Un decreto firmado por el alcalde de Cannes prohíbe a las personas que lleven una vestimenta “ostentosa” y “religiosa” el acceso a las playas y zonas de baño. Y todo en nombre de la tan preciada laicidad.
En realidad, la laicidad consiste en que el Estado sea neutral, al tiempo que la población mantiene su derecho a expresar sus opiniones religiosas con total libertad. Bueno, al menos en teoría.
Lo cierto es que este decreto se dirige especialmente a las mujeres de confesión musulmana y, más concretamente, a las que han decidido adoptar una vestimenta pudorosa.
Hace unos años, y con la intención de poder integrarse en el paisaje público, estas mujeres crearon un bañador que cubre todo el cuerpo y que se conoce como burkini.
Para entender la decisión del alcalde de Cannes, cabe preguntarse cuál es su principal argumento. Para el alcalde, se trata de prohibir “las prendas ostentosas que hacen referencia a una adhesión a movimientos terroristas que nos declaran la guerra”. Esta justificación es la que motiva el veto.
De ahí se puede extraer que una mujer de fe musulmana que lleva velo y cubre su cuerpo está mostrando lealtad al Estado Islámico y es, por tanto, enemigo de Francia.
¿Y de dónde puede proceder esta información? ¿Cómo el alcalde de una ciudad tan grande y con tanta riqueza cultural puede permitirse expresar esta idea con tanta facilidad? ¿Qué especialista en grupos terroristas o en el islam asocia una vestimenta a la adhesión al terrorismo? Nadie.
Es evidente que el alcalde debe informarse sobre los motivos de los atentados en Francia, las personas víctimas de estos crímenes y la implicación del Gobierno francés en esta guerra moderna.
No, no se puede aceptar la idea de que el hecho de llevar velo o de decidir enseñar lo que se desee es una prueba de fanatismo.
Si este señor hubiera tenido la inteligencia de estudiar el tema, se habría dado cuenta de que las primeras víctimas de los terroristas son los propios musulmanes, ya sea en Siria, Irak o incluso en Francia.
De hecho, los civiles musulmanes también son asesinados por las intervenciones militares de Francia y de los demás gobiernos implicados en la guerra en Siria.
No, no se puede aceptar la idea de que el hecho de llevar velo o de decidir enseñar lo que se desee es una prueba de fanatismo. No, esta decisión procede de la libertad de ponerse lo que a cada cual le parezca bien.
¿Cuándo se empezará a respetar a los ciudadanos musulmanes en Europa y a considerarlos como ciudadanos de pleno derecho? ¿Cuándo se dejará de marginar a millones de ciudadanos europeos de confesión musulmana, en especial a las mujeres?
Ya va siendo hora de empezar a considerarlos como ciudadanos de pleno derecho, ya que no están en Europa por caridad, ya que pagan sus impuestos como todo el mundo y se implican en la sociedad (cuando se les permite) como cualquier otro ciudadano.
¿Para cuándo un tratamiento digno para los ciudadanos de fe musulmana? El terrorismo no es algo exclusivo de las familias musulmanas; el terrorismo es la expresión de una generación cegada por la violencia, algo que confirman los especialistas en la cuestión.
El artículo 9 del Convenio Europeo de los Derechos Humanos es bastante claro en cuanto a la libertad religiosa: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho implica la libertad de cambiar de religión o de convicciones, así como la libertad de manifestar su religión o sus convicciones individual o colectivamente, en público o en privado, por medio del culto, la enseñanza, las prácticas y la observancia de los ritos”.
El Colectivo contra la Islamofobia en Francia va a recurrir el decreto, y veremos qué dice la justicia con respecto a estas delirantes afirmaciones y a esta decisión discriminatoria que se dirige a una minoría de este país: a los musulmanes; concretamente, a LAS musulmanas que llevan velo. Parece que los Derechos Humanos no son algo dado para todos, así que habrá que ganárselos con dignidad.
Este post fue publicado originalmente en la edición magrebí de ‘The Huffington Post’ y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano