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Ideas en torno del ‘islamismo moderado’

Rodríguez Zapatero reiteró en su entrevista concedida a la CNN durante su viaje a los Estados Unidos, que incluye la intervención de hoy en la Asamblea de la ONU y su participación en la ronda del G-20 de mañana, una de las conocidas ideas que inspiran la Alianza de Civilizaciones: la mejor manera de combatir y erradicar el islamismo radical, es integrar el islamismo moderado en el sistema de relaciones internacionales.

El asunto entronca, como después se verá, con la espinosa cuestión del llamado 'multiculturalismo', tratado con gran visión por Giovanni Sartori.

La tesis esgrimida por el presidente del gobierno español es sugestiva pero su desarrollo plantea un problema que podría llegar a ser decisivo: ¿qué es el islamismo moderado? ¿Qué países podrían ser paradigmáticos de uno u otro modelo?

Poder divino

Cualquier mediano entendedor advertirá que la dificultad de relación entre Occidente y el mundo islámico no proviene tanto de la calidad del islamismo, de su propensión a utilizar la 'sharia' como ley civil, del grado de su fanatismo, de la rigidez de su ordenamiento interno, del trato que da a sus mujeres, cuanto del hecho de que los países islámicos son teocracias, basadas en una ley trascendente que no está por lo tanto sometida al contraste de la racionalidad.

En otras palabras, la confrontación entre las sociedades occidentales y las sociedades islámicas no puede ni debe plantearse como una disyuntiva religiosa -cristianismo frente a islamismo- sino como una confrontación entre laicismo y confesionalidad. El orbe cristiano ha relegado sus creencias religiosas al ámbito privado, en tanto el islamismo mantiene su fe en la esfera pública. Y la teocracia es incompatible, por definición, con el pluralismo.

Quien piensa que su modelo de sociedad y su sistema de organización política responden a un mandato divino, será por definición inflexible y no estará en condiciones de negociar con su antagonista la convergencia en un punto medio. Definitivamente, para el partidario de la teocracia, quien piensa distinto es un 'infiel' a quien no se le debe permitir la menor interferencia.

Eliminar los dogmas

Esta oposición entre racionalidad y teocracia es la que inspira la tesis del célebre 'choque de civilizaciones' de Samuel P. Huttington. El choque no se produce por diferencia de tradiciones, culturas, valores o costumbres sino por el imperio del credo religioso sobre la racionalidad, por la consideración de 'enemigo' que inmediatamente adquiere quien formula propuestas de tolerancia, de relativismo y de laicidad.

No hay problema en conseguir 'alianzas' entre posiciones políticas racionalistas, basadas en la ley natural y en el consensuado listado de derechos humanos que goza de reconocimiento universal. El problema surge cuando uno de los actores del teatro internacional esgrime la verdad revelada como antagonista del constitucionalismo laico de nuestros países. Visto así, la concreción sugerida más arriba sobre qué países abrazan el 'islamismo moderado' carece de sentido: ¿es Arabia Saudita, que lapida a las adúlteras, un modelo creíble de moderantismo? ¿O quizá lo son Egipto o Jordania, viejas dictaduras amparadas por el manto islamista que las vuelve impermeables a la modernización?

Si se ven las cosas de este modo, se llegará a la conclusión de que la alianza de civilizaciones no puede consistir en moderar las posturas dogmáticas sino en eliminarlas. El problema de los países islámicos no es la radicalización ni el extremismo sino la supeditación del ordenamiento civil a una dudosa revelación divina. Así las cosas, lo que ha de hacerse no es tanto privilegiar al islamismo moderado cuanto convencerlo de que el principio democrático no prosperará si la religión no cede su primacía a la escueta racionalidad.

Debate sobre el multiculturalismo

Frente al islamismo (y a las dictaduras teocráticas en general), compiten dos actitudes, la ortodoxa liberal y la multiculturalista. Y la Alianza de las Civilizaciones pretende ser una formulación intermedia.

Como es sabido, el multiculturalismo propugna la coexistencia pacífica de culturas en un mismo contexto, en un mismo país. Para los multiculturalistas, las minorías religioso-culturales deberían tener derecho a mantener íntegramente sus creencias, tradiciones, costumbres y formas de organización. Los liberales ortodoxos pensamos en cambio que en una sociedad democrática es exigible el respeto a unos criterios comunes, fundacionales, constituyentes, emanados de la soberanía popular, que a todos nos obligan. A partir de este acatamiento, es lícito el pluralismo, que no puede ser en cambio previo al rousseauniano 'contrato social' que representa la Constitución.

Bajo este último criterio, el ejercicio del Islam ingresa en el reducto de las creencias privadas de los adeptos, pero no puede interferir en la legislación de carácter general ni amparar excepciones a la ley común.

El multiculturalismo no es, en definitiva, democrático puesto que niega la supremacía de la voluntad general, de la soberanía, que es el fundamento de la convivencia pacífica de una sociedad democrática.

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