En nombre de la religión se modificó el plan de estudios de la escuela primaria y secundaria para dar espacio a las ideas no científicas y pro-Jihad.
Ha sido el ataque más mortífero realizado contra una escuela por los fanáticos religiosos. En la Escuela Pública del Ejército [una de las cerca de 150 creadas y gestionadas por el ejército. ndr] hubo 146 víctimas. Entre ellas, 136 niños con edades comprendidas entre 10 y 17 años. A los niños se les pidió que recitaran el Kalma [ver: http://ismaili.net/heritage/node/10521] y luego les dispararon. Fue un ataque de fánaticos musulmames contra niños musulmanes.
El Tehrik e Taliban Pakistan se atribuyó la responsabilidad y envió una foto de los siete militantes que participaron en la “operación” portando armas y bombas. Lo hicieron depués de que se publicaran en la web los rostros de los siete militantes muertos, asesinados por el ejército en el contraataque, no antes de que ellos causaron el daño máximo.
Los fanáticos afirmaron que no mataron niños pequeños, que su “islam” no les permite asesinar a niños del “enemigo” menores de 12 años. Casi el 11% de los niños matriculados en la escuela murieron en los primeros 15 minutos que tuvieron ocupada la escuela.
El director fue tiroteado de tal forma que que su cuerpo resultaba irreconocible. Su delito fue el guiar a los niños para que escaparan de la escuela durante el ataque. A los niños se les pidió que se pusieran en línea para luego abrir fuego sobre ellos. Los que se atrevieron a correr fueron perseguidos y fusilados.
El ataque provocó tal efecto devastador entre los niños de todo Pakistán, que mi hijo de 14 años le preguntó a su madre, qué debería hacer en caso de que [los fanáticos] llegaran a su escuela: ¿”ponerse en línea o correr”?
Ese día Pakistán y el mundo sufrieron una verdadera conmoción. La noticia de la matanza de estos niños inocentes se convirtió en todo el mundo en la principal noticia. Generó un gran enojo y un shock tremendo.
El 17 de diciembre, Pakistán vivió una jornada de huelga general espontánea que no fue convocada por ningún partido político, que los partidos de los ricos de Pakistán sueñan con poder contenerla en el marco de sus estrechos intereses políticos. Fue una de las huelgas más exitosas: no funcionó el transporte en las carreteras y casi todas las tiendas e instituciones cerraron. Esto nos recuerda la repercusión de la muerte de Benazhir Bhutto en diciembre de 2007, cuando todo Pakistán se vio constreñido por el dolor y la ira.
En India todas las escuelas guardaron dos minutos de silencio y el Parlamento aprobó una resolución condenando el ataque.
Ese mismo día, los líderes de todos los partidos políticos representados en el Parlamento se reunieron en Peshawar para acordar, sin sentido alguno, “trabajar juntos”; ¿cómo van a hacerlo sin cambiar la forma de pensar y sin ninguna propuesta concreta para poner freno a los fanáticos?
En la reunión estuvo Imran Khan, cuyo partido detenta el poder en Khaiber Pukhtonkhawa donde ocurrieron los hechos. Estaba demasiado ocupado en la campaña para derrocar al gobierno federal en otras partes del país, y dejando totalmente de lado la tarea de asegurar la vida en su provincia.
La filosofía del Imran Khan sobre “los buenos y malos talibanes” implicó que no se tomaran medidas contra los fanáticos que reclutaban en las áreas tribales garantizando a la gente alcanzar el cielo. Fue un firme defensor de las “conversaciones con los buenos talibanes” para dividir a los fanáticos. El poroblema es que no hay buenos o malos talibanes. Todos forman parte de la misma familia neofascista.
La gobernante Liga Musulmana (PML-N) mantiene desde hace mucho tiempo contactos con la mayoría de los grupos religiosos fanáticos y se aprovechó de ello para ganar las elecciones generales de 2013. Los fanáticos llevaron a cabo ataques suicidas contra la mayoría de los opositores al PML-N y del PTI, lo que les impide realizar campañas electorales eficaces.
En la reunión también se encontraba Jamaat Islami (Partido Islamista), cuyo lider declaraba mártires a los talibanes muertos y fanáticos a los militares asesinados. También etuvo Jamiat Ulemai Islam (Asamblea del clero Islámico- partido religioso-), la conocida ala política de un sector de los fanáticos religiosos. Asimismo, asistieron otros partidos políticos que suscriben la misma ideología milenarista de los yihadistas y que, en función de sus estrechos intereses políticos, mantienen vínculos y contactos regulares con grupos extremistas religiosos.
En esta reunión se acordó la creación de un comité para para proponer una nueva política de seguridad para el Estado en el plazo de una semana, como si en una semana se pudiera llegar a una fórmula mágica.
El Estado paquistaní ha fracasado miserablemente en la tarea de poner freno a la extensión del fundamentalismo religioso, que siempre se beneficia de su punto débil. Durante mucho tiempo, estos grupos se sintieron apoyados por el Estado como una segunda línea de salvaguarda, cuyo paradigma central estaba basado en la enemistad contra la India. El proceso de islamización fue acelerado por el dictador militar Zia Ul Haq con el pleno apoyo del imperialismo norteamericano.
