro Israelita de Barcelona–, y muchas empresas suelen respetar las fiestas de las minorías». Ocurre con los judíos, y también con los musulmanes.