Asóciate
Participa

¿Quieres participar?

Estas son algunas maneras para colaborar con el movimiento laicista:

  1. Difundiendo nuestras campañas.
  2. Asociándote a Europa Laica.
  3. Compartiendo contenido relevante.
  4. Formando parte de la red de observadores.
  5. Colaborando económicamente.

Escuela Laica: ni torre de marfil ni quintacolumnismo metafísico · por José Manuel Fernández Santana

Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

La educación religiosa_

La educación religiosa no implica, en realidad, formar gente más
piadosa, ni siquiera más dogmática, sino, simplemente, imponer el
sostenimiento de la Iglesia, el apoyo al clero y su respaldo político.

Claro que también tiende a una deformación moral: al engañarse al
alumno para fundamentar la obediencia hacia una autoridad intangible,
se lo condena a ser conformista ante las autoridades humanas y a
perder los escrúpulos morales en caso de perder también la fe;
consecuencia esta última inevitable si no se superan la represión
sexual ni la convicción de que la vida terrenal es mísera y por ello
guerras, pobreza y enfermedad son inevitables.

Con lo cual la educación religiosa educa para la obediencia y la
debilidad moral, además de desalentar en el niño la reflexión crítica
y discriminar al que considera inconvincentes los argumentos de la fe.
Se bloquea así el pensamiento científico en ciernes. Las proposiciones
enseñadas son sacrosantas y cerradas a toda discusión.

“No se habla en los Evangelios ni una sola palabra de alabanza a la
inteligencia”, recuerda Bertrand Russell.

Las sociedades como la nuestra, formadas dentro de los parámetros
religiosos, ven hoy imponerse en Academias y cátedras universitarias
criterios de verdad distintos y opuestos a los de la ciencia,
supeditando la coherencia lógica y la necesidad de evidencia a la
dialéctica de índole religiosa y a los sentimientos del corazón: el
niño de ayer se ha convertido en el adulto obediente y moralmente
débil de hoy gracias a la influencia eclesiástica.

Hoy, casi como ayer, en cátedras y conferencias se siguen citando
personalidades simpáticas al occidente cristiano tales como Platón,
Kant y, por supuesto, Aristóteles, y no se menciona ni de paso la
experiencia de nuestro Ferrer i Guardia, o las vertientes
psicosociológicas que presenta el problema de la educación para, entre
otros pensadores no creyentes, Sigmund Freud y Bertrand Russell.

Creo que se ha consumado una gran falacia académica que abarca:
– considerar auténticos, sin más, los textos que los temibles monjes
copistas medievales nos legaron de Platón (1);
– la apelación al principio de autoridad consagrado oficialmente,
“olvidando” que Platón habría propuesto quemar las obras de Demócrito
y de Homero y que concebía el ideal  republicano cristalizado en una
clase social dirigente de ricos y sacerdotes amparados por una clase
de vigilantes del orden y sustentada por una clase baja de esclavos y
trabajadores;
– de Aristóteles se olvida debatir ciertas ideas suyas que habrían
conducido a la depredación ecológica, a considerar a la mujer un
hombre inferior, a creer que las plantas se alimentaban de tierra,
etc.;
– en cuanto a la autoridad representada por Kant, ignoro si quienes la
defienden se refieren al desconcertante autor de Crítica de la Razón
Pura o al oportunista de Crítica de la Razón Práctica.

Las “facultades innatas”_

Coherentemente con el impulso de una educación de base y marco
religioso, se acepta la existencia de una entelequia llamada
“facultades innatas”. Se suman así a a las ideas de personajes
cuestionables (el trío mencionado más arriba) conceptos
anticientíficos como el de las ideas innatas (2). Solo puede aceptarse
que el cerebro cumpla una función intelectual antes de la necesidad
exigida por razón vital, esto es, antes de nacer, si se parte de
convicciones metafísicas. Pero las cátedras occidentales y cristianas
ni siquiera aceptan que sería inadecuado emplear el concepto de lo
innato como un alias del paquete genético preexistente al desarrollo
mental del individuo. Por lo tanto, el  documento de la Conferencia
Episcopal Española, del 30/3/2006, titulado Teología y secularización
en España, se solaza en expresar que “(en) la conciencia humana (…)
está grabado un principio de obediencia a la ley de Dios, que es norma
objetiva”

