La policía iraní ha cargado esta madrugada contra los estudiantes de la Universidad de Sharif, que se habían atrincherado en el campus
Durante las dos semanas de manifestaciones, las autoridades persas han detenido a más de 1.000 personas, según Amnistía Internacional
Pero ahora, estos días, Tareq está fuera de Irán, en Turquía, y aunque desde este país no pueda protestar como le gustaría, cuando vuelva a casa lo va a hacer. “Mi madre y mi familia están protestando constantemente ahora, incluso en Ahvaz, donde las protestas no habían ocurrido hasta hace poco. Mi hermana fue detenida en las protestas de 2019, y sigue encarcelada por ello”, se queja Tareq.
Esas protestas, que empezaron por una subida de los precios del gas, fueron las más mortíferas en décadas. Según investigaciones independientes, 1.500 personas murieron a causa de la violencia policial en los tres meses que duraron.
“Tenemos a un dictador que mata a inocentes, que convierte a nuestro país en un país peligroso, porque la policía sale a la calle y mata a discreción. No estamos seguros ni en nuestras propias casas. Por eso protestamos. Protestamos por la libertad, por la economía, porque estamos hartos de que un pequeño grupo de mulás fanáticos copen el poder. Queremos cambiar el régimen entero”, dice Tareq.
Resistencia al cambio
En Irán, sin embargo, la respuesta —y resistencia— del gobierno se recrudece. En algo más de dos semanas que llevamos de protestas, cerca de 130 personas han muerto, según la oenegé iraní en el extranjero Iran Human Rights. La cifra del gobierno se estancó, hace una semana, en 41 muertos. Hay, además, miles de heridos, y cerca de 1.000 personas han sido detenidas por la policía.
Las cifras, no obstante, aumentarán: esta pasada madrugada, los estudiantes de la Universidad de Sharif, la mejor del país, fueron sitiados en el campus universitario por las fuerzas Basij. Este grupo paramilitar es el principal encargado de reprimir las manifestaciones y está formado, en su mayoría, o por antiguos criminales o policías radicales.
En la operación de esta pasada madrugada, decenas de estudiantes fueron detenidos y reprimidos violentamente, y cientos han sido encerrados con candado en los dormitorios de la universidad, que ha suspendido clases hasta nuevo aviso.
“Ver desde fuera todo lo que está ocurriendo es muy triste. Los que estamos en el exterior hacemos lo que podemos, pero no podemos contactar con nuestras familias dentro de Irán por las restricciones al internet… No sabemos qué ocurre allí. Es muy triste ver lo que está pasando. Por eso debemos acabar con esta dictadura. Que los iraníes sean libres”, dice Naz, ciudadana iraní residente en Estambul.
Esta mujer, explica en un turco impecable, que abandonó su país precisamente por la razón que lo desembocó todo: el motivo por el cual arrancó esta ola de protestas, hace dos semanas. “A las mujeres iranís se nos maltrata en nombre de la religión, y no se nos permite tener una vida normal y libre. Se meten en nuestras vidas privadas; nos obligan a taparnos. Irán se ha convertido en una cárcel, y por eso protestamos”, explica.
Un hiyab ‘incorrecto’
Todo empezó el pasado 13 de septiembre. Mahsa Amini, de 22 años, caminaba por Teherán cuando la Policía de la moral —un cuerpo policial iraní encargado de defender los valores morales de la República Islámica— la detuvo por llevar el velo de forma “incorrecta”. En comisaría, Amini recibió una paliza. Entró en coma cerebral. Murió al cabo de tres días, y su muerte desencadenó la rabia de miles de mujeres iranís. El gobierno iraní asegura que Amini murió sola, que tenía una enfermedad y que perdió la vida por un paro cardíaco. Su autopsia no ha sido hecha pública ni compartida con su familia.
Con los días, unas protestas que clamaban contra la muerte de la joven y el velo obligatorio, fueron más allá. “¡Vida, mujer, libertad! ¡Muerte al dictador!”, empezaron a gritar los manifestantes.
“Quiero decir claramente que estos disturbios han sido planeados por por los Estados Unidos y el falso régimen Zionista —en referencia a Israel—. Los responsables son ellos, sus mercenarios y sus ayudantes iranís, traidores en el extranjero”, ha dicho este lunes el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jameneí.
Es a Jameneí a quien los manifestantes se refieren como el “dictador”. “La muerte de Mahsa demostró que vivimos en un país peligroso, que mata a su gente —dice Tareq, con sus brazos enormes en alto—. Pero ahora nos hemos dado cuenta. Queremos cambiar toda Irán. Queremos un país sin los clérigos, sin el dictador. Queremos acabar con la República Islámica”.