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Juárez: republicano, laico y patriota

28 de marzo de 2010

Benito Pablo Juárez García, nació en Guelatao, Oaxaca, un 21 de marzo de 1806 en el seno de una familia de origen zapoteca. Huérfano desde los tres años, fue adoptado por un tío, y posteriormente (hacia 1818), protegido de un franciscano llamado Antonio Salanueva, por quién pudo entrar a la Escuela Real, Institución de primeras letras; y, posteriormente, al Colegio Seminario de Oaxaca, el cual abandonó en 1828 para estudiar la carrera de Jurisprudencia en el Instituto de Ciencias y Artes del mismo lugar. Se graduó como abogado de los Tribunales de la República el 13 de enero de 1834.
Inmerso en el ejercicio de su profesión y atento a las corrientes ideológicas en boga, el joven Juárez abrazó el liberalismo, al tiempo que iniciaba su actividad política: lo mismo como regidor del ayuntamiento, que como diputado (1833), o como magistrado Interino de la Corte de Justicia; ejerciendo, eventualmente, la cátedra de Derecho Canónico en el Instituto del que era egresado. En 1838 fue secretario del Tribunal Superior de Justicia, y más tarde, uno de los siete magistrados sustitutos del mismo organismo. Para 1841, don Benito fungió como Juez de Primera Instancia del ramo civil y de hacienda (por esos años, en 1843, contrajo matrimonio con Margarita Maza).
A pesar de sus primeros logros, no fue sino hasta 1846, cuando nuestro personaje entra de lleno a la escena nacional, al ser electo en ese año diputado federal; y al siguiente, gobernador de su estado natal. Sin embargo, su ascenso político y profesional se frustró cuando siendo director y catedrático del Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca [después haber concluido su periodo de gobierno] Santa Anna, con quién tenía cuantas pendientes, lo hostilizó y desterró a La Habana, de dónde, don Benito, se trasladó a la ciudad de Nueva Orleans.
Hacia 1854, Nueva Orleans, se había convertido en refugio de opositores al régimen Santaanista, por lo que a su llegada, Juárez se topó con liberales prominentes como Ponciano Arriaga, Melchor Ocampo y José María Mata.
Desde el exilio, en 1855, los opositores financiaron el regreso de Juárez a México, con el propósito de que se uniera al movimiento dirigido por Juan Álvarez, cuyo objetivo era derrocar al general y dictador veracruzano Antonio López de Santa Anna. La maniobra funcionó porque Álvarez lo nombró su secretario particular. A partir de ese momento y hasta el día de su muerte, don Benito quedaría unido ineluctablemente al poder.
Santa Anna fue derrotado y, en consecuencia, Álvarez asumió la jefatura del ejecutivo. Por su parte, Benito Juárez fue nombrado gobernador de Oaxaca, cargo que ejerció por un breve periodo, de 1856 a 1857, debido a que en ese último año se integró al gabinete de Ignacio Comonfort [sustituto de Álvarez] como ministro de gobernación, para convertirse poco tiempo después en Presidente de la Suprema Corte de Justicia.
A la par de estos acontecimientos, el Constituyente convocado después del triunfo de la revolución de Ayutla promulgó una nueva carta magna en febrero de 1857, cuyas principales características fueron; entre otras: el reconocimiento de los derechos humanos, conceptualizados como “garantías individuales”, la adopción del modelo republicano federal como forma de gobierno; el establecimiento de la libertad de trabajo, y la elevación al rango constitucional de las leyes “Juárez” y “Lerdo” relativas a la supresión de los tribunales especiales abocados a administrar justicia en el fuero común, y a la desamortización de los bienes del clero, respectivamente.
El contenido de la nueva Constitución desagradó al bando conservador, e incluso propició que el clero mexicano la declarara herética y amenazara con excomulgar a todos aquellos que osaran jurarla. Esto trajo como consecuencia el inicio de la guerra de los tres años, también llamada de Reforma, entre liberales y conservadores; y el ascenso accidentado pero meteórico de Benito Juárez a la presidencia de la República; después de que Comonfort, victima y victimario del golpe de Estado comandado por Félix Zuloaga, renunciara al cargo, y en su lugar, por ley, el presidente de la Suprema Corte de Justicia: o sea, Juárez, fuera investido como representante del poder ejecutivo.
A partir de ese momento, el abogado cedió su lugar al estadista. Don Benito gobernó interinamente de 1858 a 1861, periodo durante el cual, el bando Conservador tuvo su propio presidente: el militar Miguel Miramón.
Inicialmente, la contienda pareció inclinarse hacia el lado de los reaccionarios. Miramón instaló la sede de su gobierno en la ciudad de México; obligando a los constitucionalistas a mover el suyo de Guanajuato a Guadalajara, y de esta ciudad a Colima, para establecerse finalmente en el puerto de Veracruz, con la protección del gobernador liberal Manuel Gutiérrez Zamora el 4 de mayo de 1858.
Desde Veracruz-Puerto, Juárez promulgó las llamadas leyes de Reforma, las cuales, según la doctora Carmen Blázquez Domínguez estuvieron “destinadas a evitar la intervención del clero en la política nacional y a iniciar un proceso de secularización social” (Sumaria Historia de Veracruz. Vol. II. Gobierno del Estado de Veracruz, 1990). Su contenido se resume en los siguientes puntos:
Se decretó la nacionalización de los bienes del clero, la separación de la iglesia y el Estado, la exclaustración del clero regular, así como la extinción de las corporaciones civiles y religiosas (12 de julio de 1859).
Se estableció el registro civil de nacimientos, matrimonios y defunciones (23 de julio de 1859).
Se decretó la secularización de los cementerios (31 de julio de 1859).
Y, por último, se declaró la tolerancia de cultos (4 de diciembre de 1860).
Los acontecimientos dieron un giro inesperado, cuando Miramón desistió, en 1960, de sitiar, por segunda vez, el Puerto de Veracruz. Hecho que coincidió con una desavenencia al interior del ejército conservador [que lo enfrentó con el segundo en el mando, Leonardo Márquez]; y con la captura que el ejército norteamericano, seguramente invocado por el tratado MacLane-Ocampo, hizo de dos embarcaciones de la reacción.
El golpe final lo asestó el general y cacique zacatecano: Jesús González Ortega, cuando el 22 de diciembre de 1860 derrotó a Miramón, en la batalla de San Miguel Calpulalpan. Finiquitando con esto, la guerra de los tres años.
El presidente y su gabinete, entraron triunfantes a la ciudad de México el 11 de enero de 1861. Para ese momento, según la historiadora Josefina Zoraida Vázquez “Juárez era ya un político experimentado, capaz de mediar entre las facciones liberales, así como de incorporar opositores, que lograría mantenerse a flote en medio de las tempestades.” (Juárez, el republicano. El Colegio de México, 2005).
Sin embargo, a pesar de la victoria, el país se vería pronto, de nueva cuenta, envuelto en problemas, esta vez de tintes internacionales. Que colocarían al de Guelatao en el ojo del huracán.
* Profesor de Historia.

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