El historiador David Niremberg derriba mitos sobre la convivencia de las tres grandes creencias monoteístas en la Edad Media española
“En la cristiandad, las sociedades son mucho menos laicas de lo que ellas mismas consideran”, defiende este experto en enfrentamientos entre credos
Lo dice, lo repite, tan solo unos días antes del tiroteo en la ciudad alemana: las guerras santas y los matrimonios mixtos, las alianzas y enfrentamientos, repiten la misma estructura desde hace siglos. Aquello debería alumbrarnos hoy. Religiones vecinas aborda la convivencia entre musulmanes, cristianos y judíos en la “España de las tres culturas”. Y derriba los mitos sobre ella: no era todo un remanso de paz, un modelo de concordia. Y tampoco lo contrario. Más o menos como hoy.
Pregunta. ¿Por qué mirar de nuevo aquella España? ¿Qué aporta a la interpretación de la situación actual?
Respuesta. Para mí, la convivencia no es algo necesariamente positivo; lo serán o no son las posibilidades de coexistir entre estos grupos religiosos. Esas posibilidades y potenciales tienen mucho que ver con cómo vivimos ahora: queremos poder distinguir entre lo bueno y lo malo en las relaciones entre grupos religiosos hoy día, pero es tan difícil como lo era en la Edad Media. Aquella época nos da oportunidades de ver cómo esa complejidad produjo muchas de las tendencias, herramientas e ideas de convivencia que tenemos hoy día.
P. ¿Por ejemplo? ¿Cuáles de esas formas de relación se siguen reproduciendo hoy día?
R. Un ejemplo un poco deprimente es cómo constantemente estamos utilizando al otro grupo para formar nuestra propia identidad. Hablo en el libro sobre la formación de la cristiandad a través del desarrollo de una idea del islam como enemigo, como en las cruzadas, y cómo estas instituciones cristianas europeas que no existían antes se fueron catalizando a través del terror del islam en Jerusalén. Cualquier persona moderna puede entender cómo se utiliza la creación de un enemigo externo para formar una comunidad y solidaridad interna, porque lo vemos hoy día tanto en el mundo cristiano como en el musulmán. Los monarcas de Granada ya usaban la yihad para legitimarse, y se puede ver cómo esos discursos creados en el siglo XIII en la península ibérica se utilizan aún hoy para justificar políticas islamistas. Cuando el Papa Benedicto XVI hablaba de por qué Turquía no debería ser admitida en la Unión Europea, o cuando escribe sobre el islam, se pueden leer en él muchas voces medievales. Y a veces las cita.
P. Usted defiende que en los textos sagrados de esas tres religiones hay posturas ambivalentes sobre el extranjero.
R. Uno de los puntos clave del libro es que en las escrituras fundamentales de esas religiones existen tanto la posibilidad de tolerancia como de exterminación. En varios momentos de la historia, y por razones muy complejas, cada tradición ha interpretado sus escrituras de manera que favorecieran a cierta posibilidad o a otra. En la cristiandad se puede hablar de muchos momentos en los cuales la cruzada se consideraba no solo algo legal, sino algo necesario, e incluso un acto de amor hacia aquel al que mataban. No es el caso ahora, aunque durante la Segunda Guerra Mundial los obispos alemanes legitimaron la Noche de los cristales rotos como un acto de amor al vecino. Estas ideas no desaparecen: están disponibles, y cada momento de la historia escoge si recuperarlas o no.
P. Hay una idea extendida, hoy en día, de que el islam es esencialmente más combativo que las otras religiones. ¿Qué hay de verdad en esto?
R. Hoy día hay condiciones bajo las cuales ciertas lecturas de la tradición islámica se han vuelto muy presentes en algunos círculos, y no son marginales, pero tampoco representan a laverdad del islam. No hay una verdad del islam, no hay un islam que ellos hayan recuperado. Pensar que yo recupero la palabra de Dios y que el resto miente no es correcto. Para explicar el porqué de que estas interpretaciones tengan protagonismo hoy, habría que explicar muchas variables, como la historia del colonialismo, las economías petrolíferas, la corrupción de la realeza de Arabia Saudí… Pero quiero insistir en que, aunque es cierto que la violencia que vemos ahora es parte del islam –y no se puede separar de él diciendo que eso no es islámico—, a la vez todas las otras posibilidades también son parte del islam. Todas las tolerancias que ha producido, produce y va a producir en el futuro. Lo que critico, porque es falso e irresponsable, es la tendencia que tenemos a decir que la cristiandad es esencialmente una religión de amor, a pesar de que por miles de años produjo mucha violencia; o que el islam sea esencialmente una religión de violencia, a pesar de que durante miles de años produjo mucha tolerancia.
