Matteo Renzi elige una vía de urgencia que provoca la protesta de la oposición y la Iglesia católica
Matteo Renzi está dispuesto a sacar a Italia de su atraso de décadas en materia de derechos civiles. El Gobierno logró este miércoles —por 369 votos a favor, 193 en contra y dos abstenciones– la aprobación definitiva, mediante una moción de confianza planteada a la Cámara de Diputados, del proyecto de ley de uniones civiles entre parejas del mismo sexo, que, aunque descafeinado, ya recibió la luz verde en el Senado. Tanto la oposición como la Iglesia, que en Italia sigue teniendo un gran peso político y, al menos hasta ahora, un gran poder de veto, se han mostrado indignadas por el método expeditivo usado por Renzi, quien ha declarado: “Hoy es un día de fiesta. Porque las leyes son hechas para las personas, no para las ideologías. Para quien ama, no para quien proclama”.
Una vez superada la moción de confianza, durante la tarde del miércoles se someterá a votación el texto de la ley. La bronca no puede ser más grande. El centro político, una parte del cual sostiene al Gobierno de Renzi, y el Family Day, un conjunto de organizaciones que defienden a la familia tradicional atacando los nuevos modelos de pareja, han pedido el amparo de la presidencia de la República por considerar que el proyecto puede ser inconstitucional. También el secretario de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), monseñor Nunzio Galantino, se ha apresurado a tomar parte en el debate político.
La presión de la Iglesia a través del centro derecha ya había conseguido descafeinar la ley durante su aprobación en el Senado el pasado 26 de febrero, evitando sobre todo la posibilidad de que uno de los miembros de la pareja gay pueda adoptar a los hijos naturales de su cónyuge. Pero, aun así, considera que el actual proyecto de ley no marca suficiente distancia con un matrimonio de los de toda la vida. Monseñor Galantino advirtió tras conocer la decisión del Gobierno de Renzi de aprobar la ley sí o sí. “La moción de confianza supondrá una derrota de todos”. Los opositores a la ley de uniones civiles ya se han declarado dispuestos a organizar un referéndum revocatorio.
Todo esto se produce, como explica el editorialista de La Repubblica Stefano Folli, en el revuelto clima preelectoral de las elecciones municipales, “sobre todo en Roma, donde la ciudad laica y la ciudad vaticana se entrecruzan”. Y Alfio Marchini, el candidato a la alcaldía por Forza Italia, el partido que fundó, lideró y sigue dirigiendo a pesar de sus achaques políticos y físicos Silvio Berlusconi, ha anunciado un plante: “No celebraré jamás uniones homosexuales en el Capitolio”. La ministra Maria Elena Boschi, responsable de las Reformas Constitucionales, no se inmuta: “Los alcaldes tienen que respetar las leyes”. Y, además, todavía está por ver que Marchini, al que en principio apoya todo el centroderecha, termine sentado en un sillón que, después de la destitución de Ignazio Marino, ocupa un comisario especial que trata de meter en cintura una ciudad tan hermosa como difícil de Gobernar.
Maria Elena Boschi zanja con tranquilidad las críticas: “Después de decenios de espera, la ley de uniones civiles es un victoria histórica y la moción de confianza tiene un valor político”. El valor, se podría añadir, del arrojo de un primer ministro que, pese a gobernar en minoría y de declararse católico practicante, está dispuesto a jugarse la continuidad de su Gobierno y la admonición del Vaticano con tal de sacar a Italia de su atraso histórico en materia de derechos civiles.
Matteo Renzi ha colgado sobre su página de Facebook un comentario en el que se siente orgulloso de su proyecto: “Hoy es un día de fiesta para muchos (…). En estas horas decisivas tengo junto a mi corazón el pensamiento y el recuerdo de Alessia [Ballini, alcaldesa de San Piero a Sieve, luchadora por los derechos de los homosexuales, fallecida en 2011]. Y esto me basta. Porque las leyes son hechas para las personas, no para las ideologías. Para quien ama, no para quien proclama. Lo hacemos poniendo la moción de confianza porque ya no se podía retrasar más después de años de intentos fallidos. Lo hacemos con humildad y valentía”.