Esta pasada semana, el fiscal de Delitos de Odio y Discriminación en Cataluña ha interpuesto una querella criminal contra el imán de Terrassa, al que acusa de incitar a la violencia contra la mujer.
En ella se relata que el citado líder religioso se dirigía en sus sermones a sus fieles, aconsejando a los maridos, sobre el comportamiento de sus mujeres, conductas como "Amonestad a aquéllas de quienes temáis que se rebelen, dejarlas solas en el lecho, pegarlas."
Pero no de cualquier manera, porque, también se recoge que precisaba que "en el Islam los golpes son una práctica tolerable, pero tienen límites… no son los que provocan las fracturas de los huesos, no son los que hacen correr la sangre, no son los golpes en la cara…"
Y, tras explicar cómo han de propinarse, con una pequeña barra de madera, se lee cómo termina aconsejando que "...estos golpes sean discretos… y que… nadie sepa de ellos fuera de la vida conyugal…"
Yo no creo que estemos ante un problema de carácter religioso. De hecho, la Federación del Consejo Islámico de Cataluña ha reaccionado de inmediato, condenando el maltrato machista.
Más allá de estos concretos hechos, aún sujetos a investigación y, por tanto, amparados, en lo que respecta al querellado, por la presunción de inocencia, la noticia merece una reflexión.
Porque lo que sí es indudable es que estamos ante una cuestión cultural. Que no sólo afecta a las comunidades musulmanas, sino a grupos muy amplios de la población española, cualquiera que sea su origen, religión e ideología.
De hecho, al leer la noticia, recordaba una expresión muy utilizada, desgraciadamente, en los Juzgados de toda España hace algunos años, y que dio título a un estupendo libro del Médico Forense y anterior Delegado del Gobierno para la Violencia de Género, Miguel Lorente Acosta: "Mi marido me pega lo normal".
Porque, en el fondo, tanto aquél relato como esta frase son la expresión de una misma concepción de las relaciones entre hombres y mujeres: es el hombre el que debe gobernar la pareja, y la mujer debe obedecerle, sumisa, debiendo, en caso contrario, sufrir el correspondiente castigo.
Castigo que puede llegar a ser, incluso, físico, aunque, para que sea tolerable, "normal", no debe hacer correr la sangre, fracturar huesos, afectar a la cara, etc,, etc..
La presión sociológica, mediática, legal e institucional contra el maltrato y la violencia machista hace que, afortunadamente, hoy sean muy pocos los que se atrevan a manifestar ideas como las que han llevado a la Fiscalía de Cataluña a denunciar los hechos descritos.
Pero, indudablemente, se encuentran detrás de las numerosas expresiones de violencia de género que son tramitadas en los Juzgados y Tribunales de toda España.
Aún hoy, muchas de las víctimas se presentan en las salas de vistas como si tuvieran ellas mismas la culpa de las violencias de que han sido objeto.
Alguna vez he comentado, también, el elevadísimo porcentaje de mujeres que, después de denunciar, han querido renunciar al proceso y retirar la denuncia. En algunos trimestres, ha llegado a alcanzar el 11,7 % de las denuncias, sólo durante la fase de instrucción.
En estos últimos años, venimos observando, además, cómo crece de forma notable el número de sentencias condenatorias que se basan en el testimonio de un tercero, ajeno a la pareja, que presenció la agresión, que la víctima silencia o, incluso, niega abiertamente.
¿No es esta postura de las víctimas una expresión más de aquélla idea de los golpes "tolerables" y "normales", en las relaciones de pareja? Y que, como se dice en la querella que aconsejaba el imán, deben quedarse en la intimidad, y no hacerse públicos fuera de la casa o de la pareja.
Y que yo creo que se encuentra presente en algunos de los discursos de quienes, de forma más taimada, reprochan a la nueva situación de mayor igualdad social y, sobre todo, profesional de las mujeres, la causación de todo tipo de males.
Son esos discursos que hablan de "hembrismo", de feminismo radical, y que sostienen que un mayor protagonismo público de la mujer causa graves perjuicios para la familia o los hijos. Cuando, en realidad, lo único que pueden dejar en evidencia es la incapacidad de quien no sabe adaptarse a un mundo más igualitario,
Y que se parece bastante a la cita de la querella, en la que se habla de la reflexión que hace el querellado sobre la vida conyugal, culpando a las mujeres por ser independientes, diciendo: "Esta mujer que tiene su propia independencia, que tiene trabajo y dinero, mira al hombre con una mirada de desprecio. El hombre en este caso tiene que trabajar también en casa, como preparar la comida y lavar la ropa, y esto conlleva a una ruptura y conflicto entre el hombre y la mujer".
Diferentes ámbitos, pero la misma mentalidad. (Me cuesta mucho llamarle ideología).