En la localidad valenciana de Algimia de Alfara existía en los años veinte, que sepamos, una fábrica de ladrillos “La Pelicán” propiedad de los Señores Vernial y Compañía.
Al parecer, el encargado de pagar los jornales, siendo además uno de los dueños de la empresa, era el cura párroco de la localidad. Según publicaba El Socialista en su número del 31 de julio de 1928, los salarios que pagaba eran muy bajos, pero, además, dicho patrono obligaba a trabajar a los obreros entre nueve y diez horas violando la legislación en vigor de las ocho horas.
Pero, sobre todo, ejercía una costumbre que tenía a los trabajadores muy alterados. El sábado, día laborable, el cura no pagaba los jornales al terminar la jornada, sino que lo hacía al finalizar la misa del domingo, a la que debían asistir los obreros. El que no cumplía con esta especie de “obligación” religiosa se le privaba del trabajo, es decir, que era despedido.
Desde el periódico se exigía que se pagasen mejores salarios, como se hacía en otras fábricas, y que pagase el sábado como era su obligación y que no obligase, en cambio, a la asistencia a misa, porque ir o no ir a los actos religiosos debía ser un ejercicio de “libre voluntad de cada uno”.