Por primera vez en el país, la Iglesia Católica asumirá su responsabilidad por un sacerdote abusador, ya condenado y detenido. En todas las misas de mañana de San Isidro se leerá un documento del obispo Oscar Ojea. También económica.
A través de un comunicado difundido ayer, que será leído en todas las misas de mañana, el obispo de San Isidro, Oscar Ojea, acompañado por todos los sacerdotes de su diócesis, salió públicamente a asumir responsabilidades, pedir perdón y expresar su deseo de reparar el daño causado por los abusos sexuales cometidos por el cura José Mercau, hoy condenado y encarcelado. “La comunidad diocesana de San Isidro, y de un modo especial el obispo y su presbiterio, piden públicamente perdón a los jóvenes que han sido afectados por estas conductas (de abuso sexual) realizadas por un sacerdote de nuestra diócesis, el padre José Mercau, cuando era párroco de San Juan Bautista en Ricardo Rojas (Partido de Tigre)”, dice el comunicado titulado “Asumir, pedir perdón y deseo de reparar”.
La declaración del obispo Ojea y su presbiterio pone de manifiesto una actitud de reconocimiento poco común hasta ahora en la Iglesia Católica frente a los casos de abuso sexual. El texto comienza diciendo que “las secuelas que deja el abuso sexual en el futuro de los niños y de los jóvenes no se pueden medir. Su vida vincular y afectiva queda lastimada en lo más hondo por la violación de su intimidad”. Las autoridades de la Iglesia de San Isidro, cuyo obispo no ha querido hacer declaraciones diferentes a lo dicho en el comunicado, han hecho saber que al expresar este pedido público de perdón quieren poner de manifiesto la decisión de ayudar a los jóvenes que han sido víctimas “a sanar heridas y construir un porvenir”. Y expresan también la voluntad de que el gesto se traduzca además en un compromiso “por promover una cultura del cuidado de los niños y adolescentes”.
“La conducta del que abusa –dice el comunicado del obispo Ojea y su presbiterio– también hiere todo el cuerpo de Cristo y quiebra la confianza en la comunidad. Este mal causado nos hace experimentar un vivo dolor como miembros de la Iglesia.” Y agrega que “decimos con claridad que estos actos están abiertamente en contradicción con la palabra de Dios y con la tarea evangelizadora que día a día comunidades y pastores llevan adelante”.
La declaración de la diócesis de San Isidro se pone en línea con las posturas recientes del papa Francisco, quien condenó en varias ocasiones las conductas pedófilas de miembros de la Iglesia. Las autoridades de la diócesis de San Isidro manifestaron también su disposición a “reparar” el daño causado por el sacerdote Mercau y que ello se hará, según trascendió, de “modo fraternal, económico y con ayuda que será persistente en el tiempo” para con los jóvenes abusados.
En otra parte, y después de recordar palabras del papa Francisco respecto del cuidado de la vida, la declaración del obispado subraya que “poniendo nuestra confianza en el Señor le pedimos humildemente que estos gestos nos estimulen a seguir anunciando con transparencia y fidelidad la alegría del Evangelio e ilumine cada rincón de la diócesis para poder acercar la buena noticia en particular a nuestros hermanos más pobres”.
El gesto del obispo Ojea representa un cambio importante de la conducta mantenida hasta ahora por la jerarquía católica argentina ante casos similares, incluyendo el del cura Julio César Grassi, con quien la diócesis de Morón no ha tomado todavía ninguna decisión disciplinaria a pesar de la condena por abuso sexual que pesa sobre él.
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