La espiritualidad_

En los recovecos de la educación religiosa encontramos conceptos
fáciles de confundir con matices simpáticos a la cultura y a la
inteligencia. Me refiero a lo que se ha dado en sostener como el
desarrollo enaltecedor de una de las vertientes de la personalidad
humana:  la espiritualidad…, a la que, graciosamente, se pretende
distinguir, en el contexto sociocultural actual, de la religiosidad.

En realidad, el concepto de espiritualidad constituye uno de los más
ambiguos y vagos que aparecen en nuestro vocabulario.

Veamos:
1-      Espiritualidad es una palabra que deriva del griego y que está
compuesta por la voz spiritus que significa ‘respiro’, -alis, que se
refiere a ‘lo relativo a’, y el sufijo -dad, que indica cualidad, por
lo tanto, etimológicamente, espiritualidad es todo lo relativo a la
cualidad de lo espiritual o espíritu.

Bien, ¿y qué es el “espíritu”?

El Diccionario de la Real Academia trae 11 acepciones, la mayor parte
de las cuales escapa a todo sentido arreligioso: desde “ser inmaterial
y dotado de razón” (dado que según la misma fuente razón es “facultad,
acto de discurrir”, nos quedamos alelados preguntándonos cómo un ser
inmaterial puede discurrir), hasta “don sobrenatural y gracia
particular que Dios suele dar a algunas criaturas” (!), pasando por
“Principio generador, carácter íntimo, esencia o sustancia de algo”
(lo cual nos lleva a la neblinosa cuestión de qué es la sustancia),
etc., etc.
Si bien el concepto griego apuntaba al hecho físico del aliento, de la
respiración, no pueden cerrarse los ojos ante el olor metafísico que
ha contraido el vocablo “espiritualidad” a través de los siglos y
gracias a la presión cultural de las religiones.
El término forma parte hoy, nos guste o no, de la munición mística y
su utilización en cuestiones laicas, humanas, racionales no me parece
idóneo, más aun cuando contamos con otras palabras, libres de la
connotación religiosa, para nombrar a tal capacidad humana.

Sin embargo, nos admoniza Rafael Calvo Beca en su web Cristiano/as
siglo XXI, que la espiritualidad laica de una sociedad auténticamente
civilizada (…) es del todo imprescindible para su supervivencia (…)
Una persona espiritual es lo opuesto a una “materialista, que solo
mira de tejas o cejas abajo, que solamente se preocupa de sí mismo y
su propio bienestar”. Te

Por allí anda también  Marià Corbí (Director del Centro de Estudio de
las Tradiciones Religiosas) puntualizando cuasiobscurantistas
aproximaciones al tema: “El cultivo de la espiritualidad, de la
cualidad humana que fomentaban las religiones, tendremos que
estructurarlo y motivarlo sin creencias, sin religiones ni sumisiones,
como una indagación laica y libre individual y colectiva, pero
heredando toda la sabiduría que durante milenios acumularon las
religiones y tradiciones espirituales de la humanidad”. Repasando la
Historia de la humanidad me pregunto a qué cualidad Humana fomentada
por las religiones se refiere Corbí, fuera de la cualidad cuadrúpeda
de postración en sus variantes física y mental. En última
instancia, esta autora propugna que el laicismo no olvide los
“valores” de la religión. Casi una declaración de principios del
gatopardismo cristiano “progresista” actual.

Continuando por vías sinuosas María José Frápolli, en La Vanguardia,
1/9/2013, aporta un  ejemplo excelente pero se mantiene dentro de la
misma cárcel conceptual: “La Declaración Universal de los Derechos
Humanos -dice Frápolli- es espiritualidad laica en estado puro”. ¡¿Por
qué ese irracional rechazo a palabras tan hermosas como sensibilidad
laica, inteligencia laica, ética laica?!

