La única vez que vi al diablo acababa yo de cumplir losocho años. Recuerdo que era una tarde de verano y mis padres , como otras veces, habían decidido que pasáramos el día en la playa del Embarcadero. La llamaban así por el viejo muelle de madera que se adentraba en el mar como un dedo esquelético, y en el que los domingos un hombre de rostro de sal y sol alquilaba su barca pintada de verde y blanco a quienes querían dar un paseo por las tranquilas aguas de la bahía.Papá nos había llevado más de una vez en aquella barca, y yo había disfrutado tumbado en la proa viendo cómo la quilla abría el mar impulsada por los fuertes brazos de mi padre.
Así empieza este relato
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