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José Francisco Serrano: «Da la impresión de que los obispos están dedicados a administrar la decadencia»

Conoce como pocos la dinámica interna de los medios, tanto teórica como prácticamente, y la expone con claridad propia del docente que es en su nuevo libro ‘Noticias, y algo más sobre la Iglesia’ (Palabra). A José Francisco Serrano Oceja (Santander, 1968) le duele una Iglesia jerárquica que ha pasado de ser la reina de la comunicación a «ir la rebufo» de ella y sin grandes «estrellas mediáticas».

Y es que, a su juicio, «da la impresión de que los obispos están dedicados a administrar la decadencia». Eso, unido a la falta de transparencia, hace que la institución esté cayendo «en la espiral de la irrelevancia». Por eso, el experto pide a la institución eclesial una presencia «proactiva» en los medios, que los obispos respondan a las temáticas sociales actuales, sin caer en las dinamicas de la mentira o del encasillamiento e imitando la forma de comunicar del Papa Francisco, que, en esto, «juega en otra liga».

Serrano
Serrano

¿Cuál es su propuesta? ¿Qué persigue con este nuevo libro ‘Noticias, y algo más sobre la Iglesia’ sobre una temática que conoce más desde la teoría que desde la práctica?

La idea inicial es doble. Ayudarnos a entender que una buena información religiosa o es buen periodismo o es otro cosa. También he pretendido ayudar a las personas interesadas en la información sobre la vida de la Iglesia a que tengan criterio autónomo, ofreciendo algunas claves tanto del entramado de esta información especializada como del contexto en el que se produce, dentro del marco general del estado de la comunicación. Pero también te diría que pretendo abrir un debate sobre nuestro trabajo, un diálogo entre profesionales, en la Iglesia. Me parece que estamos en un momento en el que se habla mucho de diálogo y encuentro pero se practica poco. Aunque me dices que conozco más este mundo desde la teoría que desde la práctica, sin embargo en mi vida profesional han sido ya nueve los medios, así contados rápidamente, tanto en España como en Roma, en los que he trabajado o colaborado en esta materia. Y percibo que en algunos aspectos hemos ido para atrás. Por ejemplo. Recuerdo las conversaciones romanas con el jesuita P. Félix Juan Cabasés sobre la opinión pública en la Iglesia, tema que se aborda también desde el punto de vista de a qué información tienen derecho los fieles en la Iglesia. Y aquí me parece que no avanzamos.

¿El sujeto ‘Iglesia católica’ sigue interesando a la sociedad española o ésta la considera, más bien y a grandes rasgos, como una institución trasnochada, con mala imagen, sin credibilidad, sin incidencia en la vida real y, por lo tanto, sin interés comunicativo?

El interés sobre la vida de la Iglesia en los medios está perdiendo enteros a pasos agigantados. Tú recordarás aquel Congreso de Informadores religiosos, allá en los ochenta, en el que don Antonio Montero tuvo una mesa redonda con María Antonia Iglesias, que estaba dirigiendo la información en TVE, y Justino Sinova, director de Diario 16. Ninguno negaba el interés de lo que pasaba en la Iglesia para el gran público. Hoy parece que solo interesan los escándalos, los líos judiciales, es decir, cuando la Iglesia es protagonista de las páginas de sucesos, judiciales, rosas… Incluso ha desparecido de las páginas de política en lo que tenía como voz de interlocución social para los grandes temas de fondo. Sería tremendo que esto fuera un síntoma de una añadida pérdida de credibilidad de la Iglesia. Bueno, excepto en el caso del papa Francisco, pero ahí jugamos en otra liga.

Obispos y medios

¿Puede seguir comunicando la Iglesia sin entender y, mucho menos, sin respetar a fondo las leyes y los ritmos de la comunicación en las sociedades desarrolladas?

Una Iglesia que no comunica, no es Iglesia. No es posible comunicar en la sociedad sin tener en cuenta las leyes de la comunicación, sus dinámicas, procesos y lenguajes. Otra cosa es que la Iglesia no comunique como comunica el mundo, con las dinámicas de la política o del dinero o de las presiones o de los intereses, con las dinámicas de poder. La Iglesia es experta en comunicación para los públicos internos, pero debe hacer un ejercicio de salir a la intemperie. Echo de menos una preocupación por el diálogo con quienes no están en el círculo de las inmediatas influencias. Por cierto que un fenómeno preocupante son las nueva formas de clericalismo comunicativo de la Iglesia.

