La prensa británica coincide en que Benedicto XVI deja una mejor imagen
Los baños de multitudes han sido moderados y nadie espera que los británicos se conviertan en masa al catolicismo, pero solo sus críticos más irreductibles le negarán a Benedicto XVI que su viaje a Reino Unido le ha permitido transformar positivamente su imagen personal y abrir un debate sobre el tema central de sus mensajes: el papel de la religión en una sociedad dominada por el laicismo.
En el acto central de sus actividades de ayer, el Papa beatificó al cardenal John Henry Newman, un teólogo anglicano del siglo XIX que se convirtió al catolicismo cuando era ya uno de los sacerdotes más famosos del país. Newman ha emprendido el camino de la santidad gracias a la cura de un canónigo estadounidense que sanó de la noche a la mañana de una dolencia de espalda tras rezar a Newman. Aunque el enfermo había sido operado meses antes de esa dolencia, el Vaticano ha concluido que su cura fue un milagro. La beatificación fue seguida por 55.000 fieles en Cofton Park, cerca de Birmingham.
El primer ministro, David Cameron, despidió ayer a Benedicto en el aeropuerto de Birmingham instantes antes de que volara de regreso a Roma tras cuatro días en Reino Unido, en la que ha sido la primera visita de Estado de un papa a tierras británicas. Cameron, que no es especialmente religioso, le agradeció al Pontífice que haya puesto la cuestión de la fe "en el centro del debate nacional".
Que ese debate se haya abierto no significa necesariamente que las conclusiones finales coincidan con la visión destilada por Benedicto y expresada con particular énfasis en dos ocasiones. El primer día, ante la reina Isabel en Edimburgo, al denunciar el ateísmo y equipararlo en cierto modo al nazismo. Y de nuevo el viernes, en su importante discurso ante la sociedad civil y la clase política en Westminster Hall, cuna y símbolo del Parlamento británico, cuando denunció que la religión está siendo marginada y advirtió que la democracia no puede basarse solo en el consenso social y ha de tener en cuenta también la dimensión moral.
El Papa ha cosechado estos días cumplidos desde bandos muy poco sospechosos de papismo. "Llegó, vio y convenció", escribe en el tabloide News of the World George Carey, primado de la Iglesia de Inglaterra entre 1991 y 2001, coincidiendo con las primeras ordenaciones de mujeres y la apertura del debate de los anglicanos sobre la homosexualidad. "El Papa puede volver al Vaticano con la satisfacción de saber que ha derrotado a sus críticos acérrimos y ha conquistado el corazón de muchos británicos", añade. Pero advierte al Pontífice de que "se necesita más apertura en los pasillos del Vaticano", en especial en lo que se refiere al sacerdocio de las mujeres y el celibato de los sacerdotes. "Le hemos escuchado con cortesía. Pero nada cambiará a menos que nos escuche a nosotros", concluye Carey.
En un editorial, el muy liberal y laicista The Sunday Independent critica a los sectores más radicales del ateísmo por sus reacciones intolerantes contra Benedicto y subraya: "Aunque no es probable que sea recordado como un gran Papa, la historia le puede reconocer que fue el primero que afrontó la cuestión". "Sea cual sea la visión que cada uno tenga sobre la culpabilidad personal del Papa en el escándalo de los abusos sexuales a niños, o la culpa colectiva de la Iglesia, eso se tiene que equilibrar en cualquier visión razonable por el poder para hacer el bien que tiene la Iglesia católica moderna", añade el diario. Pero también publica una encuesta que revela lo alejado que está Benedicto de la visión abierta que tienen la inmensa mayoría de los católicos británicos sobre el aborto o la contracepción.
"Le retrataban como un diablo, como el Rottweiler de Dios, y resulta que es un buen chico", escribe el cronista de The Sunday Times. "Cuando no está en la estratosfera teológica (…) puede ser un abuelo con encanto, gracia y hasta deferencia", añade. "El mito del Rottweiler, disipado", titula a toda página el conservador y nacionalista The Sunday Telegraph.
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