Conclusión: “espiritualidad” es un concepto ambiguo (tiene varios
significados y muchos de ellos de calibre religioso) y la utilización
de un lenguaje ambiguo no solamente puede llevar a razonamientos
falaces sino a discusiones puramente verbales. Además estamos frente a
un término vago ya que, para poder ser utilizado en el contexto
irreligioso, necesita ser aclarado si se quieren evitar en el discurso
supervivencias oscurantistas indeseables. Ahora bien, la labor de
aclaración se presenta como reiterativa y superflua desde que, en su
reemplazo, puede echarse mano de otros conceptos transparentes como
los ya mencionados de sensibilidad, inteligencia y ética.

Por otra parte, al pretender aludirse a aquella actividad humana que,
aunque lidiando con aspectos no puramente materiales, no pertenece al
terreno religioso, como, por ejemplo, la filosofía, el arte, la
literatura…, actividades todas ellas que algún despistado consideraría
basadas en valores, creencias y expectativas que trascienden el mundo
físico, es decir,  algo así como lámparas que se encienden
prescindiendo de fuentes de energía.

Por carácter transitivo, otros despistados no hará distinción tampoco
entre Arte y Arte Sacro (que en rigor de verdad es arte sometido a lo
religioso), ni entre la literatura representada en  Cervantes y la
prosa religiosa de San Agustín, etc. Pero un sistema educativo laico
no puede dejar pasar el tema sin analizarlo, ya que queda implicado
que quien rechaza la religión carece de una forma de espiritualidad
(sensibilidad-inteligencia-ética) importante.

Los prejuicios cristianoides de la cultura oficial española son palpables.

Construyendo la torre de marfil_

El laicismo, por su raíz atea, propugna la renuncia a una educación
religiosa. Y está bien dicho: renuncia, no prohibición. No puede
olvidarse que la escuela existe DENTRO de una sociedad y es
influenciada, determinada, coartada, alentada, sostenida, criticada
POR la sociedad. Y lo mismo ocurre con el contenido de la educación:
el alumno no flota en un vacuum ideológico ni la escuela está situada
en una ilusoria torre de marfil. Si el principio laico es el del
respeto a la libertad de pensamiento, su fin es la lucha contra el
enemigo de la libertad de pensamiento; esa lucha no puede limitarse a
erigir una torre de marfil donde el estudio y la formación intelectual
del alumno queden al margen de los prejuicios y los dogmas familiares
y sociales.
El laicismo se opone frontalmente al interés religioso favoreciendo la
liberación mental del niño de toda tendencia patológica de menosprecio
a lo físico y exaltación de lo metafísico, es decir, de esa neurosis
obsesiva descripta por Freud y de esa seria amenaza a la salud mental
comprobada por Owen (3). La escuela laica, entonces, se opone al
interés de las distintas religiones protegiendo la mente del niño en
la escuela y propendiendo a evitar su manipulación fuera del ámbito
escolar. Porque no creo que la escuela laica deba callar ante el
asedio mental que el alumno sufre en la calle, en la familia, en la
sociedad toda. Creo que la educación laica debe munir al alumno de
aquella información racional y científica que le permita, por ejemplo,
analizar imparcialmente las afirmaciones bíblicas y las tradiciones
religiosas  que impregnan la vida familiar, los medios de
comunicación, la sociedad toda.

Cuidado con meter a la religión por la ventana_

Se ha llegado a proponer una suerte de educación laica que no niega el
estudio del fenómeno religioso desde un punto de vista histórico,
artístico, cultural o filosófico. Bien, pero ¿cómo se informaría al
alumno en Historia de la Religión, por ejemplo, que la crítica ha
debilitado la fuerza probatoria de los documentos religiosos y que la
ciencia ya ha señalado los errores contenidos en ellos?

No parece fácil ni viable.

Por ello, debe rechazarse que semióticamente la axiología religiosa
siente sus reales en la escuela bajo ciertos disfraces, evitando que
sus alumnos ejerzan un sano análisis crítico opuesto al interés de las
distintas religiones.

