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Gloria Safdar: “Somos ciudadanos de segunda, pero no tenemos miedo a ir a las iglesias”

No tienen miedo aunque son una minoría y su fe les puede llevar a la cárcel. Los cristianos de Pakistán son cuatro millones en un país en el que viven 191 millones de personas.Representan solo el 2 por ciento de la población y son considerados ciudadanos de segunda. Aún así, los seguidores de Jesús no se esconden, pese a que acudir a la Iglesia supone ser blanco de los ataques terroristas.

Según el Informe de Libertad Religiosa en el Mundo 2016, Pakistán es uno de los 23 países donde la libertad religiosa está más comprometida de todo el mundo y la situación va a peor. Gloria Safdar lo sabe muy bien. Esta paquistaní de Lahore ha tenido que huir de su país después de que ella y su familia sufriera amenaza de muertes. En una entrevista con LaInformacion.com, asegura que “los cristianos somos ciudadanos de segunda categoría. Estamos discriminados en todos los campos: educación, trabajo y en nuestra vida cotidiana”

 Al no tener oportunidades, viven en pobreza y el 95 por ciento son analfabetos. Además, la única salida para muchos de ellos es trabajar en el campo en régimen de semiesclavitud o en la fabricación de ladrillos. Trabajos duros y que nadie quiere realizar. De hecho, normalmente una familia trabaja de sol a sol en la fabricación de ladrillos para llegar a elaborar 1.000 ladrillos al día y cobrar 8 euros al día. Los cristianos no tienen capacidad económica para escolarizar a sus hijos y si llegan a la Universidad, la suelen dejar porque sufren discriminación.

La familia de Gloria es cristiana desde hace cuatro generaciones y ha sufrido la discriminación. “Yo he sido la única cristiana estudiando en mi instituto y en la Universidad. He tenido que estar censurándome continuamente”, insiste.

Aún así, no esconden su fe. “No nos escondemos como hacen los cristianos en otro países como China o Corea del Norte. Los cristianos estamos acosados pero no tenemos miedo para ir las iglesias. Las misas están llenas los domingos”.

Ahora, los cristianos de Pakistán se prepara para celebrar la Navidad como en otros millones de sitios de alrededor del mundo. “La Navidad es un tiempo de paz que vivimos con mucho gozo. Decoramos nuestras casas con el Belén y las estrellas y los vivimos con un gran espíritu”, asegura.

En Pakistán los cristianos se agrupan en siete Diócesis, siendo las provincias de Punyab y Karachi donde los seguidores de Jesús son más. “En estas fechas la Iglesias se llenan aunque los fieles tenemos que pasar grandes medidas de seguridad y controles para entrar en los templos”.

Atentados contra los cristianos 

Los atentados contra cristianos son habituales en este país. Uno de los últimos fue el Domingo de Pascua en el que murieron más de 65 personas y unas 250 resultaron heridas después de que un suicida se inmolara en un parque en el que una gran cantidad de cristianos celebraban la Pascua de Resurrección. Pero no ha sido el único. En la primera semana de este año en enero un grupo de musulmanes secuestró a una joven cristiana, otro quemó una pila de biblias y libros litúrgicos en una iglesia; y en la región de Punjab quemaron una iglesia protestante.

En octubre del año pasado, una cristiana de 28 años fue quemada viva por rechazar casarse con un musulmán y en abril de 2015, un grupo de extremistas islámicos prendió fuego a un adolescente por decir “soy cristiano”. Son solo algunos ejemplos del odio sin límite hacia los cristianos.

Más de mil condenados a muerte por Ley de Blasfemia 

Además, en el país rige la Ley de Blasfemia que agrupa varias normas contenidas en el Código Penal inspiradas directamente en la interpretación de la sharia (ley religiosa musulmana) para sancionar cualquier ofensa de palabra u obra contra Alá, Mahoma o el Corán.

“La ofensa puede ser denunciada por un musulmán sin necesidad de testigos o pruebas adicionales y el castigo suponer el juicio inmediato y la posterior condena a prisión o muerte del acusado”, explica Gloria.

La ley es usada con frecuencia para perseguir a la minoría cristiana. Uno de los casos más emblemáticos en la aplicación de esta norma es la madre y esposa católica Asia Bibi.

En junio de 2009, Asia trabajaba como obrera en Sheikhupura, cerca de Lahore, Pakistán. En una ocasión le pidieron que buscara agua potable para sus compañeras. Algunas de las trabajadoras –todas musulmanas– se negaron a beber el agua por considerarla “impura” debido a que fue provista por una cristiana. Un día más tarde, Asia fue atacada por una turba y llevada a una comisaría “por su seguridad”, donde fue acusada de blasfemia contra Mahoma.

Desde su detención denunció ser perseguida en razón de su fe y negó haber proferido insulto alguno contra el Islam. Lleva más de cinco años encarcelada injustamente en Pakistán desde que fuera condenada el 8 de noviembre de 2010. Pero no es la única, se calcula que en la actualidad “hay en más de 1.000 condenados a muerte por esta ley”, según el Informe de Libertad Religiosa en el Mundo.

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