En la Historia de la tolerancia religiosa tiene un destacado papel el Edicto de Nantes de 1598 en Francia para poner fin al violento conflicto religioso entre católicos y hugonotes. Pero existe otro documento legal de la misma época y parecida naturaleza, y que se otorga en 1609 conocido como la Carta de Majestad. Estas dos disposiciones dadas por monarcas católicos en realidad no pueden ser consideradas fruto de la reflexión y de una convicción o pensamiento claramente tolerantes, sino como el resultado del cálculo político para intentar resolver o apaciguar intensos conflictos que desgarraban sus Estados e impedían la convivencia y el mantenimiento del orden. Aún así, no cabe duda que suponen hitos en favor de la paz en una Europa profundamente alterada en materia religiosa en la Edad Moderna.
La situación religiosa en Bohemia al terminar el siglo XVI era muy compleja. Había una minoría católica y cuatro confesiones no romanas: luteranos, calvinistas, utraquistas, discípulos de Juan Hus y que defendían la comunión bajo dos especies, y los Hermanos Moravos, disidentes de los husitas. La Corona de Bohemia pertenecía al emperador Habsburgo del Sacro Imperio Romano Germánico. En ese momento ocupaba el trono un personaje harto interesante y peculiar de la dinastía, y lo era por sus intereses intelectuales, científicos y alquímicos, conformando una personalidad un tanto excéntrica para lo que se esperaba de un monarca de la época. Estamos hablando de Rodolfo II que, además, había establecido su corte en Praga.
A la altura de 1609 se estaba desarrollando un claro enfrentamiento entre Rodolfo II y su hermano Matías, en franca rebelión. En este contexto, el emperador necesitaba el apoyo de Bohemia y su estabilidad. Esas son las razones por las que decide conceder la Carta de Majestad, una especie de estatuto religioso que establecía la libertad de conciencia en Bohemia, aunque luego se amplió a Moravia y Silesia. Se decretó la libertad de cultos, el derecho a construir templos y escuelas en las ciudades y dominios vinculados directamente a la Corona. Se estableció como condición que las confesiones no católicas debían entenderse con el fin de crear una Iglesia protestante checa. El rey y emperador concede, además el derecho a crear un Consejo formado por diez miembros, los denominados “defensores de la fe” para negociar e intentar arreglar los conflictos existentes o que surgieran con los católicos.
En 1617, el nuevo rey Fernando confirmó la Carta, pero se multiplicaron los problemas debido a la diferente interpretación de sus cláusulas. El poder ordenó que se derribaran los templos protestantes de Hroby y Broumov porque se habían erigido en unas ciudades que pertenecían a prelados católicos, es decir, fuera de la jurisdicción establecida por la Carta. Por lo demás, Fernando estableció la censura, prohibió el uso de fondos de origen católico para pagar a ministros protestantes y se negó a admitir en los puestos a personas no católicas. Los defensores de la fe protestaron. El conde de Thurn capitaneó la rebelión y se decidió romper con los Habsburgo para proteger sus derechos y libertades religiosas que creían estaban amenazadas con estas decisiones. Era el camino hacia la defenestración de Praga, y el consiguiente conflicto que, entre otras causas, llevaría a la Guerra de los Treinta Años.
Aunque la Carta de Majestad fue un intenso serio, quizás aún más que el propio Edicto de Nantes, de llegar a un entendimiento entre las confesiones religiosas, terminó por fracasar porque los protestantes no consiguieron entenderse entre sí, y los católicos se opusieron enérgicamente a la tolerancia que establecía la Carta, además de por la política emprendida por Fernando.