En todos estos planteos que vengo criticando advierto una evidente
falta de conocimiento de la dimensión psicológica, emocional,
inconsciente, del fenómeno religioso, así como con una ingenuidad que
ya le ha costado a otros países varias generaciones perdidas para el
laicismo y que se ha transformado en el vehículo perfecto para
insuflar en el alumnado la maravillosa significación de lo religioso
en el arte, en la música, en los sentimientos, en la cultura toda. Más
aun, para muchos religión es hoy sinónimo de Cultura…, mientras que el
ateísmo es considerado tan solo un ideario particular que la U.R.S.S.
y otros países comunistas financiaban en la escuela con dinero
público.

Dije que abordar críticamente la enseñanza de materias impregnadas de
propaganda religiosa indirecta no es fácil ni viable. La necesidad de
elaborar contenidos de estudio expurgados de conceptos vagos y
ambiguos y la exclusión de profesores creyentes del dictado de tal
asignatura llevaría a una encrucijada, inclusive de carácter ético,
ante el riesgo de justificar una despreciable censura y discriminación
por parte de quienes queremos erradicar justamente tales actitudes.

Entonces, la religión que echamos por la puerta entraría por la ventana…

Que quede en claro: la escuela laica no va a triunfar por omisión en
este país. O actúa contra el dogma o camina a su lado. Lo primero
exige un fino equilibrio moral y racional entre medios y fines, lo
segundo solo es una lenta agonía hacia la frustración.

Quintacolumnismo metafísico_

El sentido estético -que tiene la belleza en su centro-, las alturas
del pensamiento abstracto y las descripciones históricas no depuradas
de su contenido ideológico, al ser usadas para “informar” sobre lo
religioso, provocan el desplazamiento a un rincón oscuro de todo lo
que huela a profano, científico o meramente humano. Este menosprecio,
instilado en la infancia de tantos académicos, puede comprobarse en su
actitud de consideración de lo religioso como reducto de las ideas
excelsas y en el no cuestionamiento de, por ejemplo, las obras sobre
historia escritas por sacerdotes y sus acólitos.

Incentivar en el alumno la supervivencia emocional e intelectual de lo
religioso a través de la historia, el arte, etc. redundaría en una
confusión de valores que desembocaría en un apoyo consciente o
inconsciente de la ideología imperante en la sociedad; la educación
laica no puede convertirse en sierva de lo socialmente consagrado.
–       
El mero fomento del pensamiento crítico impide que se acepten
asignaturas que, bajo la apariencia de puntos de vista históricos,
artísticos, culturales y filosóficos, en realidad están acentuando
subliminalmente el valor de lo religioso. El carácter icónico-emotivo
que implica la carga propagandística del arte y la historia de,
verbigracia, el cristianismo, debe ser un componente a considerar
antes de que el laicismo favorezca la inclusión curricular de
asignaturas que, aunque no fueran dictadas como propaganda dogmática,
no pueden excluir lo irracional-emotivo.

Entonces, la imparcialidad laica no debe ser entendida como una simple
omisión en aras de una muy mal entendida tolerancia ideológica.

Ni la actitud que adopta el avestruz al esconder la cabeza ante el
peligro, ni la del puercoespín al cerrar los ojos y arrollarse sobre
sí mismo en la misma situación, constituyen ejemplos a seguir en el
campo del laicismo.

No se trata de convertir la escuela en un campo de adoctrinamiento
antirreligioso, sino de impedir que el adoctrinamiento religioso, que
ya impera en la sociedad y en la familia, sea ignorado, minimizada su
influencia u olvidado, contribuyendo involuntariamente a convertir la
mente del alumno en recinto refractario a lo no establecido y aprobado
por la mayoría. Y debemos reconocer que esto es lo que, en última
instancia, ha ocurrido con la mentalidad española durante la llamada
época de transición posterior a la dictadura clerical-fascista.

