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Entre el salafismo y la islamofobia

Muchos musulmanes están atrapados entre imanes que les acosan y sectores que les rechazan

Es una evidencia que está implantada en Tarragona y Lleida una corriente salafista que desde algunas mezquitas se cree con la obligación de velar por el cumplimiento de normas y preceptos de los fieles. El caso de las amenazas del imán de Cunit hacia la mediadora Fátima Ghailan, al entender que no se comportaba como una buena musulmana y que era un obstáculo para el control de la comunidad, es el ejemplo más notorio. Pero la existencia de estos grupos no debe hacernos caer en el error de identificar islam con integrismo dado que las primeras víctimas de estos grupos son los mismos musulmanes.

El mapa de las asociaciones islámicas es plural. Por un lado, está la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, que agrupa mayoritariamente a musulmanes de origen marroquí. Por otro, está la Unión de Centros Islámicos de España (Ucide), a la que pertenecen los procedentes de Oriente Próximo. En Catalunya, el principal aglutinador es el Consell Islàmic i Cultural, alguno de cuyos dirigentes pertenece a la corriente Tablig.

Los tablig proponen vivir como lo hacia Mahoma en el siglo VII. No están relacionados con grupos salafistas, pero coinciden con ellos en la ortodoxia de la práctica. Pero mientras los tablig se concentran en lugares como el Raval, y en la ciudad de Barcelona y su área metropolitana resulta difícil pretender coaccionar a las mujeres que no llevan velo, la coacción sí que la ejercen los salafistas de diversos municipios de Tarragona o Lleida. En una gran ciudad es difícil controlar lo que hace cada musulmán o pretender evitar que una hija de magrebís mantenga una relación con un no musulmán, pero en un municipio mediano la presión puede ser insostenible.

Existen además otros grupos como la rama catalana de la Ucide, la Junta Islámica de Catalunya, formada mayoritariamente por catalanes conversos, y diversas asociaciones locales. Precisamente, una de estas, Atlas Magreb, de Lleida, ha denunciado la presión que hace el imán de la mezquita del Nord, Abdelwahab Houzi, que tiene causas pendientes por poligamia y maltrato. El pulso que mantiene Houzi con el alcalde de Lleida, tras el cierre de la mezquita por exceso de aforo –reabierta en vísperas del Ramadán, que empieza hoy, periodo en el que el número de fieles aumentará– no augura un desenlace fácil.

En ocasiones, se dice que el islam es incompatible con la modernidad por su negativa a aceptar los descubrimientos científicos, el derecho a cambiar de religión o a reinterpretar el Corán. Eso se dice debido a que el islam se considera a sí mismo como la definitiva revelación de Dios, algo que también se ha considerado sobre el cristianismo. Pero, a diferencia de los países de tradición cristiana, que admiten el derecho a cambiar de religión, la mayoría de los países islámicos no permiten que un nacido musulmán deje de serlo. Así, la mayoría de los países musulmanes, al firmar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, hicieron una reserva al artículo 18, referente a la libertad de conciencia, que reconoce el derecho a cambiar de religión. Es decir, está prohibido para un musulmán cambiar de religión o declararse agnóstico.

Evidentemente, eso es una sombra que dificulta la adaptación de las sociedades islámicas a la modernidad. La libertad de poner la ciencia y el derecho por encima de la literalidad del Corán fue posible en épocas pasadas. Y, ciertamente, ahora el mundo musulmán padece un retroceso. Pero continúa habiendo pensadores, como el tunecino Mohamed Talbi o la marroquí Fátima Mernissi, que defienden la necesidad de la laicidad y la supeditación de la religión a la libertad ideológica. Adennur Prado, de la Junta Islámica de Catalunya, acaba de publicar el libro El lenguaje político del Corán, en el que aborda la compatibilidad del islam con la libertad de pensamiento.

Y el error que se está cometiendo es que, a causa de la islamofobia y del discurso xenófobo que ha crecido en Catalunya gracias a Josep Anglada, muchos musulmanes se encuentran atrapados entre unos imanes que les acosan y sectores de la sociedad de acogida que les rechazan. La proposición que el 7 de julio presentó Anglada en el pleno de Vic para calificar de personas non gratas a los inmigrantes sin papeles era un manifiesto de odio racial. Y tan nefasto como el discurso del odio ha sido la aceptación de alguno de estos imanes como interlocutores ante los ayuntamientos. Ello ha mermado la capacidad de maniobra de aquellos que, procediendo de países islámicos, desean ser tratados sencillamente como ciudadanos, y están atrapados entre un salafismo que les exige volver al redil y una sociedad que cada vez desconfía más de ellos.

Esto nos aleja de un escenario multirreligioso en el que, con la misma naturalidad con la que quienes procedemos de la tradición cristiana, seamos o no creyentes, nos deseamos y nos desean Feliz Navidad, todos deseáramos a los ciudadanos de tradición musulmana, sean más o menos creyentes, un Feliz o Bondadoso Ramadàn, que en árabe se dice Ramadán Karim. Periodista.

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