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Hoy vemos con estupor a unos incendiarios fanáticos de su credo buscando con sus acciones promover el terrorismo a nivel mundial. Sorprendentemente para la mentalidad occidental no son esta vez los musulmanes integristas los que arrecian el odio entre religiones. Son miembros de las dos religiones occidentales por excelencia, el cristianismo y el judaismo en sus vertientes más extremistas (que existen aunque no se tenga tanta conciencia de ellas) los que buscan sembrar el odio que conduzca a ese estado de caos que permita desarrollar sus programas de aniquilación del que consideran enemigo. Tras cortinas religiosas, se vislumbra con claridad un proyecto fascista de erradicación del otro, considerado enemigo acérrimo y al que se intenta arrastar a las masas normales de dichos credos. Tristemente los incendiarios cristianos y judios ríen en sus mansiones viendo que el plan que han elaborado y sufragado cumple sus objetivos al provocar la respuesta violenta y radical de aquellos que comparten su ignorancia y su bajeza. Presos de la trampa y de los intereses de aquellos que buscan por igual el conflicto, las masas musulmanas pueden caer en una dinámica de respuesta violenta que sólo sirva para agradar a los pirómanos que han iniciado todo este agravio.

Los fanáticos judeo-cristianos se ven fuertes, saben desde ya, que con 10 paletos, unos cuantos dólares y una cámara pueden presionar en busca de ese choque de civilizaciones que les eleve al grado de guías de su sociedad en la lucha contra el infiel.

La respuesta desproporcionada de las turbas ignorantes, no sólo no hacen justicia a las revelaciones y enseñanzas de su profeta, sino que se convierten en realidad en el arma de todo aquel que fiel a la ideología nazi busca que se produzca una guerra religiosa a gran escala que permita acabar con los musulmanes.

En estas circunstancias no sería extraño el que se produzcan nuevas y repetidas ofensas hacia el Islam y hacia quien lo profesa. Si la respuesta a dichos actos es el caos y la violencia se puede pasar a una época oscura de terror en la cual todos los fanatismos de ambos lados se vean alzados. En un escenario como este, las fuerzas mas reaccionarias de ambos lados se verán recompensadas y los sueños de libertad y justicia de los millones de jóvenes protagonistas de la primavera árabe quedarán en un segundo plano.

En Siria, bajo la represión de la dictadura fascista del régimen hereditario de los Assad, han sido destruidas mas de 200 mezquitas. Sus libros, incluyendo por supuesto el libro sagrado de los musulmanes, han prendido fruto de las llamas. Sin embargo no se han producido manifestaciones de los exaltados que ahora toman las embajadas americanas al ritmo de los tambores del salafismo. Las embajadas rusas y chinas de Libia, Egipto o Yemen no han sufrido protesta alguna por esta blasfemia continuada contra lo mas sagrado (el templo y su libro) de los musulmanes. En cambio, un pastor fascista de Florida, amenaza con quemar el Coran y son cientos de miles en todo el mundo los que caen en su trampa.

Así pues, la blasfemia contra el Islam es rentabilizada por aquellos que buscan únicamente aumentar su poder y dirigir a sus sociedades hacia el abismo con el que sueñan. El ejemplo sirio, evidencia que existe un doble rasero en la moral de estos exaltados.

Es deber de las masas religiosas conscientes, el recordar y hacer valer el carácter que el Islam tiene de religión universal que coloca al resto de religiones como sagradas, protegiendo expresamente al cristianismo y al judaismo considerándolos seguidores del mismo dios y legitimando a sus profetas como tales.

Los cristianos y judios no deben dejar impunes estos actos de fascismo religioso ya que en su nombre buscan raptar a todos los creyentes de sus credos con el fin único de encaminarles hacia un conflicto de exterminio que también es contrario a sus propias creencias.

Sin intentar hacer un alarde de teología, es obvio para el observador, que los actores en juego en este momento son los radicales de ambos lados que buscan el mismo fin: un conflicto global de exterminio al mas puro aroma nazi.

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