No estoy proponiendo la renuncia al conocimiento objetivo del hecho
religioso en sus diferentes facetas. Estoy advirtiendo que para lograr
que tal conocimiento sea objetivo se deben implementar en la escuela
diferentes estrategias de análisis que capaciten la mente del alumno,
previa y simultáneamente asediada por la sociedad, para tomar
distancia del mensaje emotivo que dicho asedio trae aparejado. Porque
en definitiva las “diferentes facetas” del hecho religioso se subsumen
en una sola: la supremacía de lo inconsciente-emotivo sobre lo
consciente-analítico. La escuela es el lugar donde se forme el
criterio capaz de analizar lo religioso como puro fenómeno humano.

La dimensión psicológica_

Pasando ahora a la  dimensión psicológica, emocional, inconsciente del
fenómeno religioso, tema que no veo desarrollado en la literatura
laicista, pondré de relieve las principales causas que exigen una
reacción frontal del laicismo ante la religión.

Dice Bertrand Russell que todo credo es, primordialmente, rodeado de
emociones. Luego, mientras la escuela laica impartirá ideas y
principios, la familia y la sociedad creyentes alimentarán emociones.

El uso del idioma con su carga subliminal inevitable (la apreciación
sugerida) inclina al alumno (y al adulto no maduro) a una
simpatía/empatía inevitable con el objeto a que alude la palabra. Esto
es simple extorsión emotiva. Así, en el catolicismo se llama al
sacerdote con el tierno vocablo “padre” -que se repite en el alias del
Papa: “Santo PADRE”-, la Virgen (= pureza) es la Santa MADRE -concepto
sentimental que se repite, ascendido académicamente, al aludir a la
Iglesia como MADRE Y MAESTRA, etc. Y continuamos con una parafernalia
emocional que incluye días de fiestas patronales (¡puente, asueto!),
procesiones con participación circunspecta, elegante y reasegurante de
autoridades públicas, identificación del orgullo nacional con lo
cristiano, terminología que toca el corazón del más escéptico: bondad,
hermandad, caridad, misericordia.

Es aquí donde la enseñanza laica halla su verdadera tierra de nadie al
enfrentar al fenómeno religioso. Es difícil igualar con el discurso
racional laico las cotas emocionales que provoca la imagen de un judío
ensangrentado y semidesnudo arrastrando una enorme cruz por las calles
de Jerusalén (valga como ejemplo típico de iconografía apropiada para
asignaturas como Religión y Arte, Historia de la religión, etc.)

Si la docencia laica no logra transmitir conocimientos críticos que
queden anclados en la emocionalidad, el desarrollo intelectual
analítico del niño quedará  neutralizado cuando la familia y la
sociedad creyentes le extorsionen emotivamente con regalos, aprobación
y congratulaciones (por ejemplo en la fiesta de comunión, en Navidad,
en Reyes…) o le castiguen con aislamientos, reprobación y desprecio
(en caso de mostrarse reacio a celebrar las tradiciones religiosas).

Permítaseme aquí otra digresión. En 44 años de docencia ejercida según
los principios laicos, humanistas y ateos, mi compañera logró a veces,
y a pesar del contexto cultural religioso que rodeó su labor docente,
ese equilibrio entre moral y razón que le permitió anclar
emocionalmente en el alumno principios críticos y analíticos. Pudo así
comprobar que el impacto mágico que aporta la religión queda reducido
a simple curiosidad circense cuando el niño encuentra maravillosos los
hechos naturales que estudia la ciencia: la zoología le presentará la
cautivante metamorfosis por la que una humilde pupa deviene mariposa,
la biología le explicará la asombrosa evolución que lleva al hominidio
ancestral desde la amoralidad hasta la capacidad de emocionarse ante
la belleza de un crepúsculo, la astronomía lo saludará dándole la
“bienvenida al planeta Tierra… el único mundo en donde, hasta el
momento, sabemos con certeza que la materia del Cosmos se ha hecho
viva y consciente”, y aunque “ha de haber muchos más mundos esparcidos
por el espacio, nuestra búsqueda empieza aquí, con la sabiduría
acumulada de los hombres y mujeres de nuestra especie, recogida con un
gran coste durante un millón de años”(4).