P. Se habla de ciertas regiones como de países musulmanes, pero no se habla de países cristianos, como si Occidente no estuviera marcado por la religión. ¿Por qué?
R. En el último capítulo hablo de cómo las filosofías laicas que tenemos, como provienen de las filosofías religiosas, pueden producir los mismos efectos. El marxismo, por ejemplo, es una filosofía política laica, pero a la vez ha absorbido tanto de la cristiandad y de la filosofía cristiana, como Hegel, que adopta muchas de las categorías, como decir que el mundo materialista es judío, cosa que utilizó mucho Marx, que es un producto puramente cristiano. En Occidente muchas veces solemos pensar que somos laicos y no vemos hasta qué punto nuestra visión del judaísmo o del islam, por laicos que pensemos ser, ha absorbido mucho del pensamiento cristiano, y suele reproducirlo.
Y luego hay sociedades mucho menos laicas de lo que se piensa. En mi país, Estados Unidos, las actitudes hacia el islam y el judaísmo tienen mucho que ver con las actitudes de grupos evangélicos cristianos, que no son filojudíos pero tienen una idea de cómo va a desencadenarse el fin del mundo, que requiere un Estado judío. La política hacia Israel o hacia países islámicos como Afganistán está también movida por grupos evangélicos. En Occidente no se habla de cristiandad, aunque nos movamos por valores cristianos que hemos laicizado.
P. Habla en el libro de cómo se ha usado la España de las tres culturas, representada sobre todo en Toledo, como una idea mitificada de lo que fue la convivencia entre musulmanes, cristianos y judíos. ¿Cómo se ha operado esa construcción?
R. Lo que quiero subrayar es que esto no es ni verdad ni útil. El deseo de poder decir estos son los buenos y estos los malos no ayuda en el esfuerzo de convivir. Al contrario, nos refuerza los peores instintos que tenemos. Si intentamos decir que en la Edad Media en la Península convivían pacíficamente y deberíamos tenerles como ejemplo, hacemos dos cosas: no podemos entender lo que ocurrió, porque hubo mucha violencia; y tampoco nos provee de buenos ejemplos, porque no admite las complejidades. Lo que deberíamos hacer con la Edad Media es utilizar este precioso ejemplo de cómo estas tres religiones convivieron en el mismo espacio, y tomar esa riqueza para entender nuestras posibilidades. Que no son ni todas buenas ni todas malas.
P. Habla de que durante siglos ha habido una porosidad entre el pensamiento de estas tres religiones. Actualmente, con el nivel de enfrentamiento existente, ¿eso sigue siendo posible?
R. Seguramente. Paso mucho tiempo en España, y cuando veo películas, como, escucho música que se produce aquí, la manera en que la cultura popular afronta la relación con el islam está muy presente. En la política española hay referencias constantes hacia el mundo islámico, hacia Israel. Si vas a las ciudades en las que Podemos tienen la alcaldía, en los ayuntamientos verás carteles con la inscripción “Refugees Welcome”. Y si vas a los del PP, no los verás. Es un ejemplo de cómo esto se utiliza dentro de un contexto puramente español. Siempre estamos coproduciendo nuestras necesidades: la política de un país mayoritariamente cristiano se oriente en torno a el contexto geopolítico.
P. En España, hay una idea extendida de que, después o como consecuencia de la expulsión de los judíos, no existe antisemitismo en la sociedad. ¿Qué opina?
R. Los dos casos, el antisemitismo y la islamofobia, han sido casos opuestos en la historia de España. Si miras las encuestas internacionales que se hacen sobre el antisemitismo, España sale como uno de los países más antijudío. Muchos de los clichés –que el judío es bueno en los negocios o controla el mundo— están muy extendidos en España. En ese sentido, España es más antisemita que muchos otros países de su entorno. En cuanto a la crítica de Israel, España también registra bastante alto en los índices. Es un país que tiene muy pocos judíos, pero muchos musulmanes., y sin embargo ha sabido integrar mejor a los segundos, produciendo mucho menos racismo que otros países europeos en la misma situación. Su actitud con respecto a los países musulmanes ha seguido siendo relativamente positiva pese ataques como el del 11M. España ha conservado muchas ideas antisemitas tradicionales, mientras que no ha desarrollado tanto una islamofobia clásica. En el porqué ni me voy a meter: sería una historia demasiado larga.