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El Padre Hilari Raguer, monje de Montserrat, recordaba cómo -en su tiempo- el privilegio real de nombrar obispos había sido positivo para evitar que se promocionara a obispos integristas. Por contra, el sistema de cooptación durante la Dictadura de Primo de Rivera -los obispos escogían a los nuevos obispos- significó el ascenso de los obispos más extremistas. Obispos de extrema derecha que se significarían por ser feroces antirrepublicanos primero y luego por teorizar y defender la Cruzada Nacional.
Raguer confesaba que no se había percatado de esta cuestión. Fue el Padre Batllori quien le hizo darse cuenta de lo terrible que fue ese sistema de cooptación. El privilegio real promocionaba obispos monárquicos moderados. La cooptación promocionaba furibundos sacerdotes al obispado o sacaba a estos de diócesis menores para otorgarles las diócesis más importantes y poderosas. Así ocurrió por ejemplo con el Obispo navarro Irurita. De Lleida a Barcelona. O al catalán Gomà, de Tarazona a Toledo. Ambos con un sesgo tan derechista que rehusaban paz alguna ante el Papa. Querían el exterminio. Rechazaban escuelas para pedir fusiles. E hicieron colectas por Europa para presuntamente ayudar a los necesitados, colectas que a la postre se destinaron a adquirir armamento para Franco.