Tanto la familia como la sociedad creyentes determinan actitudes,
opiniones, gustos e inclinaciones culturales, instrumentalizando el
adoctrinamiento y la extorsión sentimental. Si la educación laica no
aborda en forma sincrética los aspectos formativos intelectuales y
emocionales, el ámbito extraescolar, en el que se desenvuelve la mayor
parte de la vida del alumno, anularía el esfuerzo de liberación
mental.

Y queda aun por exponer un decisivo aspecto soslayado (o desconocido)
hasta hoy por casi todos los estudiosos del tema de la educación
laica:

Consecuencias psicopatológicas de la religión. Su incidencia en la
educación religiosa_

En la coerción dogmática consciente, en la exclusión de otras
actividades culturalmente enriquecedoras y en el ataque a la libertad
de pensamiento, no se agotan los argumentos contra la educación
religiosa.

La efectividad del credo sobre lo emotivo-irracional resulta un factor
clave por su vinculación con la esfera inconsciente del individuo.

Así como la religión se cimenta sobre la necesidad animal de
protección y la supervivencia de una inmadurez psicológica, la
educación religiosa necesita conservar esa situación echando mano del
principio de autoridad y del imperio de la emoción.

Las doctrinas religiosas, ilusorias pero conmovedoras, han pretendido
ser consideradas útiles por quienes, aun sabiendo y pudiendo demostrar
que son mentiras, callan y conducen su discurso como si fueran ciertas
¡en interés de todos y por la conservación del orden social! -pienso
aquí en Descartes, en Kant, en Spinoza-. En realidad, quienes así
piensan lo hacen en el interés propio y para mantener un status quo
que, en el fondo, no les resulta desagradable.

El proceso afectivo, emocional, que la educación religiosa liga
inevitablemente a lo religioso, es idéntico al que sufrió el primitivo
ser humano obligado a renunciar al libre ejercicio de sus instintos en
los comienzos de la vida social. Tan idéntico es, que ambos procesos
desembocan en una afección psíquica llamada neurosis. La educación
religiosa va a perpetuar esa afección al evitar que el alumno llegue
al conocimiento de que un orden social no represivo solo se alcanza
cuando los preceptos sociales, por incidencia de la experiencia y la
inteligencia humanas, dejan de ser rígidos, represivos, inmutables.

El rol de la educación laica debe consistir en favorecer, sin
violencia mental alguna, la evolución del niño desde las reliquias
neuróticas que sociedad y familia puedan empeñarse en alimentar, hasta
la labor racional.

Y llegamos así a tener que analizar un factor disimulado por muchos
laicistas tras un dudoso principio de tolerancia y respeto a la
religión. Me refiero a la criminal complicidad que protagonizaría el
laicismo si consintiera en la continuidad de la educación religiosa
bajo cualquiera de sus disfraces, tema que ya abordé antes pero que
ahora debo exponer en su vertiente patológica.

La concepción religiosa, más allá de los grados, los matices y las
formas diversas que pueda asumir (en la Historia, en el Arte, en la
Cultura, en la Teosofía, como manifestación de la Espiritualidad,
etc.), afecta la mente del niño al imbuirlo en un sistema de ilusiones
contrarias a la realidad, es decir que fomentaría un principio de
amencia que desemboca irremediablemente en un neurosis obsesiva.

“La religión sería la neurosis obsesiva de la colectividad humana”(5).

Penosamente, queda todavía algo más grave que señalar.

Desde que Freud publicó sus conclusiones sobre el carácter de demencia
alucinatoria que reviste el fenómeno religioso, debieron pasar 84 años
hasta que Amy D. Owen publicó el primer estudio que examinó los
correlatos religiosos y espirituales de la estructura neuroanatómica
humana (6).

Las comprobaciones efectuadas por Owen tienen que preocupar seriamente
a quienes aun presentan una actitud condescendiente hacia los
contenidos religiosos “no dogmáticos” de ciertas materias:
–       la experiencia religiosa está asociada con la atrofia del hipocampo
(parte del cerebro humano potencialmente involucrada en las creencias
y prácticas religiosas)
–       esa atrofia favorece, si no determina, el surgimiento de estrés,
epilepsia, depresión, demencia, detrimento de la sensación de
bienestar, etc.

