El sacerdote se enfrenta a una grave acusación en Estados Unidos por la que se le piden hasta 60 años de prisión.
La princesa Charlene de Mónaco vuelve a estar de actualidad. Y no porque su salud haya sufrido algún cambio, sino porque se ha visto salpicada por un escabroso asunto que implica directamente a su asesor espiritual.
Hace poco más de una semana que la princesa reaparecía a través de un bonito posado en familia junto a su marido, el príncipe Alberto, y sus dos hijos mellizos, Jacques y Gabriella. Era una de las imágenes más esperadas. La sudafricana ya estaba recuperándose con los suyos de los problemas de salud que atraviesa desde hace un año, y por fin se la veía con un aspecto mejorado y sonriente.
Su sacerdote de confianza, acusado de un delito de pornografía infantil
Pero parece que poco le ha durado la sonrisa y la calma que necesita para seguir con su recuperación. El padre William McCandless, uno de los sacerdotes de su confianza, ha sido acusado en Estados Unidos, de un delito de pornografía infantil. En caso de que esto sea probado y se demostrara su culpabilidad, el cura se enfrentaría a una pena de hasta 60 años de prisión.
La acusación y la trayectoria del sacerdote
El padre Bill, como así le conocen, pertenece a la orden de los franciscanos en Filadelfia y se encuentra en arresto domiciliario a la espera de la celebración del juicio. Según la revista alemana Bunte, está previsto que este comience el próximo 10 de junio, aunque los hechos se remontan a varios años atrás.
El Philadelphia Inquirer se hizo eco en diciembre de 2020 de la acusación formal que se realizó contra el sacerdote, tras habérsele requisado miles de imágenes pornográficas de niños. Fotografías de suma crudeza, que al parecer se descargó mientras trabajaba en el Palacio Real monegasco y guardó en su ordenador personal.
Según este diario, el cura siguió aumentando ese alijo fotográfico cuando regresó a Estados Unidos en el año 2017 y se incorporó a trabajar en la Universidad DeSales en el condado de Lehigh (Pensilvania).
En 2010 se le asignó su puesto fuera de Estados Unidos precisamente cuando su nombre apareció en una demanda civil interpuesta por un clérigo que acusaba a la orden a la que este sacerdote pertenece, la de los Oblatos, de abuso sexual.
Este religioso afirmaba que McCandless le confesó, mientras ambos eran seminaristas y trabajaban en un campamento de verano, que había abusado sexualmente de un niño francés de 14 años. John Waldron, abogado del consejero de la princesa Charlene, afirmó entonces que esta acusación había sido investigada por la orden, que determinó que era «infundada».
Charlene de Mónaco, muy unida al padre Bill
El sacerdote llegó a La Roca cuando se decidió su traslado tras la primera acusación que se vertió sobre él. Al parecer, su amistad con la familia de la malograda Grace Kelly le hizo aterrizar en Mónaco. Allí ejerció de párroco para más tarde ascender en el escalafón y llegar a convertirse en el confesor y confidente de Charlene de Mónaco. La relación entre ambos fue tan estrecha que incluso llego a formar parte de la junta de la Fundación de la princesa.
Fue testigo directo del parto de los hijos del matrimonio real e incluso ofició la boda del hermano de la exnadadora sudafricana, Gareth Wittstock, con Roisin Galvin en septiembre de 2015. Por si esto fuera poco, el asesor llegó a tener su propio despacho en el palacio y, según la prensa americana, cuando a este se le llamó de Mónaco, siguió manteniendo contacto con Charlene. De momento ni la princesa ni desde Palacio se han pronunciado sobre el asunto.
El amigo indiscreto
Estos últimos acontecimientos se suman a las declaraciones vertidas por un allegado a la familia real monegasca en el semanario italiano Oggi. Vera Dillier, que así se llama este amigo, ha indicado que «la pareja hace tiempo que no existe». Y ha ido más allá al aclarar que entre el matrimonio real «nunca ha habido una estrecha relación».
También da por hecho que exista la posibilidad de que «de vez en cuando Charlene aparecerá en algún acto público para demostrar que todo está bien. Todo para mantener las apariencias».
Este testimonio incluso se atreve a hacer referencia a un posible divorcio en el palacio de los Grimaldi. Según él, y salvo algunas excepciones como la del príncipe Carlos y Diana de Gales, «no suele haber divorcios. En este caso se cierra la residencia de Roc Agel y para él la cuestión está finiquitada».
Es precisamente en esta casa a las afueras de Montecarlo, donde se supone que Charlene de Mónaco continúa su recuperación tras abandonar la exclusiva clínica suiza en la que ha permanecido ingresada varios meses. Estas declaraciones de Vera Dillier han levantado ampollas en la sociedad monegasca que respeta al máximo la vida del soberano y que permanece pendiente de la evolución de Charlene.