La Iglesia católica en España marcó agenda social durante mucho tiempo, pero ahora es incapaz de romper el techo de cristal de los medios con sus mensajes. ¿Cómo puede volver a hacerse presente en la agenda de la comunicación?

Es cierto que se ha notado una fuga de la presencia de la Iglesia en los medios generalistas españoles, quizá acompasada de una especie de replegamiento en los cuarteles de los medios propios. Creo que una de las causas puede estar en que da la impresión de que la presencia de la Iglesia en los medios es reactiva no proactiva, que va al rebufo y no se toman las riendas, ni la delantera. Sería tremendo que estemos entrando en la decandencia de la comunicación de la Iglesia. No percibo iniciativas novedosas, que rompan los modelos asentados, que miren hacia adelante, que se dirijan a públicos heterogéneos. Hay algunos casos, pero son apuestas de algunas genialidades. En la última Asamblea Plenaria vi que se habían organizado encuentros de grupos de periodistas con obispos para hablar de temas al margen de las ruedas de prensa. Me pareció original la propuesta mientras no sea entienda como selectiva. Otra cosa son las repercusiones más allá de los medios propios. No se pueden dedicar toda las fuerzas a los medios propios y minusvalorar a los otros.

Iglesia en los medios

La Iglesia jerárquica española no cuenta ya con ‘estrellas mediáticas’ como lo fueron Tarancón o Setién. ¿No es hora de que los obispos dejen de lado las declaraciones para pasar a los gestos, como está haciendo el Papa Francisco?

Planteas una cuestión compleja. A lo largo de la historia de la Conferencia Episcopal ha habido obispos “estrellas mediáticas”, algunos más de los que tú citas. Pero, ¿por qué lo eran? Sería por iniciativa suya de propuestas, o porque se convertían en referentes en momentos de crisis social. La clave era que se convertían en interlocutores habituales de los medios como forma de serlo de y en la sociedad, los obispos tenían algo que decir a la sociedad y los medios les daban cancha. Esto tenía el riesgo, en algunos casos, de personalismo o de que los moldes de los medios les acababan convirtiendo en actores políticos. Pero estaban ahí, y se les escuchaba. Ahora ya no estamos en ese escenario. Quizá también tenga que ver con los temas sobre los que se habla en la Iglesia. Es evidente que no se quieren abordar ciertas temáticas y eso coloca a los obispos en una espiral de irrelevancia. Y, al revés, los obispos se empeñan en algunas temáticas que a los medios no les interesan, quizá porque no sean las preferencias de cuestiones que se viven y discuten en la sociedad. Te propongo un ejercicio. Tú sigue, ya sé que lo haces, los temas de las cartas pastorales semanales de los obispos. Haz una lista con los temas que abordan. Plantea otra lista en paralelo de los temas que se debaten en la sociedad en esas fechas y comprueba las referencias cruzadas. Te llevarás más de una sorpresa.

¿Cómo es posible que algunos obispos sigan considerando a los informadores religiosos como ‘enemigos’, cuando son instrumentos necesarios e imprescindibles para vehicular sus mensajes?

Me cuesta entenderlo. Me cuesta comprender que también puedan llegar a eso las personas que trabajan en comunicación para la Iglesia y que viven de la Iglesia. Lo que más me preocupa es la capacidad que se tiene en la Iglesia de encasillar a las personas, de prejuiciarlas, de etiquetarlas, como si no fuera posible que los periodistas seamos libres de relacionarnos con todas las personas, con las que piensan como nosotros y con las que no, con las que tienen otras sensibilidades, proceden de otras tradiciones eclesiales. Y a partir de ahí, algunos actúan. Eso lleva a que se limita todo, se reduce todo, al final acaban trabajando solo con los suyos y no con todos. Pura dialéctica, cuando en la Iglesia la base es la comunión.

Medios de la Iglesia

En general, el periodismo actual ha dejado de ser un servicio público, para convertirse en un negocio puro y duro. Pero ese reproche vale también para los grandes medios propiedad de la Iglesia, ¿o no?