Conclusión obvia: la educación no puede propender, directa ni
indirectamente, al engaño, a la desestabilización psíquica ni a la
provocación de daños neuroanatómicos en el alumno.

Vale la pena intentar una educación irreligiosa que proteja la salud
mental de las nuevas generaciones mediante el desarrollo de una
conciencia laica.

El ideal de la educación laica quizás esté magníficamente expresado en
estas palabras de Carl Sagan: “recorramos el sendero de la exploración
y el descubrimiento, de la innovación y de las nuevas ideas con
amplitud de miras. Demos a los niños el sueño de un futuro digno de lo
que vemos en sus ojos. Ampliemos nuestras perspectivas -más allá de
grupos étnicos y clases económicas, de nacionalismos exaltados, de
razas y religiones- para abrazar, por el bien de los niños del mañana,
las especies y el planeta mismo.”


NOTAS

(1) De “Platón” (Aristocles) no se conserva ningún original suyo.
Casiodoro (fundador de un Monasterio en el siglo V de la era vulgar)
escribió las reglas para la transcripción de manuscritos conciliando
la Biblia con la herencia clásica. Para evitar que se conocieran
ciertas ideas anticristianas Casiodoro tergiversaba los textos
colocando un signo de exclamación en los pasajes dudosos. En los
siglos VII y VIII, ciertos textos fueron borrados o raspados y los
monjes copistas reescribieron por encima del texto excluido. San
Anselmo aconsejó “pasar por alto” pasajes moralmente censurables. Los
girones de literatura precristiana que pueden haberse salvado han
estado en manos cristianas durante siglos.
     Se hicieron manuscritos entre finales del siglo VI y principios
del IX, en monasterios de Irlanda, Escocia y el norte de Inglaterra.
En la Edad Media y parte de la Edad Moderna, el único texto de Platón
que se conocía era la traducción latina comentada del Timeo traducido
por el eclesiástico Calcidio. Esta obra del siglo IV fue convertida
poco después por los cristianos en una de las más admiradas y
estudiadas. Más adelante,  el Concilio de Ferrara-Florencia
-1432/1445- coincidirá con la definitiva introducción del “pensamiento
de Platón” en Occidente.

(2)     Desde hace siglos la Iglesia ha encerrado la mente de muchos
estudiosos en una amplia y sutil cárcel conceptual. Al asumir como
punto de partida que lo innato es diferente a lo genético, el camino
hacia la metafísica quedará abierto… Debe tenerse pues, mucho cuidado,
en señalar que es solamente lo genético aquello que la ciencia puede
probar como existente antes del contacto de un nuevo ser humano con el
mundo exterior a la cavidad materna. El ambiente, la experiencia, el
aprendizaje son los que provocarán el surgimiento de la idea, para
cuyo ejercicio, y por razón vital, la base inconsciente e instintiva
de la carga genética desarrollará las facultades humanas.

(3)     Ver más abajo.

(4)     Carl Sagan, “Cosmos”.

(5) Sigmund Freud, “El porvenir de una ilusión”.

(6) Amy D. Owen, “Religious Factors and Hippocampal Atrophy in Late Life”


BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA

El porvenir de las religiones. Sigmund Freud. Santiago Rueda editor.
Bs. As. 1953.

La educación y el mundo moderno. Bertrand Russell. Cía. Fabril Editora
S. A. Bs. As. 1963.

Introduction to logic. Irving M. Copi. Macmillan Publishing, Co. New York. 1961.

Religious Factors and Hippocampal Atrophy in Late Life – Amy D. Owen,
R. David Hayward, Harold G. Koenig, David C. Steffens, Martha E.
Payne. Editor: Mark Mattson, National Institute on Aging Intramural
Research Program, United States of America. Copyright: © 2011 Owen et
al.

Cosmos. Carl Sagan. Editorial Planeta. Barcelona. 1982.

La edad de la penumbra. Catherine Nixey. Penguin Random House Grupo
Editorial. 2018. Madrid.

Total
0
Shares
Artículos relacionados
Total
0
Share