A veces tengo un sueño. En él, habito en un estado democrático del siglo XXI que se declara aconfesional y actúa en coherencia con este principio. En un territorio que, aunque respete todas las creencias, no esté ligado a la pleitesía medieval que sacrificaba lo público en beneficio de una institución sobrenatural. En una sociedad sin imposiciones o presiones religiosas, en la que nuestros hijos pudieran desarrollar su derecho a la libertad de pensamiento. Donde la formación de los jóvenes se priorizara y entendiera como el mayor bien de interés general. En el lugar de mis oníricas ausencias se protegería este valioso patrimonio contra cualquier tipo de agresión. Nunca se permitiría una contaminación ideológica en la infancia, ni se destinarían fondos ni honores a los que pretenden secuestrar su libre discernimiento. Y sería impensable que se distrajera dinero de partidas destinadas a los jóvenes, para agasajar la visita del líder de cualquier secta.
Pero después de soñar tenemos la mala costumbre de abrir los ojos. Y lo que veo es un infalible antídoto contra la ensoñación. En esta ficción de estado aconfesional que vivimos, y en plena orgía de recortes, veinticinco milloncejos de euros se van a sustraer del famélico presupuesto de las Jornadas Mundiales de la Juventud 2011 y van a ser usados para, lo que el gobierno entiende como, “un acontecimiento de excepcional interés público”: La visita del Papa.
Como la congruencia nunca ha sido una característica que abundara en nuestra política y somos capaces de convivir con múltiples manifestaciones de esquizofrenia funcional, reivindicamos de nuevo nuestra naturaleza esperpéntica y doblamos la apuesta ofreciendo exenciones fiscales de hasta el 80% a las empresas que colaboren en el evento.
El gobierno ha respondido tarde, cuatro meses después, y mal a la pregunta que le hizo IU sobre esta cuestión. Pero sobre todo lo ha hecho de una forma decepcionante. Admitiendo el vasallaje al que se nos somete al obligarnos a subvencionar el dichoso acontecimiento. Desviando fondos destinados a los jóvenes, nuestro mayor tesoro, para recibir “como dios manda” al antiguo presidente de la Congregación de la Doctrina de la Fe. La prórroga moderna de la Inquisición, vaya.
En este punto, y a pesar de estar despierta, mi sueño se transforma súbitamente en pesadilla. El sistema feudal no ha muerto y la Iglesia sigue extendiendo sus poderosos tentáculos para manipular a la sociedad mientras se nutre de ella. Lo único que ha cambiado es que ahora se vería mal la parafernalia de las hogueras y los potros de tortura. Cuestión de marketing.
Y lo que es peor, con un gobierno socialista que se define aconfesional, seguimos comportándonos servilmente con esta organización. Pagando un costoso chantaje a cargo del erario público. Soportando sus continuas injerencias en la política nacional y su legendaria connivencia con la extrema derecha. Secuestrados de nuestro temor a plantarles cara y confinarles al espacio espiritual del que no se deben mover.
Dentro de las filas cristianas empieza a respirarse cierta fragancia a rebeldía. Un grupo de teólogos que representan a la facción progresista de la Iglesia ha denunciado al cardenal Rouco Varela por coacciones, incumplir sus obligaciones con los fieles y amparar y consentir chantajes contra teólogos y religiosos. También han señalado que la Conferencia Episcopal se sirve de colectivos laicos vinculados a la extrema derecha. La fe no debería estar reñida con la decencia y así lo demuestran estos valientes que quieren romper con el tabú de la obediencia ciega. Como dijo Bernard Shaw: El cristianismo podría ser bueno si alguien intentara practicarlo.
Tomemos ejemplo los laicos. Ya va siendo hora de que nos despertemos y abramos la ventana al aire fresco. No se trata de una cruzada contra las creencias de nadie. Simplemente, una sociedad progresista y plural no debe sostener ni dar cobertura a ningún credo. Liberarnos de estas cadenas no significa perseguirlos como nos quieren dar a entender. Que autofinancien su reino inmaterial. Nosotros, los ciudadanos y ciudadanas de este país, tenemos otras urgencias mucho más terrenales que atender.