Tras defenestrar a Becciu y desembarazarse de Sarah y Müller, el Papa ordena una investigación de la Congregación para el Clero, el ‘Ministerio’ vaticano que gestiona a medio millón de curas y seminaristas católicos: «No va a parar», cuentan los que despachan con Bergoglio a diario.
«Francisco no va a parar. Este tiempo de pandemia le ha convencido de que las cosas tienen que cambiar, también en la Iglesia. Y es ahora o nunca. Aunque le cueste la salud». Una de las personas que despacha prácticamente a diario con Bergoglio asegura a elDiario.es que este octavo año del pontificado del primer Papa jesuita y americano de la historia es clave. Clave para entender un cambio profundo en la estructura de la Curia vaticana, anquilosada en rígidas e inamovibles normas, con siglos de antigüedad, que ya no ofrecen respuestas operativas a una Iglesia global… en un mundo global.
«Pese a quien pese»… porque la oposición es cada vez más fuerte. Los sectores ultraconservadores, que hasta hace meses contemporizaban con lo que llamaban las ocurrencias del Papa argentino, se han quitado la careta, y arremeten contra la «herejía» de la sinodalidad, es decir, abrir las decisiones católicas a laicos, clero, familias… El ex prefecto para la Doctrina de la Fe, Gerhard Müller uso esa palabra, «herejía» para calificar el proyecto papal y, además, acusan al Pontífice de «querer demoler» el edificio de la Iglesia –como señalaron en su día los cardenales BrandMüller o Burke–. También airean su escándalo con el silencio de Roma ante las bendiciones de parejas homosexuales que tuvieron lugar el pasado mes en Alemania. Curiosamente, son los mismos que callan cuando Francisco tilda de «catástrofe» la pederastia clerical, y que protestan en silencio cuando el pontífice reduce en un tercio lo sueldos de los altos cargos de la Curia para no tener que despedir a ningún trabajadores tras una pandemia que ha dejado un agujero en las arcas vaticanas superior a los cien millones de euros.
A expensas de la definitiva aprobación de Praedicate Evangelium, la nueva Constitución de la Curia vaticana (iba a aprobarse a finales de junio, pero esta misma semana el cardenal Maradiaga, coordinador del equipo de cardenales que asesora a Bergoglio, ha admitido que será después del verano), Francisco ha decidido quitarse de en medio a los purpurados que más abiertamente habían puesto trabas a las reformas. Ya lo hizo hace unos años con el alemán Müller en el todopoderoso Ex Santo Oficio, y hace nueve meses defenestraba a Angelo Becciu, el cardenal italiano que fuera Sustituto de la Secretaría de Estado y máximo responsable de las canonizaciones vaticanas. Bergoglio, como adelantó elDiario.es, expulsó a Becciu del Colegio de cardenales (no podrá votar en un cónclave), y está a la espera de enviarle a juicio acusado de malversación de fondos vaticanos, crear una ‘red diplomática paralela’ a la oficial, y usar el dinero de los pobres para la compraventa de palacios de lujo.
El fin de las misas en latín y del control del clero
Hace menos de un mes, Francisco se desembarazaba del guineano Robert Sarah, ya ex prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, colocando en su puesto a Artur Roche (y de subsecretario a un español, Aurelio García Macís), y con el encargo de adaptar la liturgia a los tiempos, y de dar un ‘toque’ a los ultraconservadores. De hecho, se habla de la supresión de las misas bajo el Summorum Pontificum o rito extraordinario (en latín y de espaldas al pueblo).
Bergoglio encargó una profunda investigación de ambos dicasterios, donde se habían encontrado errores contables y falta de transparencia. Y es que el Papa ha pisado el acelerador.Con la mirada puesta en la aprobación de la Constitución Apostólica que reformará la Curia vaticana, y una vez que la Secretaría de la Economía y el APSA centralizan todos los presupuestos (se ha cortado el grifo, incluso, a la Secretaría de Estado), Bergoglio ha ordenado una investigación a la Congregación para el Clero, que correrá a cargo del obispo de Mondovì, Egidio Miragoli. El ‘visitador’, con plenos poderes, hará una auditoría profunda a la congregación que se encarga del control y formación de seminaristas y sacerdotes, una de las grandes preocupaciones del Papa Francisco.
El órgano, que controla el destino del medio millón de sacerdotes y seminaristas del mundo, estaba hasta este viernes en manos del cardenal italiano Belliarmino Stella, a quien el Papa también ha apartado, colocando en su lugar, por primera vez en la historia, a un obispo surcoreano. El de Daejoon, Lazzaro You Heung-sik. Su nombramiento, además, es todo un símbolo de cómo el poder se está desplazando de Italia a las periferias: You Heung-sik se convierte en el segundo prefecto de Asia, junto al cardenal Luis Antonio Tagle, al frente de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, al que hay que sumar el peso del cardenal de Bombay, Oswald Gracias, uno de los miembros del Consejo de Cardenales.
Italia –y Europa–, pierden peso en los órganos de poder vaticanos. América y Asia, con unas iglesias más jóvenes, más abiertas, menos clericalizadas, ganan influencia. También en el Colegio de cardenales, donde el viejo continente con 56 electores, ya no tiene la mayoría absoluta. América Latina, con 23, Asia y África con 16, América del Norte, con 12, y 3 de Oceanía, muestran un mapa eclesiástico muy distinto que el que se encontró Bergoglio cuando, hace ocho años, fue elegido Papa. Se avecinan cambios en la Iglesia católica ¿Llegarán demasiado tarde?