Además de crear y apoyar a grupos yihadistas durante décadas, el Estado y el ejército, con el apoyo financiero y político de las potencias imperiales y con el fin de salvaguardar sus intereses estratégicos, adoctrinaron a millones de personas en la ideología islámica conservadora.
En las tres décadas transcurridas desde 1980, conocidas como los años de la madrasas, más de 20 000 en la actualidad, éstas proporcionan un terreno abonado para el reclutamiento de atacantes suicidas. Principalmente apoyadas por Arabia Saudita y muchos millones de inmigrantes musulmanes, se han convertido en la alternativa al sistema escolar oficial. La mayor parte de las actividades terroristas llevadas a cabo en Pakistán y en otros lugares están relacionados con el apoyo organizativo y político a estas madrasas.
Tras el 11-S, la estrecha relación del Estado con los fundamentalistas cambió en cierta medida pero, en realidad, jamás se rompió. Los grupos terroristas prohibidos cambiaron de nombre para poder llevar a cabo actividades de forma legal. Celebran reuniones y manifestaciones públicas, recaudan fondos y publican su prensa sin ningun impedimento Estatal.
Debido al desarrollo de las ideas islamistas extremas, Pakistán se ha vuelto más conservadora, más islámica y más derechista. Frecuentemente, se utilizan leyes sobre la blasfemia para ajustar cuentas personales e ideológicas. Las minorías religiosas, las mujeres y los niños son los blancos fáciles. Son ellos quienes pagan más caro este crucial giro a la derecha.
El auge del fundamentalismo religioso se ha convertido en el desafío más importante, no sólo para las fuerzas progresistas sino, también, para la construcción de una sociedad moderna. La educación y la salud son los objetivos reales de los fanáticos.
Los y las trabajadoras contra la poliomielitis, la mayoría mujeres, son asesinadas por los fanáticos, ya que fue un equipo de trabajo para combatir la polio el que llevó al descubrimiento de Osama Bin Laden, que fue asesinado. El resultado de todo ello es que la Organización Mundial de la Salud ha recomendado prohibir los viajes de las y los paquistaníes al extranjero si no poseen un certificado de vacunación contra la poliomielitis.
En nombre de la religión, en las provincias de Punjab y Khaiber Pukhonkhawa se modificó el plan de estudios de la escuela primaria y secundaria para dar espacio a las ideas no científicas y pro-Jihad. La educación en la mayoría de las escuelas está plagada de la filosofía pro-guerra.
Estos fanáticos grupos religiosos son la nueva versión del fascismo. Son fascistas en construcción. Tienen todas las características históricas del fascismo. Matan a los opositores en masa. Se han extendido entre la clase media, especialmente en los sectores con estudios. Están en contra de los sindicatos y de los movimientos sociales. Intentan implantar a las mujeres como seres inferiores a los hombres, y su objetivo es que se queden en el hogar. Han convertido en norma el atacar a las minorías religiosas.
Los grupos fanáticos religiosos son internacionalistas. Quieren un mundo islámico. Están en contra de la democracia y promueven el Khilafat (reino) como forma de gobierno. Constituyen la fuerza más brutal que se haya visto en la historia reciente del “Estado islámico” y Talibán. No hay nada progresista en su ideología. No son anti-imperialistas, sino anti-americanos y anti-occidentales. Han organizado y llevado a cabo actividades terroristas hiper brutales en forma de ataques suicidas, atentados con bombas, asesinatos en masa y tiroteos indiscriminados.
Es necesario hacerles frente. Ahora bien, el modelo americano de luchar “contra el terrorismo” ha fracasado estrepitosamente. A pesar de todas las iniciativas estadounidenses: ocupación de países y guerras para imponer alternativas democráticas, los fundamentalistas religiosos han crecido con más fuerza.
Los fundamentalistas son más fuertes de lo que lo eran el 11-S, a pesar de la ocupación de Afganistán.
Se necesita un nuevo paquete de medidas. El Estado tiene que romper todos los vínculos con los grupos fanáticos. La mentalidad de que los fundamentalistas religiosos son “nuestros hermanos, nuestra gente, nuestra línea de seguridad y garantía contra los “hindúes”, “algunos son malos y otros son buenos” y así sucesivamente, ha de ser abandonada. Las teorías de la conspiración son los más favorables argumentos entre las corrientes de la derecha religiosa. Ellos no quieren hacer frente a la realidad.
No hay atajos para acabar con el fundamentalismo religioso. Tampoco hay una solución militar. Tiene que ser una lucha política con reformas radicales en la educación, la salud y el trabajo concreto en la mayoría de los países musulmanes. Uno de los medios más eficaces para luchar contra el fundamentalismo es comenzar por la nacionalización de las madrasas y proporcionar educación gratuita, salud y transporte.
Las ideas de la derecha alimentan la ideología de la extrema derecha. Un trabajo de masas por una alternativa en el seno de los sindicatos y de los partidos políticos vinculados con los movimientos sociales es la forma más eficaz de lucha contra el fundamentalismo religioso.
Farooq Tariq es el secretario general de Awami, Partido de los Trabajadores
Traducción: VIENTO SUR
Fuente original: http://internationalviewpoint.org/spip.php?article3776