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En el cielo de los impíos caben todos

El paraíso de los impíos es un mundo de libertad, donde también es posible la felicidad. Un cielo que no hay que esperar, porque está a la mano. ¿Para qué aguardar el más allá, si los librepensadores están aquí y ahora?

Se veía venir. La ofensiva de la Iglesia Católica en esta batalla por los derechos civiles lastimó a más de uno en un país profundamente católico; consiguió lo mismo férreos seguidores pero también, por fortuna, opositores dignos de destacar.

Fue uno de los más encumbrados representantes de la Iglesia, el cardenal Lozano Barragán, quien se aventuró a negar el cielo a los gays, lesbianas y a todos aquellos que atentaran contra la “dignidad” del cuerpo.

Entonces se dejó escuchar vibrante el discurso de Enoé Uranga, la diputada abiertamente lesbiana que ocupa una curul en el Congreso de la Unión, pero que no había tenido oportunidad para tomar con fuerza la bandera que le dio un espacio de representación legislativa.

A más de uno comenzaba a preocupar su silencio a propósito del matrimonio entre personas del mismo sexo. Ella que tanto había contribuido en la lucha por los derechos y las libertades ciudadanas cuando propuso y dio dura batalla hasta que se aprobaron las sociedades de convivencia en el Distrito Federal, se había mantenido casi al margen de lo que más de 600 organizaciones buscan en este momento: plena igualdad de derechos en el Distrito Federal.

Sin embargo, ahora hizo sonar su voz y la hizo sonar fuerte. Su defensa fue por el Estado Laico y contribuyó sin lugar a dudas en esta cruzada por la no discriminación y por la igualdad. Su discurso es digno de reconocerse por su contundencia y elocuencia.

Uranga dignifica no sólo al colectivo que representa, sino también a las mujeres en la política, de frente a otras como Beatriz Paredes quien ha presionado a sus diputados locales para que en 17 congresos estatales fueran aprobadas legislaciones en contra del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo.

Mientras Beatriz Paredes se autodefine como socialdemócrata y en el pasado se ha manifestado respetuosa de la diversidad sexual, lo cierto es que en los hechos ha dejado a la libre conciencia de sus correligionarios las votaciones legislativas sobre temas como el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, y, en el peor de los casos, la dirigente del PRI se ha mostrado conservadora.

Por fortuna, en el mismo recinto, en la misma Cámara de Diputados, tienen una curul dos mujeres diferentes. Una pertenece a la clase política más enraizada de este país y no se atreve a defender ni a las mujeres ni a las minorías sexuales; la otra, cuya lucha ha sido desde la sociedad civil, con suma valentía se enfrenta a los sectores más reaccionarios de México encabezados por la curia romana.

Dos mujeres que serán juzgadas por la historia, dos mujeres que posiblemente compartan opiniones y creencias; pero a la hora de pronunciarse en la máxima tribuna del país, la que es abiertamente lesbiana es congruente y decidida, mientras la otra prefiere acercarse a quienes seguramente le han prometido el cielo y las entrellas. Lo que no sabe Paredes es que en el paraíso de los impíos, en el mundo de las libertades, ahí sí caben todos.

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