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Ha­ce cin­cuen­ta años que se co­lo­có en Sie­rra Nevada el mo­nu­men­to a la Vir­gen de las Nie­ves

Se trata de una imagen religiosa, con un gran impacto paisajístico, que se colocó en pleno nacional-catolicismo. Creemos que ya es hora de democratizar ese paisaje, pues no es privativo de ciertos creyentes religiosos. Si ya los centros municipales están sobrecargados de simbología religiosa, resulta insufrible escapar al monte y seguir encontrándonos con lo mismo: cruces y Vírgenes por doquier (véase una muestra AQUÍ ).


La idea de ma­te­ria­li­zar el cul­to y la de­vo­ción que los gra­na­di­nos sen­tían por la Vir­gen de las Nie­ves sur­gió en una con­ver­sa­ción en­tre los ami­gos An­to­nio Za­yas, que era di­rec­tor del al­ber­gue Uni­ver­si­ta­rio, y el es­cul­tor Fran­cis­co Ló­pez Bur­gos. En los pri­me­ros años de la dé­ca­da de los cin­cuen­ta, cuan­do tu­vo lu­gar esa con­ver­sa­ción, Ló­pez Bur­gos ape­nas lle­va­ba diez años en la pro­fe­sión, pe­ro co­men­za­ba a re­ci­bir sus pri­me­ros en­car­gos que, en la Es­pa­ña de pos­gue­rra, lle­ga­ban de la mano de la Igle­sia o de co­fra­días que vol­vían a sa­lir en pro­ce­sión. Así, el jo­ven es­cul­tor au­to­di­dac­ta fue for­mán­do­se con el mo­de­la­do de obras re­li­gio­sas: san­tos, re­ta­blos, tro­nos y vír­ge­nes a las que, rom­pien­do con la con­cep­ción clá­si­ca de la es­cul­tu­ra re­li­gio­sa, do­tó de be­lle­za y ter­nu­ra

La idea de Za­yas era la de con­se­guir que los gas­tos de cons­truc­ción del mo­nu­men­to se al­can­za­ra me­dian­te una su­cripción po­pu­lar. Mien­tras el di­ne­ro lle­ga­ba, Ló­pez Bur­gos la­bró en már­mol una pe­que­ña ma­ter­ni­dad abri­ga­da por un man­to en for­ma de remolino de nie­ve de una sen­ci­llez y emo­ción, que le va­lió al ar­tis­ta el Pri­mer Pre­mio Na­cio­nal de Es­cul­tu­ra en 1954.

La Vir­gen Blan­ca, ya adop­ta­da co­mo pa­tro­na de los mon­ta­ñe­ros, se ben­di­jo el 31 de ju­lio de 1954 a las nue­ve de la no­che en la igle­sia de San An­tón, de don­de sa­lió la ro­me­ría has­ta Sie­rra Ne­va­da y en la que la ima­gen, en me­dio de gran fer­vor po­pu­lar, iba acom­pa­ña­da por es­quia­do­res del ba­ta­llón Al­pino y unas chi­cas ves­ti­das con tra­jes tí­pi­cos al­pu­ja­rre­ños. Ba­jo un cas­ti­llo de fue­gos ar­ti­fi­cia­les cru­zó el Pa­seo del Sa­lón y la pro­ce­sión subió, alum­bra­da por an­tor­chas, has­ta el Pi­ca­cho del Ve­le­ta, don­de se ce­le­bró la mi­sa al ama­ne­cer con la Ma­dre de las Nie­ves pre­si­dien­do el al­tar.

Ma­nuel Ti­tos, en el se­gun­do vo­lu­men de ‘Sie­rra Ne­va­da, una Gran His­to­ria’, cuen­ta que la in­ten­ción era de­jar co­lo­ca­da aque­lla ima­gen en la cum­bre del Ve­le­ta, pe­ro al­guien de­bió or­de­nar lo con­tra­rio y la Vir­gen, sin que nin­guno de los pro­ta­go­nis­tas su­pie­ra por qué, ba­jó de nue­vo a Gra­na­da y ca­da 5 de agos­to vol­vía a las cum­bres pa­ra en­ca­be­zar la eu­ca­ris­tía.

Pe­ro el pro­pó­si­to era con­ver­tir aque­lla pe­que­ña es­cul­tu­ra en un gran­dio­so mo­nu­men­to que se ins­ta­la­ría en la cum­bre más al­ta de la Pe­nín­su­la. Una ta­rea ver­da­de­ra­men­te com­pli­ca­da: «Al­gu­nas men­tes inex­per­tas con­ci­bie­ron la idea de que la ima­gen de­bía te­ner unos 60 me­tros de al­tu­ra y te­nía que ins­ta­lar­se en el Ve­le­ta– co­men­tó en una oca­sión Car­los Ol­me­do, un pio­ne­ro de Sie­rra Ne­va­da y ami­go per­so­nal de Ló­pez Bur­gos– con lo que se hu­bie­se cam­bia­do la oro­gra­fía Pe­ni­bé­ti­ca, pues es­te pi­co con la Vir­gen ha­bría que­da­do más al­to que el Mul­ha­cén. Y di­go inex­per­tos por­que, aun­que los ci­mien­tos hu­bie­sen arran­ca­do de lo más pro­fun­do, la Vir­gen po­dría ha­ber ido a pa­rar al Pa­seo de Al­me­ría».

La pri­me­ra ima­gen ta­lla­da por Ló­pez Bur­gos se ha­bía con­ver­ti­do en un sím­bo­lo de la Sie­rra. Pro­ta­go­ni­za­ba fe­li­ci­ta­cio­nes na­vi­de­ñas, se re­pro­du­cía en pos­ta­les, in­clu­so una de­le­ga­ción gra­na­di­na re­ga­ló al je­fe de Es­ta­do una ta­lla en una vi­si­ta al Par­do. En di­ciem­bre de 1960, chi­cos y chi­cas de los GUM (Gru­pos Uni­ver­si­ta­rios de Mon­ta­ña) la tras­la­da­ron en tri­neo al pi­co del Ve­le­ta, don­de per­ma­ne­ció du­ran­te va­rios años has­ta que las in­cle­men­cias del tiem­po aca­ba­ron des­tro­zán­do­la.

Po­co des­pués se en­car­gó al au­tor la rea­li­za­ción de otra Vir­gen, es­ta vez de un me­tro de al­tu­ra, que se es­cul­pió en pie­dra en la fá­bri­ca de Ni­co­lás Gar­cía Oli­ve­ros. Su em­pla­za­mien­to en la mon­ta­ña gra­na­di­na «abri­ría el tu­ris­mo in­ter­na­cio­nal a Sie­rra Ne­va­da», di­ce IDEAL en un ar­tícu­lo, que tam­bién apun­ta que el au­tor, jun­to con el ar­qui­tec­to Mi­guel Ol­me­do, que co­la­bo­ra­ría en su ins­ta­la­ción, ha­bían re­nun­cia­do a cuan­tos ho­no­ra­rios pu­die­ran co­rres­pon­der­les.
Sus­crip­ción po­pu­lar

Mien­tras, la sus­crip­ción con­ti­nua­ba abier­ta. En ju­lio de 1962, cuan­do se su­pe­ra­ban las 145.000 pe­se­tas, Ló­pez Bur­gos co­men­zó a tra­ba­jar en un nue­vo pro­yec­to, una Vir­gen que se fun­di­ría en alu­mi­nio y al­can­za­ría los tres me­tros de al­tu­ra. En sep­tiem­bre de aquel año, «Con un gol del Be­tis», ti­tu­la­ba IDEAL (por­que fue el club se­vi­llano el que hi­zo el do­na­ti­vo), se su­pe­raron las 200.000 pe­se­tas. ‘La Vir­gen del Ve­le­ta’, co­mo la lla­ma­ban, ya era una reali­dad. La pren­sa na­cio­nal se ha­cía eco del pro­yec­to al que se pre­ten­día que se su­ma­ran to­dos los mon­ta­ñe­ros y es­quia­do­res de Es­pa­ña. Ma­rio Mo­reno ‘Can­tin­flas’, do­nó mil pe­se­tas y el mi­nis­tro de In­for­ma­ción y Tu­ris­mo, Ma­nuel Fra­ga, ofre­ció una sub­ven­ción de 300.000. Lo hi­zo en el trans­cur­so de una vi­si­ta a la Sie­rra pa­ra inau­gu­rar el Pa­ra­dor de Tu­ris­mo, en enero de 1966. Aquel día, la ima­gen se en­con­tra­ba en el al­ber­gue de Edu­ca­ción y Des­can­so y el es­cul­tor la subió al ‘seis­cien­tos’ des­ca­po­ta­ble de su ami­go Car­los Ol­me­do pa­ra lle­var­la a la te­rra­za del al­ber­gue Uni­ver­si­ta­rio y que el mi­nis­tro pu­die­ra con­tem­plar­la. Por cier­to, el di­ne­ro com­pro­me­ti­do no lle­gó nun­ca.

Pa­sa­ba el tiem­po. Ló­pez Bur­gos triun­fa­ba en Nor­tea­mé­ri­ca. En los ta­lle­res de Co­di­na se fun­día la Vir­gen de las Nie­ves. En 1965, es­ta­ba lis­ta. Los gra­na­di­nos pu­die­ron ver de cer­ca en la Ca­sa de los Ti­ros «su ca­ri­ta pre­cio­sa de vir­gen ye-ye», co­mo la de­fi­nió Gon­za­lo Cas­ti­lla. Y del Ve­le­ta se pa­só al Mo­jón del Tri­go, un em­pla­za­mien­to más prác­ti­co don­de ter­mi­nó su ins­ta­la­ción en oc­tu­bre de 1968. Pe­ro, pa­ra en­ton­ces, el es­cul­tor ya tra­ba­ja­ba en otra obra, un mo­nu­men­to a Gar­cía Lor­ca que nun­ca en­con­tró un si­tio.

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