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Enseñanza religiosa o escuela laica

Me parece indiscutible que la escuela básica es el pilar de la instrucción de un pueblo y que tiene que estar libre de las asechanzas malévolas de toda clase de doctrinas totalitarias, ya sean religiosas o políticas. Pero que eso no basta, está tan claro que solamente puede no verlo quien no quiere mirar.
 
De tiempo en tiempo se renueva en el panorama político español el debate sobre la enseñanza religiosa en la escuela. Los católicos, y con ellos la gente conservadora, claman en favor de una enseñanza religiosa y esgrimen como argumentos la gran cantidad de males que muestra la juventud de hoy día, tales como las drogas el alcohol y la violencia contra profesores y familiares y entre ellos mismos. Por su parte quienes tienen alergia al tufo de sotana se revuelven contra esa petición, que ven como involución social y política, enarbolando la larguísima lista de males y crímenes de los que consideran culpable o cómplice a la Iglesia Católica a lo largo de los siglos. Puro espectáculo y manipulación política, una de las muchas cortinas de humo que sirven para desviar la atención del pueblo gobernado hacia temas que en nada van a modificar la trayectoria recta a la debacle que la humanidad tiene trazada desde hace ya tiempo.

Que la escuela básica tiene problemas graves que ningún gobierno afronta es algo tan evidente que hasta un ciego lo ve. Pero, ¿los van a solucionar las religiones o la ausencia de ellas en la enseñanza básica obligatoria? Esta muy claro que no. Diez y seis siglos de Iglesia Católica nos han traído a donde estamos. Y dos de Libertad, Igualdad y Fraternidad de la mano o del brazo con los idearios socialistas, tampoco es que nos hayan llevado muy lejos. De modo que para este camino no hacen falta alforjas.

Me parece indiscutible que la escuela básica es el pilar de la instrucción de un pueblo y que tiene que estar libre de las asechanzas malévolas de toda clase de doctrinas totalitarias, ya sean religiosas o políticas. Pero que eso no basta, está tan claro que solamente puede no verlo quien no quiere mirar.

Y lo que en verdad no se quiere ver es que toda la enseñanza que tenemos está al servicio del sistema capitalista que nos gobierna y explota y nos lava el cerebro con continuas promesas de paraísos terrenales. Unos paraísos que, además de no serlo tanto como parece, son un infierno para los millones de seres humanos que nos los costean. Y éste es, en mi opinión, el principal problema, y no otro. Éste es el toro que hay que agarrar por los cuernos, pero que nadie está dispuesto a hacerlo porque para ello tendría que proponer cambios que ya sabe de antemano que este pueblo embrutecido y deshumanizado no va a aceptar.

Con esfuerzo encomiable lograron nobles espíritus liberar al pueblo llano del secuestro mental de un pensamiento religioso antiguo e inhumano. Pensaron sin duda que ése era el camino para alcanzar un mundo justo, libre y en paz con una humanidad de seres cabales capaces de soñar y construir su propio destino. Pero hoy, cuando debiéramos estar gozando ya sin trabas de los beneficios de ese esfuerzo, nos encontramos con un mundo al borde de la vorágine, con unas poblaciones que insensatamente destruyen su casa madre, la Tierra, y se matan entre ellas manipuladas por unos tiranos que les secuestran el pensamiento tanto o más que lo hacían los predicadores religiosos. ¿Qué falló ahí?

En mi opinión ahí falto tener presente la condición humana. No somos tanto seres racionales como seres soñadores que encubren la más dura realidad con gruesas capas de pura fantasía. ¿Qué son, sino, esas vanidades que esclavizan a la gran masa y la entregan sin la menor resistencia a sus tiranos? Está claro que nos entregamos en cuerpo y alma a quien nos vende sueños, y que el capitalismo aventaja con mucho a cualquier otra ideología en el arte de crear espejismos y falsas expectativas. El dinero lo inventó el diablo decía Francisco de Asís, y ahora diría lo mismo de nuestro falso bienestar. Logramos superar un pensamiento religioso que ofrecía el paraíso en la otra vida a cambio de la esclavitud en ésta, pero nos hemos rendido a la tiranía del capitalismo más materialista, y como el borrico vamos en pos de la zanahoria colgada del palo de quien llevamos a cuestas y nos hace andar por donde quiere.

Este mundo occidental nuestro, tan avanzado técnicamente ha creado escuelas para todos y ha aumentado el nivel de instrucción de todo el pueblo, incluidas las capas sociales mas desfavorecidas, − algo que habría que ver con más calma, por cierto – pero ha olvidado la vida del espíritu, el desarrollo de la conciencia, esa estructuración del pensamiento que nos hace no tan sólo individualmente libres sino a la vez humanos, conscientes miembros de esa gran familia que es la humanidad entera. Y como consecuencia de ello hemos vendido el alma al diablo por cuatro baratijas.

Ahí está el gran problema de la educación, en como arreglárselas para abordar la necesaria estructuración de las mentes. Ése es el gran desafió de la educación. Ésa es la batalla que tiene que dar. Y esa batalla la tiene ya hoy nuestra sociedad perdida de antemano porque quienes debían dirigirla fueron asesinados o se rindieron ante el materialismo. A menos, claro está, que el pueblo tome plena conciencia de que ése es el frente en el que hay que luchar.

Escuela laica, sí. Fuera de ella todo vestigio de religiones y doctrinas excluyentes, que para esos menesteres ya hay iglesias sinagogas y mezquitas. Pero no la entreguemos a la ideología capitalista. No hagamos de nuestras escuelas centros vacíos de humanidad, de Utopía, de esa espiritualidad necesaria para evitar que todos los logros escolares reviertan en beneficio exclusivo del utilitarismo capitalista. Demos a nuestra juventud algo más que una instrucción que le sirva para llenar el estómago y colmar su vanidad mediante el consumismo. Exijamos a quienes gobiernan que establezcan programas educativos humanizadores para ser llevados a cabo dentro y fuera de la escuela, en toda clase de espacios de ocio educativo para infancia y juventud, y que inviertan en ellos los necesarios recursos materiales y humanos. Y a quienes tan fervientemente claman por la enseñanza religiosa, les pido personalmente que se encierren en sus templos y desde allí mediten, a la luz de sus creencias, hasta ver de que modo pueden servir a la humanidad entera de una forma tal que pueda ser aceptada tanto por quienes creen lo mismo que ellos como por quienes no. Ése sería, en mi opinión, el mejor servicio que podrían prestarle actualmente a la sociedad.

Bien, si más no… Es bello escuchar el canto de la lluvia.

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