Planteas una cuestión muy interesante. Primero, nos hemos creído que el periodismo es el cuarto poder, para algunos el poder moderador. Y lo que es el periodismo es un servicio. Ángel Herrera Oria no dejaba de repetir esto. El periodismo llega a ser poder porque es servicio, el primer servicio a las personas. Y segundo, no hay periodismo sino modelos de periodismo. El periodismo es una técnica. La ciencia es la Comunicación. En España no existe el periodismo genérico sino tradiciones periodísticas, formas de llevar a la práctica el periodismo. Por ejemplo, la Editorial Católica, El Debate, Ya, era una tradición periodística. ABC representaba otra. El País otra, de otro tiempo posterior, indiscutible. Diario 16 y El Mundo de Pedro J., otra. Cada una con sus características, sus incidencias, sus riesgos. ¿Tiene la Iglesia, en sus medios generalistas, una tradición propia? ¿Tiene un modelo propio? ¿Cuáles son sus característica, incidencias, formas específicas de ese modelo, quiénes son sus referentes?

Si prescindimos de la categoría progresistas y conservadores (por demasiado política, como apunta en su libro), ¿por cuál la sustituiría usted, para poder reflejar las distintas sensibilidades o almas de la institución eclesial, tan evidentes y, a veces, tan distantes?

Está claro que las categorías de las que hablas están periclitadas. Por ejemplo. En España, que es lo que conozco, no encuentro ningún obispo progresista en lo doctrinal, que defienda públicamente el sacerdocio femenino o la abolición de la disciplina del celibato, etc. Mirando el mapa episcopal se me ocurren algunas categorías relacionadas con el cambio generacional y los movimientos de sedes, pero antes de hablar de ellas voy a pensarlas mejor y a rezarlas. Probablemente hay tantas categorías y sensibilidades como personas, es decir, como obispos, que viven un tiempo complejo, en el que parece que a veces dan la impresión de estar dedicados a administrar la decadencia. Tarea nada fácil por otra parte.

Transparencia en la Iglesia

Me gustaría, por ejemplo, que se hiciera un ejercicio mayor de trasparencia en la Iglesia. Hay diócesis más trasparentes que otras, hay instituciones más trasparentes que otras. El pensamiento civil, por decirlo de una forma, y la reflexión sobre la trasparencia en la sociedad ha evolucionado mucho, en los procesos, en los debates, en la toma de decisiones, pero en el mundo eclesial se va muy por detrás. También es necesaria la trasparencia en los medios. Y para que no te quedes con mal sabor de boca, podríamos hablar de obispos, como líderes mediáticos, más trasparentes y menos trasparentes.

Dice usted que «un periodista es lo que son sus fuentes». ¿No habría que añadir: y sus claves interpretativas de fondo?

Las fuentes no son asépticas, y algunas veces no son ni higiénicas. Las fuentes, como el periodismo, son siempre intencionales. Pero los periodistas debemos saber por dónde van y vienen nuestras fuentes, qué es lo que pretenden. Y ahí está la clave. Pero la intención siempre se manifiesta con la acción, o con la inacción. Lo que más me preocupa ahora no es la intencionalidad de las fuentes y del periodismo sino la verdad, el problema de la verdad. Nadie es ajeno a caer en las dinámicas de la mentira, también en la Iglesia. Y esto sí que me parece especialmente grave, la cuestión de la mentira en la Iglesia.

¿Como ejercer el control del poder-servicio de la Iglesia desde los medios, cuando muchos clérigos quieren que los informadores sean meros catequistas o propagandistas?

En el libro creo que queda claro que el periodista no es un catequista, ni un un misionero. En su vida eclesial puede ser hasta ministro extraordinario de la comunión. Pero lo importante, cuando trabaja como periodista, es que sea un buen profesional y trabaje con criterios de profesionalidad. Recuerda los debates que teníamos tú y yo con nuestro recordado Pepe Martínez de Velasco al respecto. Esto forma parte del respeto a la autonomía de las realidades terrenas del Vaticano II. Pensar otra cosa sería forzar la realidad. Te diré que tampoco el periodista debe ser un vocero “sub line” de sus fuentes. Lo que debe mover al periodista es la verdad, la búsqueda de la verdad, la pasión por la verdad. Y no caer en la trampa de subordinar la verdad a los relatos o narrativas de verdad, lo que se llaman, a veces, las interpretaciones o versiones.

