Como mujeres y como católicas manifestamos nuestra preocupación que los sectores retrógrados de la sociedad española aprovechen la coyuntura de crisis político-económica aguda actual para desmontar los derechos de las mujeres. Tememos que estos sectores recurran al atávico reflejo de buscar un chivo expiatorio para canalizar las angustias colectivas que atravesamos y reclamen el sacrificio de la libertad de conciencia de las mujeres y la apropiación por el Estado o la Nación del vientre de las mujeres.
Nada distinto sería el cambio de la legislación española relativa a la salud sexual y reproductiva que nuestro Ministro de Justicia ha anunciado y estos sectores quieren salir a reclamar en la calle. Negarle a las mujeres el derecho a decidir sobre su maternidad es despojarlas de su ciudadanía y expropiar su capacidad reproductiva. Ya no serán ellas quienes decidan si van o no a llevar a termino un embarazo. En el momento de quedar embarazadas y durante el tiempo que dure este embarazo su vientre se convierte en un pedazo del territorio nacional sobre el cual regirá el Estado. Una vez hayan dado a luz, la nueva criatura nacida estará enteramente a su cargo. Sin importar si la crisis – u cualquier otro problema o circunstancia – le permita o no asumirlo.
La opresión del pueblo por parte de las instituciones religiosas y políticas de su tiempo mediante la cual lo explotaban económicamente, es lo que llevó a Jesús a denunciar y confrontar lo que consideraba una opresión y explotación mortíferas. Y así se presenta como el defensor de la Vida.
“Yo he venido para que tengan vida y les rebose” (Jn10.10b) es el mensaje clave de Jesús liberador cuando los fariseos lo atacan por ver en sus actos y palabras un cuestionamiento radical de las instituciones religiosas y políticas que conoció.
“Tener vida” – se deduce de esto que la “vida” es algo que se puede o no “tener”, y que este bien puede (y debe) tenerse en plenitud. Se deduce que “existir” biológicamente no equivale a “tener vida”. Que para “tener vida” no basta con existir sino que además es necesario ser libre de opresión y de explotación.
Y esta es la doctrina católica y cristiana en que nos reconocemos y que reivindicamos.
Defender la vida equivale para nosotras a defender la libertad de conciencia de las personas, mujeres y varones. Equivale a defender la dignidad de las personas, dignidad que implica su integridad física y moral, por lo cual no concebimos que puedan ser despojadas del control sobre partes de su cuerpo (el vientre de las mujeres durante el embarazo) por el Estado. Equivale a defender el derecho de cada persona integrante de nuestra sociedad humana a disponer de las condiciones básicas para vivir con dignidad.
En vez de distraerse “reformando” una ley sobre la salud sexual y reproductiva que puede considerarse ejemplar por reconocer la libertad de conciencia de la mujer y por prescribir la educación sexual y el acceso a los medios que permiten vivir una sexualidad responsable y placentera, el gobierno actual debería dedicarse a aquello por lo cual fue elegido: sacar al país de la profunda crisis económica en que se encuentra y que beneficia a una minoría cada vez mas pequeña.