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EpC: vía hacia el encuentro

Creo que lo que entienden mal quienes se oponen a la Ley de Educación para la Ciudadanía por motivos religiosos, tachándola de relativista, es precisamente el concepto político de relatividad.

Lo que se trata de relativizar con ella no es el valor personal de las convicciones íntimas de cada ciudadano, sino el valor único y excluyente de cada una de esas convicciones frente a otras posibles, en una sociedad que necesita estar cada vez más abierta al perfeccionamiento gradual de la comprensión del mundo. El conocimiento de la realidad no cabe en ningún compartimento estanco y la consumación de la libertad de expresión que representa esta ley es el medio indispensable para armonizar la comunicación social en nuestro tiempo.

Decía recientemente el teólogo católico Juan José Tamayo que “el nuevo siglo debe caminar por la senda del encuentro entre culturas, el diálogo entre religiones y entre creyentes y no creyentes” para lograr el objetivo de construir “una sociedad más justa”. Son, estas palabras de Tamayo, alentadoras de ese “encuentro” entre hombres y mujeres libres en el que se fundamenta la sociedad democrática. Y es francamente esperanzador que católicos de su nivel humano se manifiesten así.

Permítaseme ejemplificar el sentido del “encuentro” social poniendo de relieve que los conocimientos científicos actuales suelen presentarse en forma de ecuaciones, que no son sino símbolos sintetizadores de procesos mentales. Esas ecuaciones, razonadas y desarrolladas con palabras (las palabras son tambien símbolos), pueden ser ofrecidas luego a los profanos en ciencias, pero interesados en el saber. A veces, algunos de tales profanos son capaces de captar determinados valores, sintetizados en esos simbolos, que ellos traducen haciéndolos asequibles a las diversas sensibilidades humanas, ya sea en forma de máquinas, de poemas, de novelas, de guiones cinematográficos, de sinfonías musicales, etc., vitalizando así el conocimiento desde su propia conciencia. Ese haz de posibilidades contenidas en los valores humanos propicia nuestra evolución social.

En el análisis del universo que permiten los conocimientos de nuestro tiempo, intervienen datos físicos en los que no se basaron quienes pudieron aceptar que el mundo se hizo en siete días, por ejemplo. Sin embargo, la Meta-física que se puede derivar de un conocimiento actualizado de la Física sigue siendo compatible con las convicciones personales de quienes aceptan el valor simbólico de aquella antigua descripción del proceso de formación del mundo. Tal podría ser la opción creacionista. El simbolismo es la expresión de la capacidad humana de acceder al conocimiento a través de la deducción, de la inducción y de la intuición, precisamente por admitir que casi nada es solamente lo que parece a primera vista. Este criterio es común a ciencia y religión y la diferencia estriba en el papel que se permita jugar a la razón como instrumento de la búsqueda de conocimiento.

Renunciar al análisis personal de cualquier tema de conciencia, traspasando esa responsabilidad a otro u otros, a los que se acredita mayor capacidad, a veces injustificadamente, lleva a confundir la fe con la confianza. Las consecuencias son potencialmente desastrosas, tanto en política como en cualquier otro terreno.

Para que una ley sea justa es indispensable que los valores en ella contenidos sean reconocibles como tales dentro del contexto socio-cultural en el que surja y que haya sido sometida a debate. En democracia, las leyes se acuerdan porque la sociedad las demanda mayoritariamente o, lo que es lo mismo, porque son socialmente necesarias.

Ley de Educación para la Ciudadanía aprobada por nuestras Cortes no propone más dogma que el de la igualdad de derechos y oportunidades para todos los ciudadanos, en una sociedad que desea ser justa. Responde a la necesidad muy real de que la tolerancia y la solidaridad sean interiorizadas como cualidades o virtudes ciudadanas que apoyen eficazmente la libertad individual en el mundo plural en el que nuestros hijos tienen que aprender a vivir : el mundo del siglo XXI.

Amando Hurtado es escritor y licenciado en Derecho

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