Transparencia CEE

¿Si la Iglesia jerárquica no comunica más y mejor (con mayor transparencia) es porque tiene cosas que ocultar?

Sabes que cada vez me creo más eso de que “nada hay oculto que no llegue a revelarse”. Vivimos en un momento en el que se han traspasado determinados límites, o líneas rojas, que existían antes. Cualquier persona te manda un correo, un mensaje, denunciando un hecho, una actitud, algo que ha pasado. De eso tenemos experiencia todos los días. Nadie ya se puede considerar intocable en y para los medios. Incluso a veces se ha perdido demasiado el respeto, la autoridad, las referencias. Da la impresión que estamos en un pim-pam-pum permanente. Por eso es importante la verdad y la trasparencia. Y si hablamos de la comunicación de crisis, ni te cuento.

¿Cuáles son las claves de la revolución mediática del Papa Francisco, que tanto inspira a la gente y que, sin embargo, es zaherido sin piedad por los rigoristas?

El Papa Francisco sorprende cada día. Es decir, no se puede decir que el papa presente la imagen de una Iglesia de la que se ya se sabe todo, previsible. Me encanta la idea del poliedro y no del círculo. Aplicada al papa, a su mensaje y a la realidad de la Iglesia. El Papa dice que la realidad, también de la Iglesia, es un poliedro, no un círculo en el que todos elementos deben estar pendientes y dependientes de un centro que es la clave, y marca la pauta. Cuando hay temas peliagudos, incluso, el papa da libertad hasta el extremo posible. Y él marca el extremo. Tengo un buen amigo que me recuerda eso del poliedro y me repite que el problema es que no nos creemos lo que dice el papa sobre la libertad y la pluralidad de formas en la Iglesia. Otro tema del papa es que él lleva la iniciativa, y por eso atrae y engancha. En esto habría que aprender mucho en el día a día de la Iglesia. Por cierto te diré que suelo, en los temas del papa, ir a las fuentes, porque los intérpretes del papa en varios niveles, o quienes quieren patrimonializar su mensaje, para hacernos más papistas que el papa, o para colocar al papa en la diana permanentemente, me aburren muchísimo.

El Papa, estrella mediática

Dice usted en su libro que hemos pasado a un nuevo vector, que puede formularse así: ‘Papa, sí, Iglesia, no’. ¿No le faltaría añadir que el ‘no’ se refiere a una Iglesia prepotente, impositiva, poco samaritana y autorreferencial?

Se refiere a una Iglesia que no responde a la realidad, que es más un argumento para justificar otras actitudes que otra cosa. Hacer posible que pasemos al escenario de “Papa, sí, Iglesia, también” no es tarea solo del Papa. Lo es nuestra con nuestro testimonio de vida y de pensamiento.

¿Cómo puede ejercer un informador religioso de «perro pastor, que da la voz de alerta», como sostiene en su obra, sin la crítica, la confrontación, la transparencia y el entrar en los palacios episcopales por la puerta de atrás?

El informador religioso debe ser autocrítico siempre. Es decir, debe dudar siempre, no instalarse en categorías absolutas, ni sobre la realidad, ni sobre los juicios de personas. Por lo tanto, duda y autocrítica, en términos ignacianos, examen de conciencia todas las noches. Esto no es equidistancia, ni equilibrismo. Hay que implicarse, pero la principal implicación, incluso para el buen periodismo de denuncia, es la intención de servir a la verdad.

La información religiosa se ha pasado a la Red. ¿En ella se va a quedar?

Parece que sí y durante bastante tiempo. Pero es que todo se va a quedar en la red. La tecnología está cambiando la piel del periodismo. No olvidemos la famosa ley de la evolución de los medios, etapa de fascinación, de alejamiento y de integración. Los medios son auto-referentes. Un ejemplo. Vivimos en la fascinación de las redes sociales, iremos al alejamiento, a la integración y a la creación de unos nuevos medios a partir de la Inteligencia Artificial y los algoritmos. Pero este es un gran temazo quizá para otro momento.

Libro de Serrano Oceja
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